¿Cuánto vale la vida de un viejo de clase obrera? La respuesta corta sería nada. Pero si hacen un ejercicio de reflexión sincera puede salir el precio exacto de lo que puede costar matar a un viejo de Orcasitas de 60 años. ¿400 euros? ¿500 euros? El precio con el que la patronal puede divertirse matando a un viejo de clase obrera depende de la necesidad que tenga al llegar a una edad próxima a la jubilación sin haber cotizado los años suficientes para poder jubilarse y descansar como se ha ganado.

José Manuel era un currante de toda la vida. Un emigrante extremeño que llegó al cinturón rojo del sur de Madrid y acabó con un piso en Orcasitas. Pero era carne de trabajo defectuosa y le despidieron con 59 años. Una edad en la que los curritos empiezan a ser despiece y necesitan sacar la calculadora para saber cuánto les falta para cotizar lo suficiente para jubilarse. Una edad en la que quedarse sin trabajo es asomarse al abismo más insondable para quien no ha hecho otra cosa en su vida más que trabajar. Estamos en una época en la que mentes narcisistas de menos de treinta años, que solo son capaces de mirarse al ombligo por la incertidumbre de su futuro, olvidan el abismo tenebroso que supone para las personas de más de 55 años afrontar el ocaso de su vida laboral como despojos que saben que su senectud será de miseria. No tienen suficiente con verse despreciados laboralmente sino que encima observan cómo sus problemas no importan porque son mano de obra amortizada. Ni pan ni empatía.

Los debates sobre la edad de jubilación siempre los hacen encorbatados o burgueses con una vida cómoda que escriben o hablan desde un espacio con aire acondicionado, sentados en una butaca con respaldo ergonómico y bebiendo una taza de café mientras miran las gráficas de afiliaciación a la seguridad social. Quien dice que hay que jubilarse a los 67 años no sabe lo que es trabajar al sol a 40 grados, ni descargar a las seis de la mañana un camión frigorífico en invierno, no saben lo que es subirse a un andamio, ni bajar a una mina ni pescar en alta mar. Nuestros padres se merecen descansar y no es vida la que obliga a barrer una calle de Madrid en plena ola de calor hasta la muerte. Si no nos plantamos, nos los van a matar a todos.

En el sur de Italia a trabajar lo llaman fatigar conscientes de que solo hay dolor en la labor. Sé lo que es mirar a los ojos de un padre de clase obrera y sentir que el papel que le ha conformado en la vida ha dejado de servir. El patriarcado los ha azotado también con dureza porque el machismo les ha hecho solo ser útiles como ganadores de pan. Padres de familia que solo se veían realizados como seres laborantes que garantizaban el sustento a su prole y al perder su trabajo pierden todo aquello que daba sentido a su vida. Pero son mucho más, tenemos que hacer que vean que son mucho más y defenderlos independientemente de lo que puedan producir. Porque les va la vida en ello.

"Pensaría que no le iban a renovar y estaba dándolo todo con tal de demostrar que valía", dijo el hijo de José Antonio González, el barrendero muerto trabajando, a El País. ¿Cuánto vale la vida de un viejo de clase obrera? ¿Cuánto vale la vida de tu padre? Puedes pensar que no tiene precio, pero lo cierto es que un empresario sin escrúpulos puede comprarse la vida de tu padre con muy poco, solo hace falta un poco mala de suerte y mucha necesidad para que a tu viejo lo pueda matar una empresa de mierda ofreciéndole 300 pavos para limpiar una calle de Madrid a las 16:00 de la tarde con un contrato basura a 40 grados. Tu viejo, por mucho que lo quieras, no vale nada.