La invasión de Rusia a Ucrania era un evento del suficiente peso para dejar aislado al socio ideológico natural de Vladímir Putin y hacer efectivo el cordón sanitario a la extrema derecha. Los vínculos estratégicos, de ideario, y proyecto antidiversidad de los nacionalpopulismos han puesto en una posición imposible a los partidos posfascistas en Europa y habría sido la oportunidad perfecta para arrinconar a VOX. Pero Podemos optó por poner el foco sobre sí mismo, contrario al de su candidata, desgastándola, y salvar así a los de Abascal alejando el objetivo de los verdaderos compañeros de viaje del nacionalismo invasor ruso.

Llamar partido de la guerra a tu socio de coalición por decisiones que toma en el gobierno del que forma parte deja a Podemos en una posición imposible porque es copartícipe de esas mismas decisiones. El error es tan clamoroso que al día siguiente negaron lo que habían dicho y todos escuchamos. No importa que Ione Belarra tome una posición discursiva contraria al envío de armas porque forma parte del gabinete que envía esas armas. Es tan responsable de ello como el PSOE. Es más partido de la guerra que los que solo lo defienden pero sin capacidad ejecutiva.

Así que la lógica consecuencia de su declaración no puede ser otra que el abandono del gobierno si se es consecuente con sus valores e ideas. Porque aceptemos todos los postulados de Ione Belarra, Irene Montero y Podemos en su acto de partido. Aceptemos que tienen razón en todos y cada uno de sus argumentos sobre el envío de armas. Aceptemos que el envío de armas es alargar una guerra perdida que suponga una carnicería de población civil. Si aceptamos eso, estamos aceptando que Podemos forma parte del gobierno que está cometiendo semejante salvajada.

Podemos actúa con un infantilismo vergonzante que además es una enmienda a la totalidad del imaginario que se ha usado durante décadas en la izquierda y que conforma el espacio político. La cultura política de la izquierda está repleta de historias heroicas de resistencia de quien no tenía nada que hacer ante un enemigo mucho más poderoso. De los partisanos yugoslavos a los barbudos de Sierra Maestra. A la hora de la verdad para algunos solo era folklore con el que engatusar. Su posición en el conflicto solo es coyuntural, basada en el cálculo electoral espurio que considera que defender una estrategia en solitario contraria a la del resto de partidos les haría capitalizar el beneficio. Se han equivocado, de manera puede que irremisible, para su viabilidad. Pero no es solo eso, es que toda la posición fijada está mirando a la interna, en una nueva lucha de poder como la que se dirimió cuando lo negaban mientras errejonistas y pablistas se desengraban.

Necesitan minar a Yolanda Díaz para demostrar que Podemos tiene que tener más fuerza en el nuevo espacio político. Son conscientes, por eso lo hicieron, que llamando partidos de la guerra a los que defienden la posición común de la UE frente al sátrapa imperialista de Putin de ayudar de manera militar a la resistencia ucraniana están insultando también a miembros de Unidas podemos que han defendido la posición del gobierno como Alberto Garzón o los Comunes y, lo que es aún más grave, a la que puede ser su propia candidata. ¿Son conscientes en Podemos de que están minando la posición fijada de su candidata de cara a su electorado? Puede que no les guste que haya decidido tener voz propia y alejarse del aparato de Podemos, pero es la candidata que señaló Pablo Iglesias antes de irse, sin pedirle permiso, sin preguntarle si querría, y ahora mismo están trabajando en contra de ella despreciando e insultando a quienes como Yolanda Díaz han decidido seguir la máxima de que la política exterior en el gobierno de coalición la marca el PSOE. Tendrían que saberlo porque Pablo Iglesias no fue capaz de defender públicamente su posición histórica sobre el Sáhara al ser cuestionado sobre ello argumentando que no podía contradecir la posición fijada por el presidente del Gobierno y el Ministerio de Exteriores.

El núcleo duro de Podemos, además de los escasos militantes que le quedan más allá de los dirigidos desde Telegram por Juanma del Olmo, no aceptan ningún tipo de réplica que no sea considerada una conspiración urdida en oscuros despachos para minar su presencia política sin darse cuenta de que su actitud es la que los está dejando cada vez más solos. La paranoia ciega solo a las bases, a los dirigidos, que creen que todo es una conspiración, porque los que les dirigen saben que mienten y manipulan a su masa para mantener el poder interno que les mantenga unos años más con presencia pública. No creen en lo que dicen ni hacen, saben que aquellos a los que dirigen sus hordas son simples periodistas con posiciones divergentes, pero necesitan construir ese enemigo exterior para blindarse ante los propios y resistir un poco más.

Para los cada vez menos que les siguen todos son adversarios malintencionados, nadie puede defender posiciones distintas sin que se deban a intereses pecuniarios y políticos, son vendidos, hablan para manipular, son el mal. Actúan cada vez más como los sectarios que León Trotsky repudiaba, ensimismados en una burbuja sin capacidad para asumir que fuera de la tribu también hay gente decente y honesta que simplemente piensan, creen y sienten que están equivocados con una determinada estrategia y que mantienen posiciones tan legítimas y decentes como la que ellos creen representar en exclusiva cuando son tan solo una concreción excelsa de adanismo. Porque la izquierda existía antes de 2014, y seguirá existiendo si Podemos desaparece. Puede que hasta mejore.