Grady Hendrix

Traductor: Simón Saito

Editorial: Minotauro

Año de publicación original: 2025

La casa Wellwood es un lugar diseñado para domesticar: allí enseñan a bajar la mirada, a tragar la vergüenza y a convencerte de que el mundo hace lo correcto cuando te aparta de él. En Brujería para chicas descarriadas, Grady Hendrix descorre esa cortina de hipocresía con la pericia de quien conoce bien el género. Coloca a cinco chicas embarazadas en una casa-maternidad de la Florida de 1971 y les pone en las manos, como si fuera una cerilla en plena oscuridad, un libro de hechizos.

Lo que empieza como un juego adolescente, aprendido a escondidas y a trompicones, pronto se convierte en combustible y en amenaza. La magia será su revuelta, pero también la prueba de que la libertad siempre implica un precio.

Terror conocido

Hendrix trabaja aquí con una receta que domina, como ya ha hecho en El exorcismo de mi mejor amiga o en Cómo vender una casa encantada: mezcla lo doméstico con lo siniestro, el sarcasmo con el dolor, y lo deja hervir hasta que la piel se resquebraja, tanto en los personajes como en nosotros, los lectores.

Y no hablo solo de lo sobrenatural. Esos conjuros funcionan como un idioma de supervivencia.

Hendrix parte de la historia real de esas "casas para embarazadas" y la transforma en una fábula llena de rabia y ternura

Las chicas —Fern y sus compañeras— no quieren únicamente escapar de allí. Lo que buscan es recuperar el control sobre sus cuerpos y sobre su destino. Hendrix parte de la historia real de esas "casas para embarazadas" —lugares donde las jóvenes eran recluidas, obligadas a parir en secreto y muchas veces a renunciar a sus hijos— y la transforma en una fábula llena de rabia y ternura donde feminidad, trauma y sororidad se entretejen hasta la última página.

Mezclando géneros

La novela cambia de registro con soltura: hay humor que corta de raíz la tensión, como una mano que te sujeta antes de caer. Y hay escenas que aplastanpor su cotidianidad monstruosa: la burocracia médica, el paternalismo de los discursos, las habitaciones que funcionan como cárceles baratas.

Quien conozca la obra de Hendrix no se extrañará de este equilibrio entre sustos y empatía

Hendrix no idealiza a sus protagonistas: son torpes, contradictorias, a veces ridículas, llenas de rabia y de ternura. Esa imperfección las hace humanas, y ahí reside la fuerza del libro. Su realismo emocional, atravesado por la veta sobrenatural, actúa como un interruptor: en un momento estás riendo de lo absurdo de una situación, al siguiente te golpea la consecuencia moral de un hechizo mal lanzado.

Quien conozca la obra de Hendrix no se extrañará de este equilibrio entre sustos y empatía. Su carrera va desde el repaso cultural a las novelas pulp de terror —gracias al ensayo Paperbacks from Hell con el que ganó el Premio Bram Stoker hasta ficciones que reinventan mitos populares desde el lado de los marginados. Siempre hay una intención clara: sacar a la luz lo que la nostalgia prefiere enterrar. Con Brujería para chicas descarriadas confirma que el horror puede ser también historia social y reivindicación.

Jóvenes y no tan jóvenes

En cuanto a estilo, la novela no se enreda en grandes pretensiones. Hendrix escribe con una prosa directa, chispeante cuando toca, tierna cuando lo necesita y afilada sin ponerse solemne. Su estructura concede espacio a pequeñas tragedias privadas —detalles que arden como papel fino— y a momentos de escalofrío real, de esos que se cuelan bajo la piel y no se van. La ambientación, además, está bien documentada: la Florida de comienzos de los setenta aparece con ese trasfondo de moral pública que permitió a las instituciones invisibilizar vidas enteras.

Siempre hay una intención clara: sacar a la luz lo que la nostalgia prefiere enterrar

¿Es una novela juvenil? Sí y no. La trama —adolescentes buscando su propia voz— conecta de inmediato con lectores jóvenes, pero el libro no ofrece respuestas fáciles: los adultos que aparecen son más ásperos de lo que nos suele gustar y las soluciones mágicas tienen un peaje. No hay salidas fáciles. Grady Hendrix firma una historia que, sin pedir permiso, te coloca en el lado de quienes siempre han leído la magia como un manual de supervivencia.

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