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PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS, MENOPAUSIA, EMBARAZOS NO DESEADOS...

La sala de espera del ginecólogo es el lugar más delirante en el que he estado nunca

Adolescentes en busca de la píldora del día después, parejas que esperan la confirmación de un embarazo, solteras que desean justamente lo contrario y señoras haciendo frente a la menopausia se dan cita en menos de tres metros cuadrados. Delirante.

-Lío embarazoso

Lío embarazosoAgencias

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Desde que tengo dieciocho años, acudo religiosamente a mi cita con el ginecólogo. Un evento médico que nunca me ha entusiasmado demasiado. ¿El motivo? Entre otros (y por resumir), me espanta el hecho de tener que abrirme de piernas ante un desconocido que me penetra con un aparato en forma de falo que cubre con un condón y al que le echa un líquido gelatinoso por encima para que la fricción sea menor cuando lo introduce en mi vagina.

Imaginaos el percal, hombres del mundo. Sin embargo, y con el paso de los años, me he dado cuenta de que lo realmente fascinante está fuera de las puertas de la consulta del ginecólogo. Está en su sala de espera.

La primera vez que llegué a una, lo primero que me llamó la atención fue la lectura que tenía a mi disposición. Porque la bibliografía de la consulta de cualquier ginecólogo de nivel que se precie debe contar con revistas como ‘Crecer Feliz’, ‘Mi bebé y yo’ o ‘Ser Padres’.

En todas sus portadas, churumbeles monísimos te miran con cara de “soy entrañable”. Que luego te sale el niño más tirando a insoportable y a ver qué haces con las expectativas que te habían generado estas publicaciones. Y he aquí, en la biblioteca de esta sala de espera, donde encuentro una de las contradicciones más extraordinarias de la vida. Justo al lado de estas revistas se alzan varios folletos sobre métodos anticonceptivos y sobre fecundación in vitro. Claro que sí, guapi. A lo loco.

Así pues, una se debate entre leer cómo hacer un bebé si la naturaleza te da la espalda, conseguir que tu pequeño duerma bien o en informarse sobre la forma en la que impedir que esa criatura llegue a existir. No me digáis que este momento no es pura fantasía y color.

Aunque para rizar aún más el rizo, también he encontrado en alguna ocasión, revistas femeninas sobre moda y belleza. Ideal para fichar ese bolso tan mono que podrás adquirir si no tienes que comprar pañales, ponerte el DIU o inseminarte. Maravilla, no digáis que no.

Además, gracias a la elección que cada una de las presentes en la sala hace de su lectura, una puede adivinar de “qué pie cojea”. Y es que ese es otro de los grandes placeres que he encontrado en la sala del ginecólogo. Todas mujeres, todas con útero, pero todas en un momento totalmente diferente de la vida.

Me encanta sentarme a esperar mi turno y ver a parejas que llegan cogidas de la mano, emocionadísimas, esperando a que les confirmen que van a ser papás. Se miran inquietos, se ríen como niños pequeños y no paran de hacerse carantoñas. Os juro que no soy nada ñoña, pero merece la pena ver algo así. Además, los padres primerizos suelen ser los mejores. Sobre todo los hombres.

Ellos miran de un lado para otro como si estuviesen en la nave nodriza de Alien. Es algo parecido a lo que les ocurre en tiendas de ropa interior femenina. Su incomodidad es algo que se huele. Pero en el fondo, es encantadora.

Después está la que va por el segundo o tercer hijo. Para ella ya no hay novedades ni sorpresas, está gestando vida en su interior, pero chica, ya sabe de lo que va la vaina y le da la importancia justa y necesaria. Se toca la barriga más bien poco, cosa que las primerizas no paran de hacer mientras esperan.

De hecho, lo confesaré, alguna vez he ‘jugado’ a acariciarme la barriga para sentirme una más del grupo. Y sí, es que hay embarazadas que tienen menos tripa que yo estando de seis meses. Maldita genética (y maldita comida basura).

Otro grupo interesante de observar es el de las adolescentes acompañadas por sus madres. Esa primera visita al ginecólogo nunca se olvida. Podría asegurar que su nivel de incomodidad (el de la hija, no el de la progenitora) es similar al del padre primerizo, pero elevado a la enésima potencia. Una sabe que lo que le espera al otro lado de la puerta no es agradable, y menos la primera vez.

En mi caso, fue peor todavía porque yo ya había mantenido relaciones sexuales cuando me vi sentada frente al ginecólogo contestando a la pregunta de qué método anticonceptivo usaba. Aún puedo notar como mi madre se removía en el asiento y tosía. Normal, nadie quiere saber que sus hijos follan. Las cosas como son.

Y qué decir de las señoras que esperan pacientes a confirmar que la menopausia llegó a sus vidas y que tendrán que empezar a comprar las compresas que anuncia Concha Velasco. Estas suelen mirar a las embarazadas con un halo de ¿envidia? Quizá no sean celos, pero asumir el paso del tiempo es complicado y doloroso en ocasiones.

Aunque otra de las cosas maravillosas que tiene la sala de espera del ginecólogo es que no hay espacio para dramas, o por lo menos no en ese mismo instante. ¿El motivo? ¡El hilo musical! No sé si será cosa de mi médico en particular, pero tiene ‘Cadena 100’ chutando los mejore éxitos del momento.

Momentazo el que ocurre cuando Becky G se pone a cantar ‘Sin Pijama’ y dice la frase “porque soy una perra en la cama”. Aunque claro, lo mismo estar sentada en esa sala de espera es consecuencia directa de ello. Pero lo cierto es que nunca he entendido por qué no ponen otro tipo de música, ‘chill out’, por ejemplo, para relajarte y entrar un poco más calmada. Puede precisamente que opten por el reguetón para ver si nos ponemos a tono y el instrumental entra mejor… ¡En fin!

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