Historia. Mito. Leyenda... Cualquier cosa que se diga del Real Madrid, de este Real Madrid que ha creado Zidane para Europa, es poca. Parecía imposible ganar dos Champions seguidas, y más imposible parecía llevar la tercera consecutiva a la Cibeles, pero 'imposible' es una palabra que no existe en el diccionario madridista en el Viejo Continente. Los blancos mantienen su reinado, con una victoria por 3-1 ante un Liverpool peleón que se desvaneció con la lesión de Salah.

Ni falta de experiencia ni nada. Y mucho menos mostraron síntoma de nerviosismo alguno. Era su primera final, pero no era la primera final para el Liverpool. Ni tampoco para Jurgen Klopp. Los 'reds', a buen seguro espoleados por su historia y por el técnico alemán, pusieron contra las cuerdas a un Real Madrid que navegaba merced al ritmo de los británicos.

A uno rápido, que no permitía la más mínima relajación. Ni tampoco la ausencia de precisión. Y mucho menos unas conducciones y una lentitud que los de Zidane querían imponer pero que no impusieron. Mandaba el rojo en Kiev, y ni un atisbo de duda tenían en su fútbol los del Merseyside. Transiciones rápidas, pocos toques y electricidad arriba. Y de no ser por Keylor, y por Ramos al ponerse delante de un tiro de Firmino, les habría funcionado.

Sin Salah, el tigre rojo se convirtió en gato

Eran un tornado. Uno del que tan solo una acción de Cristiano se intentó escapar. Asustó el portugués con un fuerte disparo al Liverpool, pero el miedo llegó cuando Salah cayó al suelo. El hombro izquierdo. Ese fue el problema. Así fue cómo acabó una acción del egipcio con Ramos, con el principal peligro 'red' rumbo a vestuarios entre lágrimas y con su equipo perdido tras su marcha a partir de ahí.

'Salahdependencia' total la que mostró el cuadro de Klopp. Salió Lallana, pero no. Ni en ataque ni en defensa, el Liverpool fue el Liverpool que sí era con Salah. El Real Madrid se hizo con el balón, y con el control. Y también con las ocasiones, en especial una de Cristiano y de Benzema que acabó en gol bien anulado por el línea. También tuvo la suya Nacho, que entró al césped en sustitución de un Carvajal que dejó sus lágrimas en el verde de Kiev por una más que posible lesión muscular.

Bale - Karius, el día y la noche

Así son las finales. Intensas y duras. E imprevisibiles. Partidos que se deciden por detalles. Por concentración. Como le pasó al Atlético en Marsella con el primer gol de Griezmann. Y como pasó con el Real Madrid ante el Liverpool. Karius falló. Karius cometió un error que ni en infantiles. El alemán, directamente, le dio el balón a Benzema, que tan solo tuvo que poner el pie para el primero.

No paraba de protestar el arquero al árbitro de fondo, incluso cuando Mané anotó la igualada con un buen saque de córner de Milner y un fallo defensivo madridista. Sin Salah en el campo, se preveía locura. Y Zidane dijo 'sí' a ella. Isco fuera, justo cuando cerca estuvo del 2-1. Y Bale dentro. El galés, que bien podría estar tristón cuando se vio fuera del once, dejó un momento para la leyenda de la Champions.

Para levantarse y aplaudir, directamente. Para recordar como se recuerda el gol de Zidane ante el Bayer Leverkusen. El 11 se elevó en los cielos de Ucrania, de espaldas a la portería de Karius, y con su zurda puso de chile el balón directo en las mallas de los 'reds'. Impresionante. Increíble.

El Liverpool no creaba con claridad sin Salah en el césped, aunque no dio su brazo a torcer en ningún momento. Con lo que tenía en el campo, y con Mané de líder, puso su objetivo en el empate. Remató al poste el senegalés, pero la fluidez ofensiva era escasa. Con el paso de los minutos, la 13ª se acercaba a las vitrinas del Bernabéu.

Bale la llevó allí. Bale llevó a su equipo a vivir tranquilo durante los minutos finales. El galés completó su partido mágico, y Karius el suyo de pesadilla, con un 3-1 desde 25 metros que se comió el alemán de forma incomprensible. Día y noche para ambos, para el Real Madrid y para el Liverpool. Para llevar las lágrimas a Ucrania para todos.

La número 13 ya es del Real Madrid

Para unos de tristeza. Para otros de alegría. Alegría por ver, por tercer año consecutivo, a su Real Madrid levantar la Champions. Para seguir viendo a su Real Madrid como rey de Europa. Para ver como, de nuevo, los blancos escriben su nombre como campeón de la máxima competición europea a nivel de clubes. Ahora toca otro 'imposible': la cuarta consecutiva.