Ana Milán es la amiga que no sabíamos que necesitábamos hasta que un día el mundo se paró y ella decidió entretenernos con sus movidas. Y qué movidas. Hay que tener mucho arte para atreverse a abrirse en canal ante miles de desconocidos y contar el día que se equivocó al llamar a su ginecólogo y le acabó contando a su portero sus problemas vaginales, o como cuando llamó a un número preguntando por María Guerrero sin darse cuenta de que estaba llamando al teatro que lleva su nombre.

Ana Milán, a pelo

En este año tan raro, tan profiláctico, que Ana Milán se nos haya entregado a pelo ha sido, quizá, lo mejor que nos podría pasar.

Cada día su directo en instagram era una master class de vida. Ahora les confieso que un día seguí ese consejo de declararse siempre porque qué es lo peor que nos puede pasar, y al policía al que le dije que le quedaba muy bien el uniforme no le entusiasmó tanto como a mí, pero es verdad, no perdí nada intentándolo.

"Yo solo quería que el invierno pasara, que se marchara ese frío que te tatúa los huesos de errores cometidos"

Entre anécdota y anécdota, Ana Milán nos contaba cuentos, pequeños relatos e historias que había publicado unos años antes. Porque sí, también escribe. 'Voy a llamar a las cosas por tu nombre' (La esfera de los libros, 2016) es su segundo libro y se reedita ahora de nuevo para que descubran que Ana Milán es una y muchas a la vez.