Era 18 de diciembre de 2015. Cisco García estaba en una estación de esquí de Austria con unos amigos practicando su deporte favorito: snowboard. Había saltado mil veces, pero ese día se cayó. Había poca nieve, rebotó contra el suelo, sus vértebras se movieron dos centímetros. El daño en su médula espinal era masivo, como le dijeron los médicos austriacos.

Sintió "un dolor de locos", recuerda Cisco. "Pero el dolor pasó a un segundo plano cuando yo me intento levantar para irme y no me podía levantar. Una locura. Me toco las piernas y no las sentía... y ya entré en pánico". Cisco ya no podía andar, pero no ha dejado de pelear desde entonces.

Tuvo que bajar a los infiernos para volver a levantarse. El punto de inflexión sucedió sólo unos días después. "Yo recuerdo una mañana que mis amigos me habían regalado un collage con fotos mías en China, en la India, viajando a mil sitios, saltando con mi tabla de snow...". Lo miraba cada mañana, muchas veces llorando, hasta que se dio cuenta: "ese era mi póquer de ases", cuenta Cisco, "lo que yo tenía antiguamente, lo jugué bien. Y ahora tengo una pareja de doses, a ver qué pasa", se dijo. "Y empecé a jugarlo, empecé a salir, empecé a viajar y a hacer mil cosas".

Una historia de superación, de éxitos y de fracasos, de salir del infierno siempre luchando, que ha recogido en el libro 'Irrompible' (Alienta, 2020). Lleno de consejos para demostrar que somos más fuertes de lo que pensamos. Y de energía Cisco va sobrado.

Abogado y padre de familia, se ha hecho un hueco entre los grandes del tenis en silla, llegándose a situar el número 4 en el ránking nacional y 58 en el mundial. "Para mi la clave fue que me reinventé. Yo llevaba tal vida, ahora ya no puedo llevarla, pues vamos a llevar una vida que me siga apasionando y de la que esté orgulloso".

La suya es una lección sobre la discapacidad pero sobre todo sobre la vida. "Tenemos 50 cosas buenas y tres malas y nos centramos y nos flagelamos con las malas. No. Yo pongo el foco en lo positivo. No puedo caminar, bueno... ya veremos qué pasa porque yo no descarto volver a caminar". Porque para él no hay barreras.

Fotos: Kiko Simeón / José Luis Ruiz