Esta semana salió otra encuesta que deja a Sumar y Podemos fuera de tener representación en Euskadi. No llega ninguno al 3%. El resto, las más optimistas, dejan con una representación exigua a Sumar y a Podemos al borde de conseguir un escaño. Después de Galicia esta es la realidad de la izquierda no nacionalista en el ciclo electoral de 2024 y es merecida por haberse dedicado en los dos últimos años a insultar, despreciar, calumniar y masacrar al compañero en vez de dedicarse a hacer política contra los ultras y los reaccionarios, y eso cuando no juegan en sus marcos de debate, con sus mismas propuestas y similar indecencia ética. La semana pasada leía a la candidata de Sumar decir lo siguiente: "Mucha gente de izquierdas no votaría nunca a EH".

Me preocupa de la frase que más que una proclama electoral para atraer electores sea una falta de diagnóstico que lleva implícito una carga peyorativa contra Bildu que emana del discurso reaccionario que sigue asimilándolos con ETA. La presencia de Sortu, la parte de la coalición que emana de la banda terrorista, cada día está más integrada en la vía democrática y ha asumido la estrategia de normalización del resto de la coalición. Los mensajes que consideran a Bildu una fuerza tóxica incluso para los votantes de izquierdas, tanto que nunca les darían su voto, son funcionales a la estrategia de la derecha de penalizar cualquier alianza con los nacionalistas de izquierdas que vemos en Madrid. Muy poca gente de izquierdas a estas alturas, y tras ese discurso de la extrema derecha contra Bildu, no considera a la formación abertzale una organización digna de recoger su voto. No son pocas las voces militantes y simpatizantes de la izquierda española que visto el espectáculo que están dando sus organizaciones optarían en las europeas por darse el gusto de votar a Bildu desde Madrid, Andalucía, Extremadura si presentaran candidatura en sus circunscripciones.

Esta crítica constante entre iguales se convierte en insoportable. Las formaciones políticas de izquierdas que se dedican a hacer campaña electoral mirando más a la izquierda que proponiendo contra el adversario ideológico que todas esas fuerzas enfrentan genera un rechazo visceral entre el electorado de izquierdas que ensancha las mayorías. El que te hace crecer y no ser minoritario e irrelevante. Una máxima que tendrían que asumir es que si quieres que te vote la gente de izquierdas no deberías centrar tu discurso en ir contra otras fuerzas de izquierdas e incidir en las diferencias. Este pecado es norma en las organizaciones políticas de nuestro país y acaba provocando una desafección que deja solo como votantes a los militantes más sectarios que solo entienden la política como marca de distinción que les sirva para sentir las organizaciones como espacio identitario, pero que aleja a todos aquellos potenciales votantes que solo ven los partidos como una herramienta que lleve a la sociedad en dirección a sus propios valores y que sirva para la mejora de las condiciones materiales y el aumento de los derechos civiles.

Esa estrategia incomprensible no solo alcanza a las izquierdas poscomunistas, sino que integra de manera absoluta al PSOE. Su estrategia de campaña es una genialidad y no se le ha ocurrido otra cosa que replicar el discurso que la derecha tiene en Madrid para embarrar sus pactos con Bildu en el Congreso y decir que la formación abertzale todavía tiene mucho camino por recorrer y que por eso no van a pactar con ellos. En la derecha han hecho escarnio y mofa de ese mensaje de Patxi López y con razón. Las campañas del PSOE en las autonómicas de un tiempo a esta parte son el ejemplo de los límites de trasladar la política estatal a los territorios. En Euskadi tiene la oportunidad de crecer comiéndose el espacio que Sumar y Podemos están dejando y el ítem principal de campaña es asegurar que van a dar el gobierno al PNV arruinando esa posibilidad. La lógica indica que tendría que dejar abierta la posibilidad de que Bildu pudiera gobernar para que el votante de izquierdas no nacionalistas que prioriza la cuestión social tuviera incentivos de irse al PSOE. Pero hacen lo contrario. Votar al PSOE se convierte en votar al PNV dejando como única opción a los votantes que en su día votaron a Podemos y han perdido la confianza irse a EH Bildu si no quieren que gobierne el PNV.

Es difícil en los últimos tiempos para un elector de izquierdas escuchar como prioridad a las fuerzas de izquierdas hacer campaña contra la amenaza ultra, contra las medidas ideológicas de la derecha y dejar de lado las diferencias con aquellas fuerzas que piensan sustancialmente lo mismo. El votante de izquierdas pide que le reafirmen y le ilusionen y no verse insultado por los que hasta hace solo un par de años eran su propio partido. El momento de repliegue provoca que todos los partidos se peleen por el mismo espacio electoral diciéndole al votante que las otras opciones son peor que la tuya en vez de convencerle y seducirle con que tus propuestas y acción política es lo bastante ambiciosa para que te otorguen el apoyo. Hace tiempo me hice una promesa, no votar jamás en una elección al partido que haga de la crítica al compañero su línea política. Si no hacemos que les cueste caro seguirán haciéndolo.