Este viernes no he estado en Al Rojo Vivo, no por el merecido descanso que se suele decir, sino porque la verdadera pasión de Semana Santa es salir y entrar de Sevilla. He elegido salir, con destino desconocido. Ahí dejo mi ciudad para disfrute de propios y forasteros.

Andalucía es estos días una isla electoral, con tanto tambor y cornetas no nos enteramos de lo que pasa. El santoral nos ha ofrecido una oportunidad y un descanso. Lo que sufre la península e islas, ya lo sufrimos aquí por diciembre; lo mismo: agresividad,crispación, disparates y mucha Catalunya. Y Euskadi.

Típicos y tópicos, por supuesto. El presidente Moreno Bonilla, malagueño, se descose por atender a pasos y tronos. El fajín de Franco resucita un tiempo que parecía superado, los cantores de 'El novio de la muerte' se han quedado sin actuación. Una hermandad decente les ha pedido que se abstengan. Dice Moreno Bonilla que ellos siempre apoyarán la Semana Santa. Que se de una vuelta por Málaga y Sevilla, a ver de qué peligro alerta.

La semana pasada me vine de Madrid con una encuesta presentada en ARV, muy parecida a todas, incluida la de Tezanos, ahora que no me lee Ferreras. El PSOE empuja, incluso la media de las encuestas -con la publicada días después en un gran trabajo de Kiko Llaneras en El País- lo pone cerca de los 130 escaños y con el bloque de las derechas sin posibilidades de gobernar. Con esa encuesta y con el buen sabor de pensar en un debate a cinco, con la extrema derecha incluida.

No ha podido ser, la Junta electoral ha dicho que no, pero quién sabe, a ver si va a ser como lo de los lacitos. Algo falla en nuestra legislación electoral, como para que no se puedan combinar bien los intereses de los medios privados y las obligaciones de los medios públicos, todo con lo fundamental: el derecho de los electores a ser informados verazmente y, desde luego, viendo a cada uno de los aspirantes a representarlos. Las audiencias no pueden ser las determinantes de un proceso electoral pero tampoco la disminución de derechos, de acuerdo con unas normas claras y consensuadas, cuando no haya elecciones de por medio.

El chaparrón amaina para Pedro Sánchez por no haber querido debatir en la televisión publica pero le cae otro, ahora por ir a un debate a cuatro en TVE.

Todo por Vox. Gran debate; me gustaría saber qué hubiera pasado si la formación de extrema derecha no hubiera metido tanta gente en aquel mitin de Madrid y no se hubiera beneficiado de la abstención castigo de la izquierda en Andalucía. La extrema derecha ha venido para distorsionarlo todo, empezando por la propia derecha -PP y Ciudadanos- a la que devora. Amenaza al sistema de libertades que, con errores y altibajos, ha conseguido que salgamos de la España en blanco y negro del franquismo. Ha conseguido crispar los debates ante la incapacidad de las derechas de plantarse y de las izquierdas de construir un relato, incluido el territorial propio, que no espante a nadie. También ha devuelto al periodismo a la facultad a repasar los apuntes de libertad de expresión, de información e imprenta y hasta de democracia.

Si el problema era si estaba o no la extrema derecha -por los corsés de la ley electoral- había solución: que no fuera Vox, de acuerdo, pero podría estar: bastaba con que Cayetana Álvarez de Toledo asistiera, con permiso de Pablo Casado.