"La cultura popular ha establecido una relación entre el frío, el calor o los cambios de temperatura con el dolor de la artrosis de las rodillas, de la fibromialgia o con otros dolores", según el doctor Carmelo Fernández García, jefe del servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. No obstante, la ciencia no garantiza que esta relación exista de verdad.

El 70% de pacientes con enfermedades como la artritis reumatoide o al artrosis de rodilla afirman que cuando cambia el tiempo aumenta su dolor, según una encuesta. Pero si se tienen en cuenta los momentos en los que se produce el aumento de dolor, esa relación no queda tan clara.

Lo que sí es cierto es que existen teorías que dicen que cuando llega un frente meteorológico a una determinada zona, las partículas previas son percibidas por personas sensibles a las mismas y por eso "notan" que el clima va a cambiar. Aunque también hay que tener en cuenta que con el aumento de las temperaturas también lo hacen las búsquedas en internet sobre dolores crónicos. El doctor advierte que también hay teorías que dicen que el aumento del dolor se podría deber a la mayor inactividad que producen las altas temperaturas y a que habría más tiempo para buscar por internet.

Aunque, el calor, en concreto, sí que podría afectar al dolor crónico porque produce cansancio y apatía, y ambas pueden perjudicar a la condición muscular y a las articulaciones. Otro motivo que lo confirma es que el calor puede producir episodios de deshidratación y los músculos los sufren. Además, las altas temperaturas alteran las horas de descanso, por lo que los moduladores cerebrales se alteran y hacen que estas patologías duelan más. Por ello, en zonas más cálidas a las personas con dolores crónicos se les recomienda hidratarse más de lo habitual y descansar al máximo. Y en cuanto a tratar estos dolores, es mejor aplicar frío.

Por último, los principales pilares para combatir el dolor musculoesquelético, según Carmelo Fernández, son: hacer ejercicio regularmente, cuidar las posturas, descansar, hidratarse y evitar las temperaturas extremas. Y avisa de que hay que prestar atención a los aires acondicionados y a las corrientes de aire frío, que suelen causar contracturas cervicales en verano.