Miriam Reyes

Editorial: Tránsito

Año de publicación: 2025

Quizás hemos perdido la capacidad de hablar de pertenencia y nacionalismos sin aludir a conceptos cada vez más peregrinos y poéticos, aun cuando los poetas que los declamaron ya hayan muerto hace varios siglos. Desde LaAraucana de Alonso de Ercilla para los chilenos hasta El Gaucho Martín Fierro de José Hernández para los argentinos, a veces el verso es útil a la hora de afianzarnos a la tierra.

Para Miriam Reyes, poeta de profesión y ganadora del Premio Nacional de Poesía 2025 por su obra Con (La Bella Varsovia, 2024), la vía para hablar de su identidad se transforma ahora en novela, la primera que publica la autora. En La edad infinita utiliza un lenguaje marcado por la metáfora para intentar asir sus recuerdos, ordenarlos y ponerle un nombre a la emigración de sus padres a Venezuela en los años ochenta.

Gloria al bravo pueblo

Reyes llegó a Caracas a los ocho años. En el patio del colegio, junto al resto de niños, cantaba en formación aquel himno nacional que celebraba la independencia de la metrópolis española, sin que supiese bien a quién iban dirigidos sus versos o quién era aquel "bravo pueblo" al que hacía referencia.

A principios de los años ochenta, Venezuela sufrió uno de los mayores varapalos en el llamado Viernes Negro que sumió al país en la más absoluta ruina. A partir de ese momento las palabras se convirtieron en la única moneda de cambio de un país en déficit de esperanzas y superávit de tragedias.

A principios de los ochenta, Venezuela sufrió uno de los mayores varapalos en el llamado Viernes Negro

La escritora no intuía en ese momento el poder que tenían las palabras a la hora de nombrar realidades. Tampoco cómo una inflexión en el habla podía dar a otros la información suficiente como para saber dónde se habían empezado a pronunciar esas palabras. En la crueldad adulta de algunos profesores, las palabras zapato o jamón adquieren brillo de neón, señalan a la niña y le otorgan la categoría de 'extranjera'.

Pero La edad infinita no relata únicamente la parte dolorosa de la migración. También habla del amor a un país de acogida que le ofreció a la autora una nueva realidad para la que tuvo que aprender a dotar de significados nuevos a palabras conocidas.

La edad infinita

Porque La edad infinita está escrita como una crónica histórica en la que las palabras mutan eternamente de significado. En el lenguaje eufemístico de los cambios de divisas, devaluaciones y pucherazos se entreven dos décadas de gobiernos en Venezuela. Quien lo narra lo hace con palabras que especulan, que no terminan de casarse con los conceptos que tratan de describir, como si estas pudiesen dejar de significar lo que creemos antes de darnos cuenta.

'La edad infinita' está escrita como una crónica histórica en la que las palabras mutan de significado

Sin embargo, el centro de esta crónica no está en la historia con mayúsculas, en cátedras o volúmenes que resumen vidas en ciencias sociales. Se observa a través de las muescas en la pared que describen el crecimiento de aquella niña, del hogar y de ese 'nosotros' que trata de describir un grupo cada vez más heterodoxo: hogar, familia, amigos, compatriotas...

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