Josep Espluga Trenc

Editorial: Milenio

Año de publicación original: 2023

Cuando se abren las puertas del bar del hotel La Paz de Binéfar, el recién llegado repara rápidamente en un caballero con traje y gafas de sol oscuras, sentado junto a otras personas, que absorbe su atención de forma inmediata. Su rictus funerario se ve entrecortado tan solo por una camiseta de sport blanca que le hace aparentar muchos menos años de los que insinúan sus formas. Quien acaba de cruzar el umbral de la cafetería es José Nogués, lugareño que se dirige directamente al camarero. "¿Quiénes son esos?", pregunta. "Vienen a tocar", responde el camarero distraído.

Josep Espluga Trenc analiza en profundidad un evento que llevó a la división social y política de todo un pueblo

Nogués, transportista de profesión y fan de Los Chichos por convicción, se fija ahora no solo en el hombre del traje, también en las mujeres que viajan con él. "Son sus coristas", le explica el otro desde la barra. José se planta frente a aquella figura enjuta y enlutada para interrogarle por "las secretarias" que le acompañan. El otro responde con un murmullo de no entender que se resuelve con la petición de José para el barman: "Ponle un Enate y un platito de jamón". José acababa de decidir que aquel tipo le caía bien y que más tarde se pasaría por el recinto ferial para ver el concierto.

Ese desconocido era Leonard Cohen y marcaría su vida desde ese preciso momento, acompañándole en ese tótem extraño que es la música y que se pegó a su piel la noche del 11 de junio de 1988. Un concierto que todavía vive entre los recuerdos de los binefarenses. De los que estuvieron y de los que se negaron a ir.

En El año que boicoteamos a Leonard Cohen, el sociólogo Josep Espluga Trenc analiza en profundidad un evento que llevó a la división social y política de todo un pueblo por la actuación del autor de 'Suzanne'. Una parada insospechada que encajaba con una programación musical prodigiosa para aquella España rural y apartada, pero que pasó a la historia por razones muy distintas. Un potente relato que pone en relieve las contradicciones a las que a veces a veces los seres humanos nos lanzamos.

Un conflicto vecinal

En aquel momento, Binéfar estaba gobernada por una minoría del PSOE respaldada por el PAR, aragonesistas de derechas. Una de las militantes de estos últimos, Mari Carmen Pérez, recibió la oferta de un promotor musical mientras despachaba en la perfumería que regentaba. La voz al otro lado fue tajante: "Ahora o nunca, tenéis que decidir ya". La oferta era de 6.500.000 pesetas (unos 40.000€), una minucia teniendo en cuenta a quién se estaba invitando y con las prisas aceptó sin contar con el resto del Ayuntamiento. Así añadieron un nombre encima del de Venecia: Binéfar (Spain).

Pero unos días después de aquella llamada todo estalló. Las fuerzas vivas encargadas del festejo se pusieron en contra de la decisión consistorial tomada a espaldas de sus intereses. El concejal del PSOE se levantó de su asiento, cruzó la plaza del pueblo y se acercó a uno de los bares que frecuentaba la juventud para preguntarles su opinión: "Preferimos a Sting". La polémica estaba servida. Solo los socios del PAR cerraron filas en torno a un evento que se acabó reivindicando por forma y no por mensaje. Cohen se acababa de convertir en un símbolo de la derecha aragonesa.

Cohen se acababa de convertir en un símbolo de la derecha aragonesa

Cuando los músicos salieron al escenario, solo se habían vendido la mitad de las entradas. El concierto fue bien, dos bises y la algarabía generalizada de quienes se agitaban engalanados entre el gallinero. Lo realmente interesante se seguía dando lejos de las bancadas. Los binefarenses amotinados se habían debatido hasta horas antes del recital entre ir a visitar a quien había sido aliado político y cultural; o continuar con el mismo aplomo con el que hasta ese momento se habían mostrado contra el cancionero del PAR. Quedando entre ambos una de las historias más excéntricas de la historia de la música en nuestro país.

Su autor recuerda a los cientos de seguidores, que sin atreverse a cruzar la vereda del recinto ferial, permanecieron en las inmediaciones. Eran los fans de Cohen, alineados con quienes habían propuesto el bloqueo, aunque pendientes de las canciones que habían formado parte de su historia sentimental, intentando escuchar a través del boicot.

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