John Connolly
Traductor: Vicente Campos González
Editorial: Tusquets
Año de publicación original: 2025
Veintidós novelas después, Charlie Parker sigue respirando con nosotros: no como un héroe impoluto, porque nunca lo ha sido. Parker respira como un hombre que, entre sorbos de café y largas noches en vela, lleva en el pecho un puñado de cicatrices y la determinación de buscar justicia donde otros solo ven sombras.
En Los mensajeros de la oscuridad, John Connolly nos invita a acompañarlo una vez más, en esta ocasión tras la pista de un niño de dos años desaparecido y de un mal que anida tanto en los tribunales como en las grietas de una vieja mansión de Maine.
Sentenciada antes de tiempo
La trama se despliega en un barrio aparentemente apacible de la ciudad estadounidense de Portland, donde la madre del pequeño, Colleen Clark, se convierte en blanco de acusaciones y linchamiento mediático. Todo el mundo da por hecho que ella le ha matado.
Parker, cuya reputación ya es leyenda, accede a ayudarla por pura humanidad. Esa es una de las principales virtudes del personaje. En muchas de las entrevistas que Connolly ha dado a lo largo de los años siempre ha reconocido que su Charlie Parker es eminentemente empático. Esa convicción define cada paso que da el detective.
Charlie Parker respira como un hombre con cicatrices emocionales y la determinación de buscar justicia donde otros solo ven sombras
A medida que deshilvana la madeja, Parker tropieza con abogados que utilizan cada palabra como si fuera una bala, fiscales ávidos de titulares y un grupo de fanáticos políticos que ven en el caso un arma de propaganda. Pero el eco más inquietante proviene de los bosques de Maine, donde una mansión silenciosa parece albergar secretos tan antiguos como la superstición misma. Las paredes crujen con historias que no son solo del pasado: son fantasmas que empujan, advierten y retan a la cordura.
Una ambientación oscura
En el fondo de esta investigación late un pulso inquietante, casi gótico. Desde los ventanales polvorientos de la casona, Connolly recrea atmósferas palpables: sentimos el crujir de las tablas bajo los pies de Parker y la brisa helada que hace temblar los cristales. El escritor irlandés deja que cada imagen surja sin prisas, dotando a la novela de una cadencia que alterna el suspense judicial con estallidos que son casi de terror sobrenatural.
En el fondo de esta investigación late un pulso inquietante, casi gótico gracias a que Connolly recrea atmósferas palpables
Los personajes secundarios son más que sombras: Colleen Clark encarna el dolor de una madre acusada sin pruebas; Moxie Castin, su abogado, aporta la chispa de humor negro que impide que el relato se hunda en la desesperación; y Emma, la vidente, refleja el viaje íntimo de Parker hacia la redención, pues ambos comparten cicatrices que solo el otro puede comprender.
Connolly ha dicho con orgullo que se considera "un guardián de la tradición", que une lo detectivesco con lo fantástico, recordándonos que la novela negra y lo gótico, lejos de excluirse, se retroalimentan desde hace un siglo. En esta entrega, la tensión entre ley y justicia —ese tema recurrente en sus entrevistas— explota en cada audiencia, en cada pasillo judicial, para luego extenderse como una sombra viva por los pasillos de la mansión maldita.
Buscando a la justicia
Más allá del enigma central, la novela reflexiona sobre el fanatismo político, la fragilidad de la verdad mediática y la fuerza del instinto maternal. Connolly ha demostrado en muchas de sus obras que su novela negra versa sobre la justicia, no sobre la ley, y en Los mensajeros de la oscuridad esa premisa adquiere cuerpo en personajes que cuestionan cada sentencia, cada dictamen, en la búsqueda de una justicia que trascienda el papel de los expedientes.
La novela reflexiona sobre el fanatismo político, la fragilidad de la verdad mediática y la fuerza del instinto maternal
John Connolly lleva más de dos décadas construyendo el universo de Charlie Parker. Desde Todo lo que muere (2000), su primera novela —y la que le valió el aplauso inmediato de crítica y público— aLas furias (2024), Connolly ha sido un narrador de lo sombrío con voz propia, alejado de los clichés de la novela negra al uso. Su obra con Parker llega con esta a la novela número 22, y sus fieles lectores se cuentan por legión.
Al cerrar el libro, Los mensajeros de la oscuridad nos deja el poso de que, en las manos adecuadas, la palabra "justicia" no es un eco vacío, sino un faro para alumbrar y para proteger a los más vulnerables.
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