La mamografía es la prueba de "despistaje" más habitual para detectar el cáncer de mama. Los expertos recomiendan no hacerse mamografías con intervalos menores a un año, salvo que haya alguna alteración específica que haya que observar.
En pacientes muy jóvenes la rentabilidad de la prueba es más baja porque la mama es densa y se ve peor. Además, hay algunas alteraciones genéticas poco habituales en las que las radiaciones deberían evitarse, y en estos casos se debería valorar si hacer la mamografía o no.
La mamografías deben realizarse dependiendo de diversos aspectos. En caso de tener antecedentes familiares de cáncer de mama, se debe valorar individualmente cada caso, y así se recomendarán antes de tiempo o no. La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) indica que las mujeres en edad de riesgo, entre 50 y 65 años, deben realizarse mamografías cada dos años, aunque no presenten síntomas.
En cuanto a las mujeres con menos de 40 años y con riesgo elevado de cáncer de mama será su ginecólogo quien le recomiende la realización de la mamografía y su periodicidad. Además, aconseja la mamografía para cualquier mujer que tenga algún síntoma y se lo mande su médico.
Por otro lado, hay dos consideraciones importantes relacionadas con los efectos secundarios de las mamografías: el estrés y la ansiedad, que pueden aportar a las pacientes las alteraciones encontradas que, en la mayoría de los casos, estarán ante una tumoración o patología benigna.
Su abuso podría incluso aumentar levemente el riesgo de cáncer de mama, como sucede cuando se hacen cada seis meses durante muchos años.