Apenas siete mujeres artistas cuelgan de las paredes del Museo del Prado. ​En total, son 33 las pintoras que se incluyen en la colección, la mayoría recluidas a los almacenes. Frente a ellas hay 5.000 pintores. Peio H. Riaño alude a las razón de esta diferencia, ''Ellas no tienen calidad, ellas no existen", algo que le indigna. Por eso, ha escrito un libro sobre el tema, 'Las invisibles' (Capitán Swing, 2020), en el que reclama un discurso feminista de la historia del arte, ya que ''el museo no está contextualizado en la dimensión política, social y económica del momento en el que se pintaron las obras". Pero esto no es una demanda nueva, Peio lo sabe y eso le molesta aún más.

Valie Export y el "pánico genital"

Ya en los setenta comenzaron a oírse las primeras demandas. Una de esas voces fue la de Valie Export y su "pánico genital", Una performance en la que irrumpió en una proyección de videoarte vestida como una guerrillera, con unos pantalones que dejaban al aire su pubis. El sentimiento de incomodidad que generó en los asistentes no hizo sino señalar la hipocresía de la obra artística.

El cuerpo como campo de batalla

Porque, ¿tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en los museos? ​Las Guerrilla Girls se hicieron esta misma pregunta y centraron toda su obra en dar a conocer los datos que así lo demostraban. La mujer reclamaba su espacio en el museo no como musa, sino como artista. Por eso su cuerpo ya no pertenecía al hombre. Ahora era un campo de batalla, el de la guerra por la emancipación de la mirada masculina. Lo que equivaldría a subir una "escalera con clavos", ese fue el símil que Gina Pane reflejó en una performance en la que subía literalmente dicha escalera.

Peio nos recuerda en 'Las invisibles' todas esas voces para que sean por fin atendidas. Al fin y al cabo de los museos depende: las obras no cambian, el discurso que se construye en torno a ellas sí. ​