Existen dos Fridas: la del mito y la de verdad y, curiosamente, no fue hasta los años 70, 15 años después de su muerte, cuando se rescató su obra y su figura y Frida Kahlo pasó a convertirse en un icono pop.

Icono feminista

La segunda ola del feminismo vio en ella un ejemplo de mujer independiente, que se expresó libremente en sus cuadros, que no se amoldaba al canon de belleza, que celebraba sus raíces mexicanas y que pintó sin tapujos varios abortos, en referencia a los dos que tuvo.

A pesar de su escoliosis, las secuelas del accidente de autobús que sufrió con 19 años o la amputación posterior de su pierna, o su tortuosa relación matrimonial, no dejó a un lado su compromiso con el comunismo, el arte o su libertad.

Fridomanía

Sin embargo, ella nunca se llamó a sí misma feminista, y, tras la sombra de Diego Rivera, su obra pasó tan desapercibida que tan solo una vez pudo ver sus cuadros en una exposición.

Que el marido artista de una mujer pintora acabe por eclipsar su obra no es algo extraño en nuestra historia del arte, y hay que agradecerle al feminismo la recuperación de una artista con una voz tan personal como la de Frida.

Muerta con tan solo 47 años, no pudo ver cómo su cara, sus frases, sus dibujos, pasaban a convertirse en el objeto fetiche de tantas tiendas de museos. Objetos de merchandising que actualmente pertenecen exclusivamente a la Frida Kahlo Corporation, que poco tiene que ver con la artista. Y es que, una vez que la historia con mayúscula absorbió su nombre, le dejó de pertenecer.