La historia de Kerouac es la historia de una reinvención.

El joven Jack, nacido y crecido en una familia de clase media de Massachussets, de ascendencia canadiense, alto, guapo, fuerte e increíblemente dotado para el fútbol americano, consiguió una beca para jugar como running back en tres grandes universidades de primer nivel: Boston College, Notre Dame y Columbia, donde decidió inscribirse.

La lesión que cambió la literatura

Pero en su primer curso se rompió la rodilla. Una lesión que, a principio de los años 40, no tenía solución, te retiraba. Deprimido, sin propósito en la vida y con la ausencia de una figura paterna que le guiara -su hermano mayor murió de unas fiebres cuando solo tenía 9 años, hecho que llevó a su padre a la bebida primero y a abandonarles después-, Kerouac se dedicó a vagar por las instalaciones de Columbia.

Jack Kerouac como jugador de fútbol americano
Jack Kerouac como jugador de fútbol americano | Columbia University

Se aficionó a ir a la biblioteca. Y un día, en la puerta de la misma, conoció a un tipo extraño, con pinta de loco. Se llamaba Allen Ginsberg y le abrió la puerta al otro lado de la vida. Una vida diferente, llena de excesos y de libertad. Le presentó a William S. Borroughs, un erudito y drogadicto homosexual, mucho mayor que ellos, que les aconsejaba lecturas de todo tipo a la par que les conseguía sustancias psicotrópicas.

La ruptura beat

Y dejar de ser el chaval responsable, de clase media, que considera que triunfar en el deporte, el trabajo y el amor es alcanzar el éxito, y empezar a recorrer un camino sin destino fijado, solo por el hecho de vivir experiencias, era una puerta que, después de la Segunda Guerra Mundial, millones de jóvenes americanos estaban deseando cruzar. Liberarse de las ataduras, de rigores sociales, y empezar a ser ellos mismos, libres y rebeldes.

Kerouac se enroló en la marina mercante, conoció Groenlandia y escribió un libro bastante malo sobre ello que nadie quiso publicar. Después cruzó el país de costa a costa varias veces, a lo largo de dos años espídicos, saltando de club de jazz en club de jazz, marcando su propio beat, haciendo infinitas amistades, conociendo a decenas de mujeres de las que se enamoraba perdidamente para olvidarlas poco después, bebiendo sin parar y fumando hasta perder el conocimiento. Y cuando terminó ese viaje comenzó otro, que le llevó hasta México, con un ritmo semejante, en compañía de su inseparable amigo Neil Cassady.

'En el camino', el relato de un loco

Al terminar esa etapa se instaló en Nueva York de nuevo. Le pidió a un amigo que trabajaba en el Times que le consiguiera un rollo de papel continuo, del que recibía los teletipos de las agencias en las redacciones de entonces. Lo encajó en su máquina de escribir y, en 1951, durante noche y día, se puso a escribir de manera automática todo lo que había vivido a lo largo de aquellos años sin ley, en los que bajaban las montañas con el motor apagado para no gastar gasolina y apuraban las noches hasta prenderlas con la luz del día.

Y como su padre, acabó sus días antes de tiempo, solo, enfermo y triste.

El resultado es una obra imprescindible para quien quiera vivir la vida a tope. Un manual del exceso de una calidad literaria limitada, pero de una calidad humana descomunal. Una ventana al interior de la juventud, en la que muchos quisieron ver su propio destino. 'En el camino' fue el guion de la Generación Beat, la antesala del movimiento hippie y eso le convirtió en un mito del que no pudo ni supo salir -escribiendo decenas de libros que jamás llegaron al nivel de aquel- y del que quiso huir toda la vida. Sobre todo por el camino de la bebida, como su padre. Y como su padre, acabó sus días antes de tiempo, solo, enfermo y triste.