El Partido Popular tiene una forma clara de escoger a sus líderes. Fraga cierra definitivamente su etapa al frente de AP en 1990. Reconvierte a Alianza Popular en Partido Popular y pronuncia un discurso que marca a Aznar como su sucesor. En 2003 es Aznar quien elige a su sucesor. Históricamente, el sistema de renovación del PP es digital. El del PSOE es más democrático y más virulento.

Después de 23 años de liderazgo de Felipe González, Almunia es elegido secretario general del Partido Socialista. Pero esta vez, para elegir al candidato a la Moncloa, deciden innovar. Lo elegirán por primarias entre los militantes. Josep Borrell y Joaquín Almunia son los candidatos. Y sorpresa. Las bases votan contra sus jefes. Borrell gana.

Al final, la candidatura de Borrell se enquistó. Es Almunia quien se enfrenta a Aznar, fracasa y deja la secretaría general. La sucesión se resuelve en un Congreso. Y una vez más, los delegados del PSOE eligieron contra corriente.

12 años de zapaterismo desembocaron en otro congreso, esta vez en Sevilla. Aspirantes al trono, Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba. Dos años y tres fracasos electorales después, Rubalcaba tiene que dejarlo y son Madina y Sánchez quienes se baten.

La renovación interna en los partidos españoles no es sencilla. Las urnas están acelerando el proceso. 10 de las 13 Comunidades Autónomas que han celebrado elecciones pueden  cambiar de presidente. 16 de las 20 ciudades más pobladas de España van a cambiar de alcalde. ¿Serán capaces los partidos tradicionales de adaptarse y sobrevivir? ¿Lograrán contener con sus cambios el impulso de los partidos emergentes?