Rafael Reig
Editorial: Tusquets
Año de publicación original: 2025
En una Feria del Libro de Madrid, cuenta Rafael Reig que salió a pasear por el Retiro mientras esperaba su siguiente franja horaria de firmas. Caminaba por la vereda que queda en sombra, bajo los altos pinos del Paseo de coches del Retiro, por la parte de atrás de las casetas. Era primera hora de la tarde y vio cómo dos personas habían improvisado un lecho sobre la hierba con las cajas de cartón de los libros. Allí yacían, abrazados el uno al otro, echándose una siesta. Eran Almudena y Luis.
'Lo que sé de Almudena' es un repaso a los recuerdos de un par de vidas que, a pesar de no caminar juntas, sí que se cruzaron lo suficiente
La novelista y el poeta. Dos de las personas más queridas y requeridas en aquella feria habían decidido tomarse un momento de descanso allí mismo, a la vista de quien quisiera o pudiera verlos. Porque así eran los dos, sencillos y llanos. Y hacían lo que querían sin molestar a nadie.
Esta anécdota la explica Rafael Reig, en Lo que sé de Almudena, con una sonrisa. "Da gusto contar cosas así de los amigos", dice. Porque así es este libro, un repaso a los recuerdos que quedaron de un par de amigos que, a pesar de no caminar juntos, sí que se cruzaron lo suficiente como para poder sentirse parte la una de la otra.
La amistad de Almudena y Rafael
Escritores los dos, novelistas, enamorados de la literatura del siglo XIX en general y de Pérez Galdós en particular, y compañeros del colegio de sus respectivos hijos, Almudena Grandes y Rafael Reig coincidieron en eventos, en comidas, en conferencias, reuniones y simposios. Y aunque el propio Reig asegura que él no era del círculo íntimo de la Grandes, "dicho de otro modo, solo probé una vez sus famosas croquetas", sí que eran buenos amigos.
Es bonito repasar cómo fue esta mujer tan cercana y divertida como poderosa y repleta de talento
Y desde ese lugar, desde la amistad cimentada en la admiración, desde el agradecimiento a una mujer que siempre ofrecía el brazo para superar barreras, para alcanzar la otra orilla del desanimo o de la página en blanco, Reig disecciona sus recuerdos, sus encuentros, sus conversaciones, sus tragos compartidos, salpicados siempre de un agudo sentido del humor.
El libro se convierte así en un paseo en barca, empujado con la brisa del recuerdo calmado, sin urgencias, porque a Almudena no le quedan ya urgencias por atender. Y con la tranquilidad que aportan los años sin ella, la costumbre que hemos construido alrededor del dolor, es bonito repasar cómo fue esta mujer tan cercana y divertida como poderosa y repleta de talento.
La necesidad de recordar
¿Era necesario este libro? Probablemente no. ¿Aporta algo que no sepamos? Tampoco, más que ese acercamiento al mito por el lado menos conocido, por el lado humano, en vez del lado literario. Pero es bonito y reconfortante volver a saber de Almudena. Escuchar algunas historias desconocidas, repasar sus claroscuros, observar los huecos que aún permanecen en nosotros, tras su ausencia.
Se entiende la necesidad de Rafael Reig de dejar estos recuerdos por escrito, porque solo con el tiempo somos capaces de darles su espacio
Y se entiende la necesidad de Rafael Reig de dejar estos recuerdos por escrito. Porque la muerte de un amigo nos deja descolocados, sin saber qué hacer o cómo actuar, como él mismo nos ha contado en este reportaje. Y solo con el tiempo somos capaces de darles a los recuerdos su propio espacio y nos damos cuenta de cómo nos han cambiado, de cómo han influido en nosotros para terminar siendo la persona que somos ahora.
Si te enamoraste de Los pacientes del Doctor García, si has leído desde Las edades de Lulúhasta sunovela póstuma, si echas de menos a Almudena Grandes como si fueras un poeta, este libro no va a hacer que vuelva, pero te va a poner mucho más cerca de tus propios recuerdos y, por tanto, de los sentimientos que ella te hizo sentir.
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