Marta Polo Ysalgué
Editorial: Colectivo Bruxista
Año de publicación original: 2025
Cada vez que he visitado Barcelona he temido que me atropellaran los siguientes vehículos a motor y no a motor: un tuk tuk, una bicicleta, una bicicleta eléctrica, un patinete eléctrico, un taxi, un Uber o un autobús turístico. O lo que es peor: atropellado por un hípster en patines colgado de una tote bag de color beige adornada con una frase de Frida Kahlo.
Bruna, la protagonista, recorre el barrio del Raval en busca de prostitutas, yonquis y vagabundos dispuestos a participar en el rodaje de una película
Esa ciudad caótica y violenta, con ansias de vampirizar a todo el que no tenga chanclas, un palo selfie y huela a aftersun, es el escenario principal de Cómo construir una mentira. La segunda novela de Marta Polo Ysalgué es una gamberrada que se lee como un pepino, que diría la gran Beatriz Pérez Aranda.
Podría tratarse de un road trip si no fuera porque aquí no hay coche ni carretera ni lugar de destino. Pero junto a Bruna, la protagonista, vamos a patearnos de arriba a abajo el barrio del Raval, como si fuera un programa de 'Callejeros', en busca de prostitutas, yonquis y vagabundos dispuestos a participar en el rodaje de una película.
Historia de un rodaje disparatado
Bruna siempre ha soñado con hacer cine —"un hobby para gente pija", le dice un profesor—, y esta es su primera oportunidad en el mundillo tras ejercer veinte años de portera en una finca. Su puesto está en el "departamento de dirección, en el subdepartamento de casting". Vamos, que se encarga de hacer realidad cualquier ocurrencia de Fernando, el director, un tipo con actitud de gurú de TikTok e ideas propias del mismísimo Michael Scott.
Marta Polo se basa en su experiencia como cineasta para retratar lo que sucede durante el rodaje de una película
El rodaje de la película, basada en Turner Mendoza, una exprostituta nonagenaria convertida en icono pop por el moderneo barcelonés, ocupa gran parte de la obra. Protagonizada por la propia Turner, el largometraje lo sacarán adelante trabajadores al límite, explotados y mal pagados, que alimentan la magia del cine con todo el tiempo del que disponen y la escasa salud que les queda.
Lo que ocurre detrás de las cámaras, la vida real, es lo que retrata Marta Polo Ysalgué en estas páginas en las que todo parecido con la realidad no es ninguna coincidencia. La autora se ha basado en su experiencia, tanto de portera como de cineasta, para levantar esta novela rocambolesca y disparatada, en la que la ironía y el humor permiten digerir con una sonrisa las situaciones infames típicas de la industria cultural.
La precariedad, un género literario
"Llego a casa como lo haría un autómata, como quien sigue un sendero marcado por generaciones anteriores", lamenta Bruna en un momento dado, que deambula por estas páginas mientras a su alrededor todo amenaza con desmoronarse. Ella escucha, asiente y ejecuta. Perfil bajo. "Instinto de supervivencia", lo llama. "Trato de caerles bien porque temo caerles mal. Parece que me esté justificando por existir".
Hace ya un tiempo que las editoriales se han lanzado a hacer caja con novelas sobre la precariedad laboral (y sentimental). Han dado con un nicho de lectores hambrientos de historias con las que sentirse identificados y pensar que no están solos, que hay gente peor que ellos y que tener un trabajo de mierda es normal.
La autora escribe desde los márgenes y el respeto, con un voz propia, ágil y desenfadada
La precariedad se ha convertido en un género en sí mismo que explotó con el éxito de El descontento, donde Beatriz Serrano elabora un retrato ácido de una generación hastiada. Es el mercado, amigo, y las historias de jóvenes treintañeros desengañados y con empleos precarios que no les permiten pagarse un alquiler en Madrid/Barcelona se amontonan en las mesas de novedades, buscando repetir el éxito de Beatriz Serrano.
Cómo construir una mentira continúa en esa línea de novelas que se ríen de la tragedia. Pero sería injusto incluirla en el mismo cupo de libros prefabricados, hijos bastardos de El descontento. Marta Polo Ysalgué escribe desde los márgenes y el respeto, con una voz propia, ágil y desenfadada, que acaba dando forma a un texto divertidísimo.
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