Ya existen dos propuestas iniciales. La primera consiste en priorizar a los trabajadores de la salud y las poblaciones de alto riesgo, como las personas mayores de 65 años. La segunda, defendida por la OMS, sugiere que los países reciban dosis proporcionales a sus poblaciones.

Ambas estrategias podrían tener "fallos graves", según un artículo dirigido por Ezekiel J. Emanuel, vicerrector de Iniciativas Globales y presidente de Ética Medica y Política de Salud de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania, en Estados unidos.

Para los autores de este artículo, deberían tenerse en cuenta tres factores fundamentales a la hora de distribuir la vacuna entre los diferentes países: beneficiar a las personas, limitar el daño, priorizar a los desfavorecidos y dar igual preocupación moral a todos los individuos.

El Modelo de Prioridad Justa aborda estos valores enfocándose en minimizar tres daños causados por el Covid: muerte, consecuencias indirectas para la salud y destrucción económica.

Sin embargo, el plan de la OMS comienza con el 3 % de la población de cada país y continúa con una asignación proporcional hasta que se haya vacunado el 20% de los ciudadanos de cada país.

Los autores del estudio consideran que esta estrategia, "políticamente sostenible", "asume erróneamente que la igualdad significa tratar de manera idéntica a países en situaciones diferentes".

También destacan que la inmunización preferente a los profesionales de la salud, que ya se encuentran protegidos con EPIS y otros métodos de prevención de enfermedades, probablemente no reduciría el daño en los países de ingresos más altos.

Los autores concluyen que el Modelo de Prioridad Justa es la mejor encarnación de los valores éticos basados en limitar daños, beneficiar a los desfavorecidos y reconocer la misma preocupación por todos los seres humanos.