Kyle Chyaka

Traductora: María Antonia de Miquel

Editorial: Gatopardo Ediciones

Año de publicación original: 2024

No sé si a vosotros os ha pasado, pero hace como un año, cada vez que ponía Spotify, después de sonar dos o tres canciones que me gustaban, aparecía Shakira con Bizarrap, facturando una y otra vez gracias al algoritmo y a mí. Las primeras veces me hizo gracia. Después comenzó a enfadarme. ¿Por qué Spotify no me dejaba en paz con aquel tema? ¿Qué estaba pasando?

¿Qué le he hecho yo al algoritmo para que piense que esa música es pa' tipos como yo?

Kyle Chyaka lo explica estupendamente en Mundofiltro. Básicamente, el algoritmo está homogeneizando el gusto de occidente y las redes sociales nos ofrecen cada vez cosas más parecidas a todos. ¿Pero qué es el algoritmo y por qué ese empeño en que me guste Shakira? ¿Qué le he hecho yo al algoritmo para que piense que esa música es pa' tipos como yo?

Bueno, más allá de los pelotazos internacionales como ese tema que el algoritmo repite una y otra vez por la sencilla razón de que todo el mundo lo está escuchando así que tú deberías escucharlo también para estar a la última, sociólogos y expertos en nuevas tecnologías y comunicación social ya identifican, según explica Chyaka en las primeras páginas de su ensayo, una música Spotify. Generalmente pop melódico, algo nostálgico de consumo sencillo y agradable. Pero es que también hay una cara Instagram, de raza blanca, por supuesto, ojos almendrados, largas pestañas y labios gruesos e incluso una voz TikTok.

Homogeneización del gusto

Pero el problema no se queda en nuestros teléfonos. Como cada vez miramos lo mismo en todas las partes del mundo, en todas las partes del mundo surgen espacios que cumplen con esos requisitos estéticos. El resultado es que puedes tomarte un café en la misma cafetería en casi cualquier lugar del mundo occidental, desde Japón hasta Polonia. Con las mismas lámparas, la misma decoración e incluso las mismas sillas.

Lo único que quiere el algoritmo es nuestro tiempo, es tenernos atados a la pantalla y poder monetizar nuestra atención

¿Por qué ocurre esto? Kyle Chyaka explica en Mundoflitro que ese trabajo de criba del producto cultural, de elección de entre todo un mar de posibilidades, antes lo hacían humanos: directores de arte de revistas especializadas en decoración o belleza, pinchadiscos de emisoras radiofónicas, críticos culturales. Ese trabajo ha sido relegado por el trabajo de ordenadores que procesan nuestras reacciones ante impactos breves y constantes, los clasifican y nos ofrecen nuevos productos que se ajusten a esos datos.

¿Cuál es el objetivo final de todo esto? ¿Que pasemos un rato agradable viendo cosas que nos gustan? ¡Error! Lo único que quiere el algoritmo es nuestro tiempo, es tenernos atados a la pantalla y poder monetizar nuestra atención. Pero lo que están consiguiendo, como efecto secundario, es que la cultura sea cada vez más plana. Porque, como el algoritmo premia a los productos que se parecen, cada vez hay más productos parecidos. Y esa pescadilla que se muerde la cola termina por devorar la diversidad cultural.

Leer para ir contracorriente

Mundofiltro, por tanto, funciona como una lupa, como un microscopio que va revelando la realidad en la que vivimos tal y como es y no somos capaces de verla. Es Totó abriendo la cortina del Mago de Oz, permitiendo que todos nos demos cuenta de los engranajes que sostienen la magia, de la voracidad capitalista que empasta gran parte de la cultura que consumimos.

Leer este libro es recibir una bofetada de realidad, tan amena como humillante. Que nos hace ver que no somos especiales y que, si no trabajamos por remar contra la corriente, la cascada de obras planas y uniformes nos arrastrará, inmisericorde, hasta el mar de insustancialidad.