Una mujer disfrazada de sanitaria roba un bebé en una maternidad y pocas horas después es detenida después de acudir a una farmacia para comprar enseres para el recién nacido, al que abandonó frete a un domicilio. La investigación apunta a que la secuestradora, que había fingido su embarazo, tiene graves problemas mentales.

Ocurrió hace unos días en Bilbao, pero en los últimos treinta años recuerdo al menos una docena de casos idénticos en distintos hospitales españoles. Todos con los mismos denominadores comunes: la fuga de la raptora dura unas pocas horas, los bebés no sufren ningún daño y las mujeres que cometen estos delitos no están en sus cabales. Uno comprende la indignación de la familia a la que robaron a su hijo, pero la decisión del juez encargado del caso de Bilbao de ponerla en libertad es absolutamente ajustada a la ley y llega, con toda seguridad, precedida de la garantía de algún familiar que velará para que la mujer no se vuelva a acercar a una maternidad y sea tratada por profesionales de la salud mental.

Sólo recuerdo una terrible excepción en esta casuística: Isabel Marcos Maceiras creó en el verano de 2002 la ficción de que había sido madre. Presentó a sus amigos y conocidos a su bebé, pero la realidad es que ese niño era el hijo de Vanessa Lorente, una amiga de Isabel a la que ésta asesinó y enterró en la finca familiar de Fene (A Coruña) con la ayuda de sus padres. Isabel Marcos actuó con una premeditación y una crueldad que poco tienen que ver con la secuestradora de Bilbao. Tanta que fue condenada a veintiocho años de prisión, sin que los tribunales encontrasen una sola atenuante en su comportamiento: Isabel comenzó a fingir que estaba embarazada cuando se enteró del embarazo de su amiga Vanessa, a la que sedó antes de matarla a golpes, enterrarla en cemento en su finca y quedarse con su bebé durante cuarenta días, lo que tardó la Guardia Civil en detenerla.