Compramos productos locales, nos desplazamos en bici, reciclamos... Todo para reducir nuestra huella de carbono. Pero, ¿qué es eso de la huella de carbono?

"La petrolera British Petroleum le pidió a una agencia de comunicación que pensara en un término que individualizara la responsabilidad de las emisiones de CO2", cuenta el periodista francés Mickaël Correia. "Lo que pidió la petrolera es que se reorientara la responsabilidad de la crisis climática de las empresas hacia las personas. Y por eso este concepto de huella de carbono es perfecto".

"La petrolera BP pidió un término que individualizara la responsabilidad de las emisiones de CO2"

Eso no quiere decir, como explica Correia, que los ciudadanos debamos dejar de tomar medidas. "Es cierto que disminuir el consumo de carne disminuye mucho nuestro impacto en la Tierra, pero no hay que centrarse solo en nuestra responsabilidad porque no todos tenemos la misma", señala. "Una persona muy pobre no tiene el mismo impacto que alguien muy rico. No consume de la misma forma, no se desplaza de la misma manera. Es la estructura social en la que vivimos la que es responsable del caos climático".

La realidad es que cien empresas son responsables del 71% de las emisiones de gases de efecto invernadero imputables al hombre desde 1988. Y con el concepto de huella de carbono, han conseguido que hablemos solo de nuestra parte del trabajo, pero no de la que debe hacer, por ejemplo, Amin Nasser, el rey del petróleo.

La siniestra trinidad

Nasser es el dueño de la compañía saudí Aramco, la petrolera más grande del mundo. Acostumbrado a participar en grandes conferencias, transmite la sensación de ser un hombre tranquilo y cercano. "Parece alguien muy modesto, incluso discreto", dice Correia. "Pero bajo esas gafitas hay una persona cínica, extremadamente fría, que se jacta en decir que él no tiene ningún problema en explotar hasta la última gota de petróleo de la Tierra".

Aramaco, que posee el 10% de las reservas de crudo a nivel mundial, es una de las tres multinacionales señaladas por el periodista Mickael Correia en su libro Criminales climáticos. "Estas empresas, de aquí a 2030, van a aumentar su producción de petróleo, gas y carbón un 20%. Es como si estuviéramos en una autopista, y en lugar de frenar o parar, estuvieran pisando todavía más el acelerador".

La 'siniestra trinidad de los combustibles fósiles', como la llama el autor, la completan China Energy, la mayor productora de carbón del mundo, y Gazprom, la gran arma energética de Putin, con la que abastece de gas, todavía, a la Unión Europea. "Lo que más me preocupa es que, mientras deberíamos estar cerrando las centrales de carbón, como dice la ciencia, hay un gigante chino que pertenece al Estado que sigue construyendo este tipo de centrales por todo el mundo".

En cuanto a Gazprom, Criminales climáticos tiene algo de profético. Se publicó justo antes de la guerra entre Rusia y Ucrania, y en sus páginas ya se advertía del inmenso poder ruso. "Putin tenía un arma de guerra energética muy potente. Desde que la Unión Europea liberalizó el mercado del gas –continúa el periodista– Gazprom ha tocado a la puerta de todos los países ofreciendo sus servicios". Muchos accedieron, y "cuando Rusia dejó de abastecer de gas a Europa resultó catastrófico".

Gazprom –empresa estatal, como la otras dos mencionadas anteriormente–, posee el mayor sistema de oleoductos del mundo: 175.000 kilómetros, suficiente para dar cuatro vueltas al planeta. Ha desplegado sus tentáculos por toda Europa, lo está haciendo también en China, su próximo mercado, y ya está en el polo norte. "Hay una idea de colonizar nuevos territorios para conseguir más gas. A pesar de que la comunidad científica ha advertido de que debemos dejar el gas bajo tierra para frenar la crisis climática, Gazprom ya lo está extrayendo en el polo norte, donde hay reservas hasta el año 2100. Es una bomba climática", denuncia Mickaël Correia.

Cómo frenar a los criminales climáticos

¿Cómo se obliga a las multinacionales de Estados no especialmente democráticos a respetar el planeta? "Hay que alertar a los ciudadanos", dice el periodista. "Necesitamos, más allá de las cumbres climáticas , acuerdos internacionales que obliguen a estos Estados y empresas a disminuir las emisiones de gases invernaderos".

"Hay que forzar al poder político a regular la actividad de los gigantes del petróleo, del gas y del carbón"

Hasta ahora, desde las COP han sido incapaces de afirmar que hay que poner fin al petróleo y los acuerdos "son más bien simbólicos". Así que, el debate ahora es otro: "Se está planteando si hay que reformar las grandes instituciones económicas como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional para que integren la crisis climática y que puedan regular la economía en función de ella", explica Correia.

Mientras tanto, "hay que seguir con los esfuerzos ciudadanos" e impulsar "batallas jurídicas". "Hay que forzar al poder político a regular la actividad de los gigantes del petróleo, del gas y del carbón", concluye el autor de Criminales climáticos.