Pasaban mucho hambre en casa, así que siendo una niña, a Concha Piquer se le ocurrió ir a un teatro y ofrecer lo que mejor tenía para ganar algo de dinero: su voz.

De Valencia a Nueva York

"Yo sé cantar", dijo, y consiguió que le pagaran 25 céntimos por actuación. Unos pocos años después, un promotor la descubre y sabiendo solo hablar valenciano, se la lleva a Nueva York.

Como recuerda el escritor Manuel Vicent, autor de 'Retrato de una mujer moderna', "es una niña a la que a los 13 años la arrancan de la huerta de Valencia, absolutamente analfabeta. Ella había ido a un colegio de monjas en el que la habían enseñado a coser y rezar".

En principio era solo una parada para acabar en México, pero la oyen cantar en los camerinos y le dan la oportunidad de hacerlo sobre el escenario en el intermedio de una zarzuela. La niña se convierte en todo un éxito.

Vuelta a España

En Broadway aprendió inglés antes que español, las canciones españolas se las estudiaba fonéticamente hasta que decidió aprender español y regresar a casa.

De allí viene con dos idiomas más y un sentido del negocio del espectáculo que no existía en aquel entonces en España. También disciplina, no permitía que ningún artista saliera con el vestuario manchado o arrugado y, por supuesto, odiaba la impuntualidad hasta el punto de que despedía a cualquiera que provocara un retraso en los ensayos o en la hora de la actuación.

En la España republicana, Concha Piquer se convierte en una estrella, aunque no comprendida por aquellos que miraban más a Europa. Nos revela Manuel Vicent que en más de una ocasión Lorca defendió frente a Buñuel y a Dalí que "en el aljibe de una copla había más surrealismo que en André Breton y que en todo el academicismo surrealista francés". Y si lo dice Lorca...

El mapa sonoro de la posguerra

Será porque su voz está asociada irremediablemente a la posguerra, "las canciones de la Piquer en determinado momento se apoderan del aire", dice Vicent. El caso es que la imagen que tenemos de ella es cualquier cosa menos moderna, pero si como empresaria lo fue, en su vida personal todavía lo fue más.

Después de un largo noviazgo se casó en Montevideo con el torero Antonio Márquez porque él no se podía divorciar en España. A Vicent le gusta utilizar la palabra "amancebada". "Se necesitan muchos arrestos para vivir amancebada con un torero famoso", dice.

Y tampoco es que con el régimen se llevara especialmente bien. Cuentan que una vez llamaron para actuar en el Pardo y su respuesta fue: "Franco ha merendado, ¿no? Pues ahora me toca a mí". No la invitaron más.

Acusada de ser más empresaria que artista, dijo en la única entrevista televisiva "que si no ganaba dinero no se divertía", y decidió retirarse el día que desafinó en un escenario por primera vez.

No nos negarán que no es hora de redescubrir a Concha Piquer.