En su momento, Manuel Vázquez Montalbán bautizó la ayuda política del Vaticano como ayuda del Séptimo de Caballería Celestial; una manera socarrona de identificar al obispo de Roma con el regimiento yanqui que sofocaba rebeliones de indios Sioux.

Bien mirado, no le faltaba lógica a Vázquez Montalbán, pues el Papa Santo de Roma igual bendice gobiernos que hace milagros en las urnas. Si echamos la vista atrás nos encontramos con Karol Wojtyła y su primera visita a España, pocos días después de que el PSOE ganara las elecciones del 82. Aunque la propuesta de un Estado laico nunca estuviese en los planes socialistas, Felipe González se comportó como si así fuera. Su gesto enfurruñado en las fotos de la recepción al Papa no fue otra cosa que disimulo ante la opinión pública.

En el fondo, Felipe González sabía que el Papa polaco había venido a España a bendecir al nuevo gobierno. Porque las políticas neoliberales que el PSOE iba a llevar a cabo serían acordes al mandato del pontífice. Recordar que Wojtyla formó parte -junto a Reagan y Thatcher- de la Santísima Trinidad del neoliberalismo occidental de la época. Aquella fue la primera visita de Wojtyla a España.

En su última visita, a primeros de mayo del 2003, Wojtyla besó el suelo de Madrid y proclamó cinco nuevos santos españoles además de congregar a una multitud de jóvenes en Cuatro Vientos. Pero su verdadera misión fue la de dar las elecciones a Aznar o, mejor dicho, a su candidata a la Comunidad de Madrid. Con todo, el Séptimo de Caballería Celestial no anduvo muy fino, y Esperanza Aguirre tuvo que que montar el Tamayazo, uno de los capítulos más vergonzantes de nuestra democracia.

El Vaticano siempre anduvo muy cerca de la política institucional de nuestro país, tanto es así que la ministra Yolanda Díaz pidió audiencia al Santo Pontífice y el Papa Francisco se la concedió el otro día. Con ello, Yolanda Díaz sabe que tiene ganado un cachito de cielo electoral, el mismo cachito que Pedro Sánchez tiene perdido, valga la metáfora celestial.

Porque Yolanda Díaz, con la bendición del Papa, tiene las encuestas a su favor, y las urnas lo van a demostrar en las próximas elecciones generales, un referéndum que si Pedro Sánchez tarda en convocar, lo hará por el placer de alargar su agonía. Porque el juego de la política funciona con reglas idealistas desde el preciso instante en que la política institucional depende del mercado de votos. Eso lo sabía Vázquez Montalbán y tal vez lo sepa Miguel Ángel Rodríguez, el gurú de Ayuso que ha sido capaz de conquistar los votos tabernarios de Madrid con la consigna simplona de su campaña.

Pero Miguel Ángel Rodríguez no va a ser capaz de evitar que, tras la sexta ola del COVID, la presidenta de Madrid se convierta en un cadáver político. Tal vez me equivoque, pero tal y como se presenta la pandemia, Ayuso va a ser otra víctima más de este juego sucio donde el Papa Santo de Roma ya ha elegido candidata para nuestro gobierno. Si Vázquez Montalbán levantara la cabeza, alucinaría sólo de ver en qué se ha transformado la Aznaridad, el Felipato y, por qué no, el Séptimo de Caballería Celestial.