En un comunicado, la SEE alerta de que la combinación entre incendios de gran magnitud, deforestación y cambio climático constituye una amenaza real y creciente para la salud pública y que, independientemente del origen de los fuegos que han calcinado centenares de miles de hectáreas en España, el cambio climático incrementa su intensidad y complica las labores de extinción. De hecho, recuerdan los epidemiólogos, los incendios forestales aumentarán un 30 % para 2050 y un 50 % para fin de siglo debido a la crisis climática, según un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Efectos del humo en la salud

Más allá de las consecuencias inmediatas y visibles de estos incendios, desde los daños materiales y personales a las muertes directas e indirectas, los desalojos y confinamientos o la pérdida de biodiversidad, el humo está vinculado con un mayor riesgo de mortalidad por problemas respiratorios y cardiovasculares. Además, estas emisiones contienen partículas tóxicas que pueden llegar a miles de kilómetros de distancia y cuyos efectos se han relacionado con ingresos hospitalarios, partos prematuros e incluso bajo peso al nacer, a lo que hay que añadir el riesgo de seguridad alimentaria y malnutrición, el acceso a agua potable y el peligro que acarrean para personas que trabajan al aire libre o en la propia extinción de los fuegos.

La SEE también señala que catástrofes como incendios, las inundaciones y olas de calor pueden afectar también a la salud mental; en el caso concreto de los incendios, contribuyen a la despoblación en zonas ya muy afectadas por ello, lo cual impacta directamente sobre la salud, como desplazamientos y desarraigos, pérdidas sociales o menor acceso a servicios asistenciales sanitarios, entre otros efectos.

Medidas urgentes para colectivos de riesgo

En este contexto en el que este tipo de catástrofes irán en aumento, la SEE subraya la importancia de contar con herramientas y planes de actuación que integren la perspectiva de salud pública. De ahí que haga un llamamiento a reforzar, desde esta perspectiva de salud pública, l a vigilancia, la prevención y la atención de la población con mayor riesgo, es decir, mayores, niños, personas sin hogar o en riesgo habitacional o con enfermedades crónicas, cuya atención "debe ser una prioridad, garantizando el acceso a medicamentos, alimentación adecuada y apoyo psicológico", subraya.

Para ello, es primordial contar con profesionales formados en epidemiología de campo y respuesta ante emergencias sanitarias para lograr actuaciones rápidas y eficaces que permitan proteger la salud pública y mitigar el impacto de estos fenómenos en la ciudadanía. Todo ello desde un enfoque de Salud Global (‘One Health’) y sin olvidar la importancia de invertir en la prevención, la profesionalización de los equipos de intervención y la educación y sensibilización ciudadana.