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No hace falta ser un ‘true’ para llevar el hard rock en las venas toda la vida y hacer gala de ello

Cuando el mundo se acabe, los heavies seguirán allí

Dicen que puede ser una cuestión de eslóganes. El punk proponía juventud con el lema que Sid Vicious siguió al pie de la letra: vive rápido, muere joven. En cambio, el primer disco del grupo emblema del heavy español, Barón Rojo, se tituló ‘Larga vida al rock and roll’. Si hay algo que se espera del heavy metal, es que aguante.

-Cuando el heavy metal se acabe, ellos seguirán allí

Cuando el heavy metal se acabe, ellos seguirán allíElena Cabrera

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A menudo aguantar, sobrevivir, seguir en la brecha, es algo que solo sucede en las trincheras. En un edificio industrial del este de Madrid hay una de ellas. Es una emisora de radio con más de treinta años de historia. Se llama Radio Carcoma y hoy, como ayer, es un bastión musical para el rock duro. Lukas, Jowie y Antonio son tres de sus barones.

Lukas Fernández tiene 55 años, de los cuales lleva 29 haciendo un programa de radio semanal de nombre Solos al Este. “Sin música no podría estar”, dice. Ha formado parte de su vida desde siempre y no imagina vivir de otra manera: “aunque ahora lo esté un poquito menos, sigo pendiente de los grupos, me compro discos, algún libro de música y, como estoy en la radio, sigo informado”.

“Seguir con la música no es no asentar la cabeza, no tiene nada de negativo. Algunos llegarán a los 80 y la cabeza no la sentarán nunca. Mientras esté vivo, me seguirá gustando la música”, recalca sin dudarlo, durante esta conversación en los estudios de la radio libre.

Le secundan dos compañeros del metal y de las ondas: uno es Antonio, de 45 años y siete de ellos al frente del programa Aorland, y Jowie Martínez, de 40 años y veterano también en la radio underground con su espacio La prisión del placer, que lleva once años en emisión. “Empiezas a ser mayor cuando te dicen ¡un concierto! y tú respondes ¿hay para sentarse?”, bromea (o no) Jowie, aunque advierte que eso a él todavía no le pasa.

“Pero me voy alejando del escenario, me he comprado hasta unos tapones aunque todavía nos los he estrenado”. Piensa que algún día le pasará lo de buscar donde sentarse pero que lo peor llegará cuando prefiera ver un concierto en deuvedé que en vivo. “Lo único es que ahora me gustan los conciertos pequeñitos. Cuando lo veo muy grande como el de AC/DC en el Calderón, que estabas así [sin poder mover los brazos] me dije que era la última vez que venía a un sitio tan grande”.

La pasión de Antonio es tan arrolladora y popular entre sus amigos que, cuenta, en el cartelito con su nombre que ponen en las mesas de los banquetes de boda, escriben “Antonio Aorland”. Ya todo el mundo le conoce así. Antonio es fan de un estilo que tiene muy mala prensa.

“El AOR tuvo su momento de éxito en los años 80 y 90 pero en los conciertos actuales congrega a una escena no superior a las 200 personas”.

“Escuché el AOR por primera vez en el programa de [el veterano locutor de radio especializado en heavy metal] Rafa Basa. Recuerdo una noche que estaba en la cocina estudiando y puso una canción de una banda que se llama FM. Yo era muy heavy, muy de Manowar y de Judas Priest, pero desde ese momento me enamoré de este estilo musical porque me transmitía mucho sentimiento, mucha paz, me transportaba a países imaginarios cuando cerraba los ojos, la imaginación fluía con melodías, muchos teclados, unas voces dulces nada desgarradas y unas producciones exquisitas. A partir de ahí empecé a tirar del hilo, con Europe, Bon Jovi, Foreigner, Survivor o Journey. La gente se quedó en esos grupos pero yo descubrí un abanico de bandas que son las que me gusta dar a conocer”.

Aunque los fans de esta particular deriva del hard rock son reducidos, Antonio Aorland está convencido de que mientras siga sintiendo “eso por dentro” y haya cien personas en los conciertos, él no va a tirar la toalla. Además, ha detectado presencia de fans “de entre veintimuchos y treintaypocos” que se están enganchando a la escena.

Jowie conoció a Silvia, su pareja, dejándose mensajes en los casilleros de sus respectivos programas de radio en Carcoma. Silvia, fan de Sôber, supuso acertadamente que el título del programa de Jowie era una referencia al segundo disco de la banda madrileña.

“Nuestra primera cita fue en un concierto y la segunda fue en otro concierto, por lo que ir a conciertos es algo que no va a acabar nunca. De hecho, habíamos pensado que la boda debería ser en un concierto, si hay boda. Si alguno de los dos no tiene ganas de salir, uno tira del otro”. Ni siquiera la desilusión por el último disco de Sôber, ‘La sinfonía del Paradÿsso’, les ha hecho pasar de los conciertos del grupo que les unió.

Gran parte de la audiencia de La prisión del placer, así como de los amigos de Jowie, llegó desde un foro, ya decaído, del festival Leyendas del Rock; una página que ayudó a crear una fuerte comunidad de fans, como también sucedió con el intenso foro del Azkena.

“Para los del foro, que son muy heavies, soy el popero. Me gustan Sôber y Marea pero mi primer viaje en avión fue para ver un concierto de Iván Ferreiro. Incluso me gusta Izal, que ensaya aquí al lado”, se atreve a decir.

Para Lukas es precisamente el festival Leyendas del Rock el responsable de la continuidad del heavy español. “Ha favorecido que haya reuniones de bandas para participar en ese festival, que luego han continuado”.

