"Es una equivocación total", advierte Jordi Salas-Salvadó, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad Rovira i Virgili, en una entrevista con EFE Salud. A su consulta, afirma, llegan muchas personas que buscan adelgazar "sin esfuerzo", algo que considera incompatible con una pérdida de peso saludable y sostenible.
Un uso irracional de los fármacos
El investigador reconoce la utilidad de estos medicamentos y su potencial para ayudar a quienes realmente los necesitan, pero insiste en que no deben usarse sin supervisión ni sin acompañarlos de hábitos saludables. "No está indicado tomar el fármaco sin dieta y ejercicio físico", subraya Salas-Salvadó, también director del programa de Nutrición del CIBERobn. Antes de recurrir a ellos, explica, es fundamental intentar alcanzar un peso saludable mediante cambios en el estilo de vida.
Además, recuerda que estos fármacos pueden provocar náuseas y reducir el apetito, lo que facilita el déficit calórico; sin embargo, si no se cuida la alimentación, esto puede derivar en sarcopenia; la pérdida severa de masa y fuerza muscular, especialmente en personas con obesidad o edad avanzada. Otro riesgo es el efecto rebote, al dejar el medicamento, quienes no han cambiado sus hábitos tienden a recuperar el peso perdido.
La dieta mediterránea, la gran aliada
Entre las distintas estrategias nutricionales para combatir la obesidad, la evidencia científica señala con mayor fuerza a la dieta mediterránea, la cual es rica en frutas, verduras, legumbres, pescado, frutos secos y aceite de oliva. Según Salas-Salvadó, es el patrón alimentario más eficaz y seguro para acompañar estos tratamientos. Incluso puede ser necesario suplementarla con proteínas, vitaminas y minerales en función del grado de restricción calórica que produzca el fármaco.
En la reciente reunión de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), celebrada en Toledo, se reafirmó que una dieta mediterránea ligeramente hipocalórica, combinada con ejercicio regular, es la mejor estrategia para perder peso con salud. Además de ayudar en el control de la obesidad, ha demostrado beneficios en diabetes tipo 2, riesgo cardiovascular y cáncer de mama, tal y como reflejan grandes estudios como Predimed 1 y Predimed Plus.
Recuperar la alimentación de nuestras raíces
La adherencia a este patrón alimentario se mide con una escala de 14 puntos. Según el profesor, quienes mejor se ajustan a él son personas a partir de 55 años, especialmente mujeres, con mayor nivel educativo y económico. El experto insiste en la importancia de educar en hábitos saludables desde la infancia, tanto en las escuelas como en casa.
"Vivimos con prisas, hemos abandonado la cocina tradicional y se ha triplicado el consumo de ultraprocesados en dos décadas", lamenta. Una tendencia que, además de afectar a la salud, repercute en el medio ambiente. La mala alimentación, recuerda, puede incluso transmitirse entre generaciones debido a mecanismos epigenéticos, algo que ya se ha observado en estudios con animales.
¿Y el ayuno intermitente?
Salas-Salvadó participó en una revisión publicada en el British Journal of Medicine sobre los efectos del ayuno intermitente. La conclusión es que solo algunas variantes presentan un pequeño beneficio a corto plazo, y no existen estudios sólidos que avalen su eficacia a largo plazo. Por ello insiste en que la única estrategia con evidencia robusta para perder peso de forma sostenida es la dieta mediterránea ligeramente hipocalórica, acompañada de ejercicio físico regular.