Esta es una historia que en realidad son dos y una empieza donde termina la otra.

Todo comienza, o acaba, aquella noche de agosto de 2006 en la que Yoichiro Yamada por fin encontró en la muerte, en un banco de la Plaza de Oriente de Madrid, la paz que tanto ansió. Había llegado a España 20 años antes atraído por el sonido del flamenco. Quería domar la guitarra como Paco de Lucía, a quien vio un día por la tele en Japón y le cambió la vida. Según contaba, era como si un rayo le hubiera atravesado.

Amor de Dios

Empapado de cultura flamenca, se plantó en el Madrid de los 80 en casa de Víctor Monge "Serranito", quien acabó siendo su maestro y casi mejor amigo en Madrid. El periodista David López Canales cuenta cómo fue ese primer encuentro. Yamada, que apenas sabía español, llamó desde una cabina de teléfono a Serranito. Cuando por fin se entendieron y se encontraron, Serranito le acabó recomendando que estudiara en la escuela madrileña Amor de Dios, en la que llevaban décadas formando a japoneses que venían a la capital.

Los gitanos te dirán que sólo los gitanos pueden ser flamencos. Los de Jerez, que solo los de Jerez y los andaluces que solo ellos pueden ser flamencos

Pronto se chocó con la realidad. Nunca sería un flamenco. "Al mundo del flamenco no entra quien quiere, sino quien le dejan", cuenta el periodista. Según ha podido saber, Yamada no tocaba mal, pero sí le faltaba quizá ese punto que diferencia a quien tiene técnica de quien tiene arte y por mucho que se esforzara jamás el mundo flamenco le vería como a uno de los suyos. "Los gitanos te dirán que solo los gitanos pueden ser flamencos", añade, "los de Jerez que solo los de Jerez, los de Granada que solo los de Granada y los andaluces te dirán que solo los andaluces pueden ser flamencos".

Cuenta López Canales que, además, "cuando le veían, algunos se reían de él y le llamaban "El chinito"".

Caída en picado

Cuando el dinero que le enviaba su familia ya no le dio para más acabó en la calle y volver a Japón no era una opción. Sus padres le financiaron sus estudios en España como compensación por los estudios superiores que no había cursado en Japón. Cuatro años le duró.

El dinero que le envió su familia se sirvió para poder vivir cuatro años. A partir de ahí le tocó sobrevivir

Había fracasado, y como los samuráis aquellos de las novelas que leía de joven, era una cuestión de honor. Es más, en su libro El tigre y la guitarra, López Canales se pregunta si Yamada no sería un Quijote japonés, si no se hubiera vuelto loco a causa de las novelas de samuráis que leía de joven, como Alonso Quijano se volvió loco leyendo las de caballerías.

El viaje del periodista

De sus 20 años en España solo queda de recuerdo una foto, ni siquiera un vídeo, y con ella como billete comienza el viaje de nuestro otro protagonista, el periodista David López Canales. Persiguiendo el fantasma de Yoichiro Yamada acabó en Japón, conociendo a su familia, que le entregó algunas de sus pertenencias, como sus fotos de niño o el autógrafo de Paco de Lucía. y le dio las gracias por mantener viva la memoria de su hermano.

Así comenzó su historia para tratar de descubrir quién era Yamada, el hombre al que por mucho que se aproxime jamás llegará a conocer.