El próximo agosto, en el festival alicantino tocará Medina Azahara, Obús, Los Barones (mitad de Barón Rojo), Saratoga, Lujuria y otras formaciones recientes como Lords of Black. Además, las nuevas bandas del heavy español triunfan en el concurso internacional del Wacken Open Air de Alemania —”el festival al que hay que ir una vez en la vida”, dice Jowie—, el Metal Battle en el que España ha conseguido dos primeros, dos segundos y un tercer puesto desde el año 2009.

Esa es la parte interesante de esta escena. La preocupante, es que tiene una producción discográfica desmesurada que no se corresponde con la cantidad de público interesado, según los tres locutores. “Bandas nuevas hay un montón, y graban discos pero sin discográfica”, explica Lukas, que sitúa esta abundancia en el abaratamiento del proceso de grabación de la música. “Las compañías discográficas ya no producen discos, simplemente distribuyen. La mayoría de los discos que se están editando son autoproducidos, cada uno con su software, en su casa”, aclara Antonio.

“Ya no son músicos, son multiusos —añade Jowie— se lo hacen todo, se dejan el dinero o hacen un crowdfunding, graban el disco y buscan a alguien que se lo distribuya, o ellos mismos lo intentan si son tiradas pequeñas”. “Se está editando por encima de la cantidad de público que hay, sobradamente”, piensa Lukas y, junto a sus compañeros, confiesa que le es imposible escuchar todo lo que sale. Antonio recibe unos 50 promos al mes y, de ellos, considera que solo uno o dos tienen suficiente calidad.

“Ya no somos suficientes para llenar los conciertos”, dice Jowie. “Yo lo veo en los bares. No somos heavies suficientes para llenar todos los bares que están abiertos, tiene que haber uno vacío”, bromea, pero traslada esto mismo a los conciertos, ahora ya más en serio: “hay bandas jóvenes que hacen metal core, como el que se lleva ahora en el Resurrection Fest de Lugo, y que arrastran público pero solo van sus amigos a verles. Dan un concierto de tres bandas con una entrada a cinco euros y además te invitan a una cerveza y la gente no va. O va y va a ver a la banda de sus amigos y a las otras no”. Demasiada oferta para tan poco público.

“Algunos nos vamos haciendo mayores —admite la voz de Solos al Este— y no hay el relevo generacional que debería haber, lo que pasa con otros estilos de música también. El problema es que estamos idiotizados por la televisión y en la tele no es que salgan grupos de heavy ni de otros estilos que puedan aportar algo interesante”. Antonio Aorland piensa que con su edad se es fiel a las bandas que escuchaban cuando tenían 20 años.

“Los persigues por Europa y si vienen al Calderón, lo llenan. Que AC/DC, Judas Priest o Europe sigan llenando salas de más de 10.000 personas es porque mucha parte de su público es de los 80, aunque haya gente que se suba al carro porque le gustan los eventos multitudinarios. La pregunta es ¿qué pasará cuando bandas como Judas Priest, Iron Maiden, Bon Jovi o Def Leppard desaparezcan? Les quedan cinco o seis años".

"¿Qué grupos de la escena hard rock o heavy podrán llenar La Riviera? No hay relevo. No hay ninguna banda que sus integrantes tenga treintaypocos años y que mueva esa cantidad de masas. Esos conciertos multitudinarios no se van a repetir en el futuro, salvo que me equivoque y algo explote y estos sean ciclos generacionales y que el hard rock se transforme en otro estilo que pueda arrastrar a masas”.

Ni Antonio ni Lukas ni Jowie se sienten true. Un true sería aquel fan del heavy que solo escucha true metal, es decir, solo los grupos considerados canónicos —de Manowar para arriba— y que visten con las pintas que se les presupone a los heavies.

“Tienes que tener un mínimo de parches porque son las medallas que te has puesto y tienes que escuchar cierto tipo de bandas porque sino no vales para nada. Son los talibanes del metal, los que marcan la ley”, dice Jowie con aspereza.

“Yo nunca me he sentido identificado con la manera de vestir de los conciertos a los que voy —admite Antonio—, yo nunca voy de negro ni llevo pantalones ajustados. Voy con lo que me siento a gusto. La música no te identifica con la ropa que llevas. Yo voy al armario y cojo lo que más casa con mi personalidad y me da igual que vaya a ver a Def Leppard. Ni me voy a fijar en lo que lleva el de al lado ni me interesa que se fijen en mí, yo voy a ver al grupo”.

“Yo siempre voy con camisetas y vaqueros —dice Lukas— pero antes llevaba el pelo largo, eso sí, las greñas te identifican más ante los demás. Me corté el pelo por una cuestión de comodidad y porque me hice un poco más punki”.

Lo de cortarse el pelo, le dice Antonio Aorland, aludiendo de nuevo a sus grupos de cabecera, viene porque Jon Bon Jovi lo hace en su disco ‘Keep the Faith’: “rompe la norma y dice un heavy no tiene porqué llevar el pelo largo, mientras lo lleve arreglado. Ya no se identifican tanto los pelos y las pintas con la música. Ya no queda tanto de eso en los conciertos, pero sí queda algo”. Lukas le responde con uno de sus grupos de cabecera, entre los que también se encuentran Asfalto, Ñu, Rosendo, Sôber o Marea: “las bandas ya no van tanto así tampoco, Barón Rojo ya no pueden llevar los pelos, el público tampoco”.

No hay tantos heavies como antes, y mucho menos true, pero los que quedan se resisten a disolverse, como los Barón Rojo, que aunque se lleven mal, de alguna manera mutan y siguen en la brecha porque, como opina Lukas y en esto seguro que el grupo estará de acuerdo, “se es para toda la vida”.

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