Los plásmidos, frecuentemente, llevan genes que dan resistencia a los antibióticos y que las bacterias pueden usar para ello. Además, estas se replican independientemente y se propagan entre bacterias.

Si este plásmido se pierde de la célula, el antídoto se descompone y deja que la toxina dañina ataque al huésped.

No obstante, el equipo consiguió evitar que los plásmidos objetivo se replicaran y, por consiguiente, parar las bacterias sensibilizándolas a los antibióticos.

Con este hallazgo, Christopher Thomas, líder del estudio, ha explicado que queda demostrado que es posible detener la replicación del plásmido a medida que las bacterias crecen y se dividen, y que las infecciones que son difíciles de controlar, incluso con los antibióticos más potentes, es probable que se puedan tratar con antibióticos estándar.

Obtuvieron este resultado gracias a la bebida que crearon, la cual contiene bacterias que transportan un nuevo tipo de plásmido, denominado 'pCURE', y que funciona para evitar que se repliquen, además de bloquear el llamado 'sistema de adicción', en el que el plásmido de resistencia transporta una toxina estable y un antídoto inestable a la célula huésped y que usan para eliminar cualquier bacteria que se pierda.

Como los plásmidos pCURE también llevan antídoto, se asegura que las células pierdan el plásmido de resistencia y que sobrevivan.

El siguiente paso será comprobar si los plásmidos pueden propagarse lo suficientemente rápido, en un ensayo clínico con humanos, para deshacerse de los plásmidos de resistencia.