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Fueron el faro para las mujeres homosexuales y bisexuales

Las mujeres que fueron nuestros referentes lésbicos cuando no había referentes lésbicos

Silke, la agente Scully, Sharleen Spiteri, Demi Moore, Mel C. … ellas fueron el faro para las mujeres homosexuales y bisexuales que crecimos en los 90 y principios de los 2000, ninguna era lesbiana, ni falta que nos hacía.

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Mel C. la pizpireta Spice Girl deportista me sacó del armario, a mí y a un montón de coetáneas mías. Llevaba ropa deportiva, daba patadas voladoras, se recogía, o la discográfica que tomaba las decisiones le recogía, el pelo en una coleta tirante de chavala físicamente activa.

Cuando sacó su primer single en solitario se cortó el pelo a cepillo y endureció su estética, lo que nos faltaba, suspiros de amor, posters, fantasías húmedas. Hay que mencionar el pequeño detalle de que Melanie Chisholm no era lesbiana, jamás lo había insinuado siquiera, ni falta que nos hacía, para nosotras lo era.

Era parte del selecto club de mujeres heterosexuales a las que les endosamos el papel de referentes lésbicos las que crecimos sin ellos durante los 90 y a principios de los dosmil. Tengo 36 años, mi generación fue la última que se crió en un erial de lesbianas públicas, así que nos las inventamos.

Pregunta a cualquier mujer homosexual o bisexual con qué caras estaba forrada su carpeta, los nombres siempre son los mismos: Sharleen Spiteri, Silke, Demi Moore, pero solo en Ghost y La teniente O´neill, Seagurney Weaver, Justine Frischmann, de Elastica…

“Cualquier actriz que tuviera el pelo corto excepto Audrey Hepburn”, dice Olga, de 42 años que creció en la más desoladora orfandad de referentes como niña lesbiana en Plasencia en la década de los 90. “Me valía cualquier mujer “con carácter” o “independiente”, me daba igual Pippi Calzaslargas o Katherine Hepburn”.

Resulta curioso que en este ejercicio de supervivencia, todas nos enamorásemos de las mismas heteros de la ficción o el mundo del espectáculo. Curioso y útil como herramienta de agrupamiento social. En 1999 Mel C. dio un concierto para presentar su primer disco en solitario en Madrid.

Allí estábamos todas las que tres años atrás pedíamos hacer de ella en las coreografías escolares sin mucha insistencia, para que no se nos notase demasiado. En la cola de aquel concierto, con 17, 18, 20 años, ya se nos notaba bastante y nos preocupaba bastante menos.

“El pelo corto era clave”, dice Lidia, de 38 años, prometida de Olga, “me acuerdo del cartel de Salto al vacío de Calparsolo con la palabra “VOID” en la nuca rapada de Najwa Nimri, ahí pensamos todas: lesbiana, lesbiana, lesbiana. Lo de Najwa nos duró años, no nos acabábamos de enterar. Estefanía de Mónaco también tuvo su momento. Y Janine Turner en doctor en Alaska que además de llevar ese corte de pelo pilotaba una avioneta.”

En el caso de Estíbaliz, de 39 años se da una voltereta de invisibilidad y negación muy barroca. “De adolescente tenía posters de Silke en la habitación. Mi madre me preguntaba por esa chica semidesduda con el pelo tan raro y yo le decía que me gustaba como actriz”. O sea que en esta relación de fascinación nadie era lesbiana, Silke porque de verdad no lo era y Estíbaliz porque no lo sabía todavía. “Mira, ahí la única que ya se había enterado de todo era mi madre”.

En cuanto una cantante, actriz o un personaje de ficción respondía mínimamente a la visión estereotipada de lo que es una lesbiana, en cuanto se intuía algún indicio de pluma canónica, esa mujer emprendía una apasionaba vida homosexual en nuestra imaginación Era como ver el porno codificado de Canal plus, percibías un 10% y el resto lo ponías tú.

Alicia de 45 años, madre de una niña de 6 y pontevedresa, abre el melón de la mujer severa de oficina, juzgado o comisaría con americana de hombreras potentes. “Me encantaba la rubia de La ley de Los Ángeles (la actriz Susan Dey)”.

En esta categoría entran también la agente Scully o Murphy Brown. “Mira a veces solo hacía falta una chaqueta para montarse una película. Estábamos tan despistadas. Recuerdo ir a Vigo a acompañar a amigos maricas a locales gais en los que había que llamar a la puerta. Llegabas nerviosa y no sabías si el resto de chicas estaban allí también para acompañar a sus amigos. Ni me imagino lo que hubiera sido yo con los referentes de ahora”

Las niñas y adolescentes con tendencias afectivo sexuales no normativas de hoy en día nadan en referentes, siguen siendo menos que los masculinos pero, comparado con cómo lo teníamos nosotras, están rodeadas de lesbianas por todas partes.

En series, películas, programas de televisión, de toda etnia, nacionalidad y condición económica, pijas, madres de familia, cis y trans. Donde nosotras tuvimos a Encarna Sanchez ellas tienen a Sandra Barneda. Cuando salíamos del armario, nuestros padres tenían en mente a una implacable periodista de derechas, los de ahora tienen a una presentadora que abraza a su novia al atardecer en Instagram y a Dulceida.

“Eran años en los que el catálogo de Berkana te llegaba por correo y lo devolvías con los libros que querías marcados con una cruz”, cuenta Kika Fumero, autora de Lesbianas, así somos (Lo que no existe, 2018). Ella lleva desde su más tierna infancia inventándose referentes de lesbianas: Pippy Calzaslargas, Jo March, de Mujercitas y hasta Clara y Heidi.

“Se pasaban el día corriendo y jugando por el campo cogidas de la mano y ese momento en el que Clara se levanta de la silla es súper emocionante. Yo identificaba ahí sentimientos que tenía por mis amiguitas, bueno, por algunas de mis amiguitas”, dice.

“Aquellos referentes nos ayudaban a evadirnos y a soñar nuestro propio mundo. Cuando tenía once años tuve un amor infantil con otra niña y pensábamos que éramos las únicas personas del mundo a las que les estaba pasando eso”.

La primera historia sobre mujeres que no eran heterosexuales que llegó a sus manos fue Carol, de Patricia Highsmith, pero antes de eso, ella ya veía lesbianas donde no las había.

“Me da nostalgia ver como nos buscábamos la vida y nos inventábamos una utopía. Hoy estamos viviendo parte de ella. Pero ya me hubiera gustado tener cuentos y YouTube y series.”

Que tome nota la purrela conservadora y homófoba obsesionada con no exponer a los niños y niñas a profesores o personajes de películas que no son heterosexuales, si no hay diversidad a la vista ya se la inventarán.

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