Sarah Wynn-Williams
Traducción: Gemma Deza Guil y Anna Camallonga Claveria
Editorial: Península
Año de publicación original: 2025
En 2009 Facebook ya había revolucionado el mundo de las comunicaciones. 400 millones de usuarios se conectaban desde todas las partes del mundo para interactuar con sus comentarios, sus fotos o sus gustos. Sarah Wynn-Williams era uno de ellos. Abogada y diplomática, también era una usuaria de la red social que vio un enorme potencial político en la herramienta creada por Mark Zuckerberg y sus secuaces.
Sarah Wynn-Williams quería cambiar el mundo y por eso hizo todo lo posible para trabajar en Facebook
Wynn-Williams era una neozelandesa que había trabajado varios años en las Naciones Unidas y después en la embajada de su país en Washington. Una mujer con un concepto muy claro del bien común y con el objetivo, adquirido desde pequeña, de tratar de cambiar el mundo para hacer de él un lugar mejor.
Por eso hizo todo lo que estuvo en su mano para entrar en la compañía. Contactó con trabajadores y responsables de las políticas de Facebook, mandó mails, redactó informes de las posibilidades prácticas que ofrecía una herramienta tan potente como esa para el futuro hasta que, por fin, consiguió un puesto dentro de aquella idealizada red: directora de políticas públicas de Facebook.
Revolución solo si da dinero
Pero cuando estuvo dentro, se dio cuenta de que allí lo único que interesaba era hacer dinero. O dicho de otro modo: la contrataron para que hiciera posible que Facebook siguiera haciendo dinero a pesar de las leyes reguladoras de los diferentes países. Su papel como diplomática de la empresa se convirtió en ir limando relaciones y saltando barreras.
Los directivos de Facebook no veían a la empresa como una herramienta para una revolución. Más bien todo lo contrario
Algo complicado de hacer. Sobre todo porque desde dentro nunca se pusieron facilidades para ello. El CEO de la empresa, Mark Zuckerberg, ingeniero, aborrecía todo lo que tenía que ver con relaciones sociales. Se negaba a participar de reuniones de ese calibre. Y su mano derecha, Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook y la última responsable en lo que se refiere a decisiones políticas de la misma, no veía la empresa como la herramienta para una revolución. Más bien todo lo contrario.
Desilusionada, Sarah trató de dirigir el rumbo de Facebook hacia el bien común, trató de utilizar todo el potencial que aquella herramienta ofrecía. Se entrevistó con gobiernos y ministerios de todo el mundo, organizó reuniones, se coló en fiestas privadas, presionó a sus propios jefes, pero se chocó una y otra vez no solo con su ignorancia y su desconocimiento, sino también con su despiadada avaricia, su narcisismo y su absoluta falta de escrúpulos.
Prohibido hablar de 'Los irresponsables'
Sarah Wynn-Williams protagoniza el relato de su propia vida y, obviamente, sale bien parada de la vorágine. Y aunque cabe la duda en el lector de que posiblemente reduce su responsabilidad en las decisiones más controvertidas de la empresa, su testimonio resulta más que verosímil y el retrato que hace de los altos despachos de Facebook concuerda bastante con lo que hemos sabido a raíz de las investigaciones que se han realizado.
Además, el hecho de que el propio Mark Zuckerberg denunciara el libro y consiguiera que un juez prohibiera que la autora pueda dar entrevistas promocionando este Los irresponsables, no hace más que añadirle credibilidad a una historia que duele, por los detalles que ofrece.
Preocupados únicamente por no dejar de crecer, jamás tuvieron en cuenta las repercusiones políticas y sociales de sus actos
Por poner solo algunos ejemplos de las historias que se pueden leer en este libro: la falta total de ética al aceptar elevadas sumas de dinero a cambio anuncios con una segmentación superprecisa, gracias a los datos recabados de los usuarios de Facebook, en las campañas electores de Trump y del Brexit en Reino Unido. O la colaboración con el régimen chino, al que se les ofreció sus recursos tecnológicos, a cambio de poder entrar en su descomunal mercado.
Preocupados únicamente por no dejar de crecer, por acceder a los datos de todos y cada uno de los habitantes de la Tierra, los directivos de Facebook, según el relato de Wynn-Williams, jamás tuvieron en cuenta las repercusiones políticas y sociales de sus actos.
Un relato apasionante
Pero a pesar de lo que digan Zuckerberg y sus colegas pelotas de Silicon Valley, Los irresponsables no es la pataleta envenenada de una exdirectiva frustrada. Es mucho más que eso. Es el relato apasionante de unos años en los que internet era el lejano Oeste y todo valía con tal de rascar unos miles de usuarios más.
Seguir a Sarah mientras trataba de cerrar acuerdos y organizar encuentros por medio mundo es tan emocionante como desalentador
Escrito con un pulso narrativo deslumbrante, este libro te permite pasearte por los despachos impenetrables donde se tomaban las decisiones, compartir vuelos privados que cruzaban el planeta mientras en su interior se acosaba a trabajadores de la empresa o incluso colarte en fiestas privadas para jefes de Estado.
Seguir a Sarah mientras se dejaba la piel tratando de cerrar acuerdos y organizar encuentros por Myanmar, Panamá, Suiza o Perú, es tan emocionante como desalentador. Porque hubo un grupo de personas con el suficiente talento como para crear una herramienta con un potencial social increíble, pero con tan poca ética como para que ese artefacto se convirtiera finalmente en Facebook.
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