Con la formación del nuevo Gobierno, muchas eran las incógnitas que quedaban en las mentes de los españoles, sobre todo en temas de educación, sanidad y empleo. Los ciudadanos sabían que sufrirían cambios, pero desconocían la dimensión de las políticas propuestas por los ministros.

Ahora, casi dos años después, esas políticas se están convirtiendo en realidades, al igual que sus consecuencias. Fátima Bañez, ministra de Empleo y Seguridad Social debía creer que nuestro país vivía entre tinieblas laborales. Sin emabrgo, el presente no es mucho más claro. Para ella, vivíamos en una coyuntura de incertidumbre, de destrucción de empleo, y que en definitiva, no funcionaba. Ahora tocará evaluar los cambios que ella propone.

Ahora, la actitud de Báñez ha cambiado. Está emocionada, tal y como ella comentaba: "No es tiempo para complacencias, pero sí para la ilusión". Una conducta propiciada por la nueva cultura de empleo que la reforma laboral ha traído.

Según ella, somos más competitivos, más fiables en los mercados internacionales e incluso ha evitado la destrucción de hasta 225.000 peustos de trabajo. Datos sorprendentes, que chocan forntalemnte con las cifras siempre gélidas del paro y de los ERE.

La ministra debe ser la única española que piensa que las empresas sólo recurren al despido como última opción. Sin embargo, como ha ocurrido en Azuqueca de Henares, los problemas se han trasladado a los empleados. "Nos han dado a elegir entre la mano y el brazo, hemos optado solo por el brazo". Y es que los trabajadores han accedido a reducir sus sueldos entre un 15 y un 50% para evitar el cierre de la empresa.

La reforma de la ministra también contempla el acceso de los jóvenes a la formación y el empleo, pero la realidad es que con una tasa del desempleo en menores de 25 años tan sumamente elevada, hay que ser muy ingenioso para intentar conseguir un trabajo.

Diferentes puntos de vista entre la persona que intenta promover cambios, y los ciudadanos que se ven afectados al acatarlos.