Autor: Mark Bowden

Traductora: Sandra Lafuente

Editorial: Big Sur

Año de publicación original: 2001

El 2 de diciembre de 1993 la DEA estadounidense y la policía colombiana arrinconaron a Pablo Escobar en los tejados de su Medellín natal. El Doctor, como le conocían los colombianos, agotó sus últimos minutos poniendo en preaviso a su hijo, intentando atar los últimos cabos de un imperio criminal que llegó a controlar el 80% del tráfico de cocaína en el mundo.

El retrato de Escobar, un hombre rechoncho, con un tupido bigote y pelo negro, fascinó a Mark Bowden, que lo vio por primera colgado en el despacho de un alto cargo del Ejército estadounidense: "Lo tengo ahí para recordarme que no importa lo rico que puedes llegar a ser, siempre corres el peligro de creerte más de lo que realmente eres".

Matar a Pablo es una extensa crónica periodística sobre los últimos años del Doctor

La fotografía del narco se consiguió colar también en los muros de los distritos más pobres de Antioquía, y en camisetas y pegatinas que los turistas compraban, impulsados por las frases y el acento paisa que habían consumido ávidamente a través de 'Pablo Escobar, el patrón del mal', 'Narcos' o alguna de las múltiples vidas que las pantallas, grandes y pequeñas, le dieron al colombiano tras su muerte.

Matar a Pablo no es un peepshow ni una revisión de la vida y obra del narco más famoso del mundo, sino una extensa crónica periodística sobre los últimos años del Doctor. Un análisis de la operación militar conjunta que los gobiernos de Estados Unidos y Colombia desarrollaron a principios de los años 90 para cazar al criminal.

Desmontando al mito

Gabriel García Márquez dio buena cuenta en Noticia de un secuestro del ecosistema colombiano que dio lugar a algunos de sus mayores monstruos: "Una droga más dañina que las mal llamadas heroicas se introdujo en la cultura nacional: el dinero fácil".

Escobar fue mediático. Bowden nos recuerda sus apariciones televisivas en debates nacionales y la continua y meticulosa construcción del mito. Un relato que corre en paralelo con el de los sicarios, las torturas y los secuestros. El reguero de un imperio criminal que usaba un país para enriquecerse, colgando en sus calles relicarios en honor a Pablo Escobar.

La historia del Escobar más mediático se mezcla con el relato de sicarios, torturas y secuestros

El mantra que describió Márquez era combustible suficiente para poner en marcha los anhelos y fascinaciones de miles de jóvenes. Todo un ejército surgido en las comunas más pobres de Medellín y que a finales de los años 80 se cobraba en miles de pesos las cabezas de capitanes, sargentos y patrulleros de la policía colombiana que eran asesinados cada día a pie de calle.

El único espacio que le quedaba a Pablo Escobar por reclamar dentro de la sociedad paisa fue el de la política. Años en los que la justicia colombiana se movía con torpeza, con la lentitud suficiente como para que en cuestión de años Escobar escuchase atentamente desde el Congreso las intervenciones de sus compañeros del Partido Liberal Colombiano a mediados de los años 80. Solo las leyes de extradición ponían en peligro su supervivencia.

Una guerra abierta

Washington había declarado la Guerra contra las drogas 20 años antes de la caza del criminal. Una operación que se reforzaría en 1981 con la llegada de la administración Reagan a la Casa Blanca. Si la intención inicial fue la de combatir la venta de drogas en el país, unos años más tarde esos esfuerzos se dirigieron hacia productores de la mercancía en el extranjero.

Escobar sabía que su único salvoconducto era ser ajusticiado en su propio país. Regresar a Estados Unidos implicaba perder a los poderosos aliados, fiscales y políticos que había conseguido granjearse en Colombia. Fueron años desesperados para el cartel de Medellín. De aviones espía sobrevolando escondites que cambiaban cada semana. Y de conversaciones entre el fiscal De Greiff y el hijo del Doctor, intentando desesperadamente proteger a su familia.

Durante los últimos meses de vida, Escobar intentó reorganizar su imperio

En agosto de 1992 se reactivó la operación militar que culminaría con la muerte de Escobar en diciembre de 1993. Los últimos meses del capo del cartel de Medellín no se despegó de su teléfono, intentando reorganizar su imperio, a la carrera. El autor de Matar a Pablo detalla los últimos días del Doctor, agazapado y recibiendo la visita ocasional de prostitutas menores de edad.

El Bloque de Búsqueda, el cuerpo especializado encargado de rastrear y acabar con el narco, se afanó en una persecución que contó con la participación de la CIA, aunque no eran los únicos. La investigación de Bowden apunta también al rastro de Los Pepes, un grupo paramilitar compuesto por exmiembros del círculo de Escobar que contaban con la colaboración del Cartel de Cali, rivales de Escobar.

Los últimos días de Pablo Escobar

Es complicado leer sobre el colombiano sin dirigir la imaginación hacia las decenas de series y películas que han copado el imaginario colectivo en torno al narco, pero Mark Bowden consigue alejarse del ruido mediático para dibujar un relato de los hechos.

Bowden cuenta con un amplio haber como investigador. Unos años antes de publicar Matar a Pablo, Black Hawk Derribado le convirtió en un autor superventas, abriéndole las puertas de Hollywood. Leerle es garantía de saber hacer periodístico, pero también de estar adentrándonos en una gran obra. Con un estilo ágil y lleno de ritmo, el aluvión de nombres, datos y fechas que el periodista extiende ante los lectores se convierten en una tarea más que asumible. El resultadlo es un libro profundamente entretenido.

El autor se sirve de una prosa precisa que no tiene la necesidad de sacrificar nada a cambio de ser más atractiva, en parte por la naturaleza misma de la crónica, en parte por la necesidad de no decorarlo más. Adentrándose no solo en los detalles técnicos, también en un conocimiento profundo de la psicología de sus protagonistas. Las motivaciones quedan claras, pero no sirven para empañar ni dulcificar los pasajes más terroríficos de la historia reciente de Colombia.

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