Un grupo de personas únicas está ayudando a la ciencia a desentrañar uno de sus grandes enigmas: cómo mantener el cerebro joven a edades avanzadas. Son los llamados superancianos, mayores de 80 años cuyo rendimiento cognitivo es comparable al de alguien tres décadas más joven.

Desde el año 2000, tras 25 años de seguimiento, han tratando de descifrar las claves de los cerebros indestructibles al tiempo de los ‘superancianos’, a través del seguimiento a 290 participantes y de las autopsias de 77 cerebros donados.

Cerebros que se resisten al tiempo

El término superanciano fue acuñado a finales de los 90 por Marsel Mesulam , fundador del Centro Mesulam de Neurología Cognitiva y Enfermedad de Alzheimer. La definición es clara: personas con memoria y habilidades sociales excepcionales para su edad, capaces de rendir como adultos de 50 o 60 años en pruebas de recuerdo y otras funciones cognitivas.

Según Sandra Weintraub, investigadora de psiquiatría en Northwestern y coautora del estudio publicado en Alzheimer’s & Dementia, estos perfiles “desafían la creencia de que el deterioro cognitivo es inevitable con el envejecimiento”.

La importancia de las relaciones sociales

Los 290 participantes estudiados desde el año 2000 presentaban estilos de vida y rutinas de ejercicio físico muy diferentes, pero coincidían en un punto clave: mantenían relaciones interpersonales sólidas. Para los investigadores, este factor social podría ser tan relevante como la genética a la hora de proteger el cerebro.

El análisis postmortem de 77 cerebros donados ha revelado estructuras y rasgos celulares característicos. A diferencia del envejecimiento normal, la corteza (la capa externa del cerebro) no mostraba adelgazamiento significativo, manteniendo una estructura “juvenil” implicada en la toma de decisiones, las emociones y la motivación.

Además, los superancianos contaban con un mayor número de neuronas de vonEconomo, relacionadas con la empatía y la cognición social, y con neuronas entorrinales de mayor tamaño, esenciales para la memoria.

Algunos cerebros presentaban proteínas amiloides y tau, vinculadas a la enfermedad de Alzheimer, mientras que otros no desarrollaban ninguna. Sin embargo, incluso en presencia de estas proteínas, el rendimiento cognitivo se mantenía. “O bien no producen placas y ovillos, o bien su cerebro es capaz de neutralizar sus efectos”, apunta Weintraub.

Próximos pasos: proteger más cerebros

El equipo de Northwestern seguirá estudiando a estos mayores excepcionales para identificar los factores biológicos y conductuales que blindan el cerebro frente al envejecimiento. El objetivo: diseñar estrategias para prevenir o retrasar enfermedades como el Alzheimer o la demencia.

Los investigadores insisten en la importancia de la donación de cerebros para avanzar en este campo y acercarse, cada vez más, a descifrar el misterio de la longevidad cognitiva.