No tienes derecho a educar a tus hijos como te dé la gana. Porque tus hijos no son un patrimonio ni una pertenencia que poder dirigir a conveniencia, por encima de lo que creas bueno como progenitor para ellos están sus propios derechos y estos hay que protegerlos, incluso, de sus padres. La patria potestad está delegada por el Estado en los padres siempre y cuando ejerzan su labor en unos límites establecidos en pos del bienestar del menor, y eso incluye los valores que se le inculcan.

Un padre y una madre no tienen derecho a educar a sus vástagos en unos valores que atenten contra los derechos fundamentales del resto de ciudadanos, no pueden educar en el odio y transmitirles que los homosexuales, los negros, los migrantes o las mujeres tienen menos derechos que el resto. Para eso está la escuela, para enseñar una alternativa a esos menores que sufren el maltrato de ser educados en el odio y darles posibilidades. Enseñarles que los derechos humanos ni son creencias ni son opinables y salvarles de sus propios padres.

Tus hijos son del Estado. Mucho más que tuyos, por eso tiene la capacidad de desprender a un progenitor de la patria potestad de los menores. También los de Espinosa de los Monteros y Monasterio, que dan argumentos al limitar la libertad de pensamiento de sus hijos y amenazar con echarlos de casa por pensar diferentes a ellos. Es broma, dice. Pero todos sabemos que lo harían. Esa falacia de pertenencia sobre los menores es la que ancla todo el discurso reaccionario sobre la educación que ha resucitado en agosto por medio de El Mundo para librar su nueva guerra cultural contra la comunidad educativa. Los menores son suyos, así que solo los padres pueden educarlos en valores. La escuela, cuando ejerce su labor cívica y social, adoctrina.

La carcunda no asume que si los padres ejercen su labor educativa en el hogar en contra de los derechos del menor y de los valores cívicos que nos conciernen a toda la sociedad la escuela está para combatirlos. Para ser su némesis y en favor de los los derechos del menor. Porque si la hija de una madre que la educa en respeto a los DDHH tiene que convivir en el mismo espacio de socialización que el hijo de un troglodita que odia a las mujeres merece ser protegida de dichos valores, porque no hay libertad absoluta.

El artículo 29 de la 'Convención de los Derechos del niño' de 1989 establece de forma clara que "Los Estados Partes convienen en que la educación del niño deberá estar encaminada a […] inculcar al niño el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales". No es un debate, no es opinable. No importa que tus valores sean arcaicos y quieras educar a tus hijos en el odio, si es así el Estado tiene que poner en marcha todas las herramientas para contrarrestar esa educación en el hogar y dotar al menor de la protección necesaria. No importa lo que diga VOX ni el PP. Quitad vuestras sucias manos de vuestros hijos, porque cuidarlos y educarlos en la tolerancia y en el respeto al diferente es una responsabilidad de todes. Sí, todes, que eso también os jode. Por eso, y porque el lenguaje es también abrigo de más personas, hay que decirlo más.