"Yo iba en un AVE, estaba escribiendo un artículo. Levanto la cabeza, se para el tren y veo una casa horrorosa con una bombona de butano picada y un cartel de 'se vende' encima de las vías. Me pareció el ejemplo más absoluto del fracaso. Y de repente mi cabeza dijo: ¿Y si hubiera alguien que de repente ve esto, se baja en la siguiente estación, se vuelve y se compra esa casa y se queda allí a vivir?".

A Rosa Montero le bastó esta imagen para dar rienda suelta a su imaginación. Lo que ella llama "el huevecillo que se te mete tanto en la cabeza que te obliga a escribir sobre ello". Sabía el lugar donde se iba a desarrollar la novela. Lo enmascararía en la ficción con el nombre de Pozonegro.

La complejidad de lo sencillo

En él puso a vivir a Pablo, su protagonista, pero a veces las acciones de los personajes sobrepasan la historia, y acaban por cambiarla: "Raluca es la coprotagonista y al principio iba a ser mucho menor su intervención y se iba a llamar la novela 'El silencio'". Pero Raluca, con su espíritu bondadoso, llevó a Rosa Montero a bautizar la novela como 'La buena suerte': "Por un lado es una novela de misterio, porque hay policías y hay delincuentes, pero es un misterio existencial, de esas vidas".

Una historia que, según cuenta su autora, fue especialmente difícil escribir: "Es una novela muy complicada en realidad y para que parezca tan sencilla, decía Steinbeck: "Lo mejor es siempre lo más simple pero para ser simple hace falta pensar mucho"".

En tiempos de coronavirus

'La buena suerte' llega en un momento muy distinto a aquel en el que fue concebido. Una época que inspirará a su vez otras historias. "Hay que dejar reposar esto, que llegue a nuestro inconsciente y se construya como mito literario. A lo mejor dentro de cinco años van a salir montones de libros que hablen de situaciones de confinamiento. De un farero perdido en no se donde... eso puede ser hijo de la pandemia". Por que la realidad es la mayor fuente de inspiración, y pasada por el tamiz del escritor, acaba convertida en un cuento que reconoce esas mismas emociones.