Luis Díaz de Bustamante
Editorial: N de Novela
Año de publicación original: 2025
Para un director de una de las cuatro consultoras más importantes del mundo, su trabajo es lo más importante. Sobre todo porque está en el penúltimo escalón de su carrera profesional. Con dedicación, constancia y entrega absoluta puede tener una posibilidad como para que le hagan socio de la firma, lo cual significaría tener el presente y el futuro asegurado.
Nada puede ponerse en el camino de un ejecutivo: ni sus colegas, ni sus subordinados ni sus hijos, ni siquiera la muerte de su esposa
Por tanto, nada puede ponerse en su camino. Ni sus subordinados, a los que jamás tratará con cariño o comprensión, ni el resto de directores, que no son más que otros depredadores que compiten por la misma presa, ni sus responsabilidades familiares, por mucho que sean sus hijos. No le puede apartar de su camino laboral nada. Ni siquiera el fallecimiento de su esposa.
Eso es lo que le ocurre al protagonista de El viudo. Que, absorbido como está por su desarrollo laboral, por su destino en la firma para la que trabaja, se ve totalmente incapaz de gestionar la repentina muerte de su mujer. Un hecho trágico, fatal e inoportuno, que no solo le descentra totalmente de sus objetivos sino que, además, descoloca toda su vida hasta no tener claro cuáles son los pilares y qué es lo prescindible.
El escritor ejecutivo
Luis Díaz de Bustamante conoce bien ese mundo. Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, ha dedicado casi toda su vida adulta a trabajar para grandes multinacionales financieras, tratando de ser un ejecutivo de éxito, como hace el protagonista de su primera novela.
Luis Díaz de Bustamante quería hablar de esa masculinidad de emociones reprimidas que se vive en las grandes corporaciones
Sin embargo, tras la pandemia de COVID y una posible crisis de los 40, decidió darle un giro a su vida y dedicarse a lo que más le había gustado desde que era un niño: contar historias. Y la primera que quería contar tenía que ver con esa masculinidad de emociones reprimidas que se vive en los despachos de las grandes corporaciones.
Una manera de ser, sentir y vivir tan deshumanizada que no hay espacio para el dolor, la tristeza y mucho menos la depresión. Una pecera llena de tiburones donde las debilidades no se aceptan, se castigan. Y donde dudar es sinónimo de perder. En un entorno así, el protagonista de El viudo trata de seguir con su vida cuando su vida, como tal, se ha desmoronado.
Un duelo de humor negro
Con un formato casi epistolar, un eterno texto escrito a su terapeuta, esta voz va desenrollando la realidad de su vida. Desde el silencio sobe el desino de su madre que ha decidido mantener con sus hijos —pese al rechazo que esta decisión produce en la asistenta que convive con ellos—, hasta el momento clave que se vive en su firma, con el traslado de su jefa y la aparición de una nueva directiva, una antigua amante suya.
Tras esa capa de ironía se esconde una reflexión sobre el duelo y, sobre todo, un retrato mordaz de la masculinidad moderna
Su incapacidad para expresar sus emociones reales, su absoluto desconcierto y su negación constante, le llevan a situaciones tan rocambolescas que la novela se convierte en ocasiones en un relato de humor negro. Sin embargo, tras esa capa de ironía y ligereza se esconde una reflexión sobre el duelo y, sobre todo, un retrato mordaz de la masculinidad moderna. Una especie de Bridget Jones en masculino, como Díaz de Bustamante ha asegurado en alguna entrevista.
El resultado es tan adictivo como en la novela de Helen Fielding. Un ser humano llevado al extremo, puesto contra las cuerdas entre su devoción por el trabajo y los caminos que diseña el destino. Una situación tan inusual y esperpéntica que, como lector no te da otra opción más que seguir pasando páginas para ver cómo se desenreda de todos esos nudos o se hunde hasta el fondo atrapado en su propia red.
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