El plano muestra a Miqui Puig en una tienda de discos, interior día. La cámara observa al músico mientras él pasea con sus dedos por encima de las carátulas de los vinilos. Se detiene en algunos de ellos y, como un entomólogo concentrado, los estudia para devolverlos de nuevo a su hábitat. La cámara lleva ya un rato rodando pero Miqui no se ha dado cuenta. Levanta la cabeza para advertirla por primera vez y sonríe: "Avisadme porque puedo estar aquí un buen rato".
Ha sido cantante, showman, personaje televisivo, locutor, DJ y otras tantas cosas que le arrojaron la foto de la celebridad. Del "me suenas de tal o cual" o el aún más peligroso "te conozco". Le conozcan o no, hayan compartido discos, noche o vagón de metro a su lado, es muy posible que no sepan aún que él en realidad no pretendía ser Miqui Puig mientras hacía todas esas cosas.
Pero ocurrió, se convirtió en él. Y mientras lo hacía lo anotaba todo en su cuaderno. Ahora explica estas cápsulas, escritas por el Miqui de hace treinta años, apostrofadas por el de ahora. Del primero le separa la distancia, la tranquilidad, la estabilidad y sobre todo "el tiempo", esa palabra que Puig se detiene en pronunciar y que ejerce un influjo tan fuerte en Yo no quería ser Miqui Puig, su primer libro.
Seguimos en estas
Los días mejores, de los primeros éxitos de Los Sencillos, las editoriales de moda o los regalos caros. Pero también los días peores, en los que el personaje le pesaba y no conseguía deshacerse de él. En aquellos días también era Miqui Puig quien se encargaba de lidiar con las críticas más o menos constructivas, pero, sobre todo, con el odio que otros destilaban.
"Ahora se le llama gordofobia, pero en ese momento no tenía nombre siquiera"
"Ahora se le llama gordofobia, pero en ese momento no tenía nombre siquiera", explica el músico desde Ultra Local Records, una tienda de discos del Poblenou barcelonés, que desde 2012 se ha convertido en cuartel general de buena parte de la escena musical de la ciudad. "He llegado a escuchar cómo un dependiente le decía a un hombre que tendría que adelgazar para poder hacerse su traje de boda", explica con resignación el músico: "Seguimos todavía en estas".
Preparados para el fracaso
Como músico soportó desplantes pero también vítores. Aunque en Yo no quería ser Miqui Puig se lamenta de que nadie le preparase para lo de después, para lo que queda tras el aplauso. "En OT pusieron el grito en le cielo por decir que la mayoría de concursantes acabarían siendo mileuristas", y añade: "La mayoría de la gente que trabaja en la música tiene uno, dos o hasta tres trabajos para mantenerse".
No tiene rubor en reconocer su origen "obrero, de clase trabajadora, tengo muy claro lo que soy". Confiesa sorprenderse de que haya artistas pop "haciéndose fotos con políticos". Aunque le sorprende tanto que aquellos que empezaron su andadura al mismo paso, hoy hayan acabado con un "carnet del partido".
"Yo me presentaba como artista antifascista en épocas en que no se debía decir"
Sobre la última polémica en torno a la música de su ciudad, la de la participación del fondo proisraelí KKR en el Sónar, entre otros festivales musicales patrios, y el rechazo de parte de su cartel a participar en las ediciones financiadas por dicho fondo, también tiene opinión.
"Ahora que estamos viendo cómo los festivales se tienen que justificar con este tipo de cosas, yo llevo años saliendo al escenario y presentándome como "Miqui Puig, artista antifascista", incluso en épocas en que no se debía decir".
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