Al compás de los ritmos circadianos

La cronofarmacología es una rama de la farmacología que estudia cómo los efectos de los medicamentos varían en función de nuestros ritmos biológicos. Este “reloj central” del cuerpo humano está ubicado en el cerebro (concretamente en una zona que se denomina núcleo supraquiasmático) y regula procesos que se repiten de forma cíclica.

Dichos ritmos se denominan circadianos si se repiten cada 24 horas, por ejemplo, la secreción hormonal; infradianos si se extienden más de 24 horas, como los ciclos menstruales o el efecto del cambio de estaciones a lo largo del año; y ultradianos si repiten en menos de 24 horas, como la frecuencia cardiaca.

El reloj biológico también regula el efecto de los medicamentos

Específicamente, los ritmos circadianos afectan a la secreción de hormonas como el cortisol, las hormonas tiroideas o los estrógenos, así como a las fluctuaciones diarias normales de la presión arterial, la actividad del sistema inmunitario y la actividad celular.

La existencia de estos ciclos diarios influye especialmente en tratamientos de patologías crónicas, en las que los medicamentos deben acceder al organismo y realizar su efecto siguiendo una posología concreta: cada 8 horas, cada 12 horas, a primera hora de la mañana, después de cenar… De hecho, es un dato obligatorio que debe indicarse en cualquier receta.

Para llegar a ejercer su acción durante un tiempo determinado, el cuerpo realiza una serie de procesos sobre los medicamentos –liberación, absorción, distribución, metabolismo y eliminación– que en su conjunto se conocen como farmacocinética.

Por otro lado, el medicamento ejerce su correspondiente efecto sobre el organismo una vez está en el sitio de acción o “diana terapéutica”. A esto lo llamamos farmacodinamia.

En otras palabras, no es lo mismo tomar un medicamento por la mañana que por la noche. El cuerpo no lo procesa igual y, por tanto, su efecto puede variar considerablemente dependiendo del momento de la administración.

Fármacos que actúan mejor si se administran a la hora adecuada

Uno de los casos mejor estudiados es el de los medicamentos que tratan la hipertensión arterial. Varios ensayos clínicos han demostrado que tomar al menos uno de esos fármacos por la noche –y no todos por la mañana, como se hacía tradicionalmente– reduce el riesgo de eventos cardiovasculares como ictus o infartos de miocardio. El estudio MAPEC, con más de 2 000 pacientes, lo confirmó en 2010.

Otro ejemplo clásico son medicamentos administrados para reducir el colesterol, como las estatinas. Las de vida media corta, es decir, que actúan menos tiempo y se eliminan más rápido –caso de la simvastatina– son más eficaces si se ingieren por la noche, cuando el hígado produce más colesterol.

Con los corticosteroides, muy útiles en situaciones en las que hay inflamación o procesos autoinmunes, la cronofarmacología también tiene implicaciones prácticas. Se ha visto que administrarlos por la mañana, cuando el cuerpo produce más cortisol de forma natural, reduce los efectos secundarios. Ya hace años, en el estudio CAPRA-1, realizado con pacientes con artritis reumatoide, se demostró que una formulación de liberación retardada por la noche aliviaba mejor el dolor matutino característico de esta patología.

La quimioterapia se beneficia asimismo del enfoque cronobiológico. Por ejemplo, en cáncer colorrectal, se ha comprobado que administrar determinados agentes como el oxaliplatino a ciertas horas del día mejora la tolerancia y reduce los efectos adversos, debido a los ritmos circadianos de proliferación celular y actividad enzimática.

Incluso en personas con asma, cuyos síntomas empeoran de noche, ajustar la hora de administración de su medicación inhalada, como los broncodilatadores o los corticosteroides, puede mejorar el control clínico.

¿Y qué pasa con las vacunas?

Aunque se suele prestar menos atención, las vacunas están igualmente sujetas a ritmos circadianos. Un estudio publicado en Vaccine mostró que los adultos mayores que recibían la inmunización de la gripe por la mañana desarrollaban una mejor respuesta que aquellos vacunados por la tarde.

Resultados similares se han observado con otras vacunas, como la de la hepatitis A o incluso con algunas contra la covid-19, especialmente en personas mayores o con el sistema inmune debilitado. Se cree que esto se debe a que células clave del sistema inmune, como los linfocitos T o las células presentadoras de antígenos, tienen mayor actividad en ciertas franjas horarias.

El futuro: medicina personalizada basada en el tiempo

No solo se trata de eficacia, sino también de seguridad. Adaptar la administración de medicamentos a los ritmos biológicos puede reducir la aparición de reacciones adversas que deben ser notificadas por los profesionales sanitarios y de las que también pueden informar los ciudadanos. Además, este enfoque promueve un uso más racional de los medicamentos, evitando dosis innecesarias y optimizando los resultados terapéuticos.

La cronofarmacología es todavía una disciplina joven, pero su potencial es enorme. A medida que se profundiza en el conocimiento de los ritmos biológicos y se desarrollan nuevas tecnologías para monitorizar el reloj interno de cada persona, se abre la puerta a una medicina personalizada, donde no solo importa qué medicamento se prescribe, sino también cuándo se administra.

En definitiva, la próxima vez que el personal médico o farmacéutico le indique una hora específica para tomar una medicación, recuerde que no es un simple detalle: puede ser la clave para que el tratamiento funcione mejor y con menos riesgos.

María Isabel Jiménez Serranía, Profesora de Fisiología y Farmacología. Investigadora en Farmacovigilancia. Grupo de investigación ADViSE., Universidad Europea Miguel de Cervantes

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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