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“El feminismo contemporáneo es el feminismo de clase”

Gabriela Wiener: “El poliamor es la misma mierda que la monogamia si no lo atraviesas de feminismo”

¿Te atreverías a preguntar con total franqueza a los demás qué opinan sobre ti? La escritora y periodista Gabriela Wiener lo ha hecho en su nuevo libro ‘Dicen de mí’, una colección de entrevistas sobre su persona donde aparece el poliamor, las drogas, el maltrato, los traumas y las difíciles relaciones familiares, sin ninguna censura.

-Gabriela Wienner

Gabriela WiennerPaul Vallejos

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La escritora y periodista Gabriela Wiener ha reunido a algunas de las personas más importantes de su vida (sus amores, sus amigos más cercanos, su familia, su hija) para hacerles una entrevista. ¿Sobre qué trata esa entrevista? Sobre ella misma, y sobre la relación entre los dos que se hablan.

El resultado de este experimento literario, el libro ‘Dicen de mí’ (Esto no es Berlín), va al meollo de los asuntos sin paños calientes ni medias tintas, en toda su crudeza: se trata de una profunda inmersión en la propia identidad de la autora.

En esta investigación sobre sí misma a Wiener (autora de otras obras como Sexografías, Nueve lunas o Llamadas perdidas) no le tiembla el pulso al decirle a los demás lo que piensa de ellos y encaja con entereza las cosas malas, a veces horribles, que los demás le dicen. Uno de los encuentros, por cierto, es con una ex pareja maltratadora que en una ocasión le reventó la nariz.

¿Por qué le debería importar a los lectores un libro en el que le preguntas a tus seres cercanos sobre ti misma?

No creo que ningún libro “deba” importarle a nadie. Dicho esto, algo que intento hacer con mi trabajo prácticamente desde que empecé en esto, es profundizar en la idea de que un individuo, yo o quien sea, puede ser una ventana a cuestiones que tenemos en común. Este libro, si quieres, lleva al paroxismo ese método, pero porque también es un intento de jugar con el género periodístico, con el formato entrevista, y sobre todo, con la imagen que tenemos de nosotros mismos y cómo se sufre cuando se pone en contraste con la que tienen otros de ti. Eso es algo que en tiempo de redes sociales me parecía interesante explorar. También un poco por alimentar la paranoia propia y colectiva.

He oído decir que un excesivo autoanálisis, de la psique de uno y de su trayectoria vital, puede llevar a algo así como a la ‘literaturización’ o ‘novelización’ de la vida. ¿Crees que esto es así? ¿Necesitamos creer que nuestra existencia esconde una narrativa fuerte para darle sentido?

Es así, pero lo es para todos y no es ninguna novedad. Hasta la persona que se piensa menos se piensa un poco. Y ese pensarse es construcción. Ya me dirás tú lo que es eso en estos tiempos en los que parecemos vivir también dentro de un teléfono. Vivir en realidad es contarte el relato de ti mismo, puedes hacerlo con más o menos distancia, más o menos directamente, a mí eso me da igual. Yo lo hago de esta manera. La vida no es la vida, la vida es el relato de esa vida.

Gabriela Wienner
Gabriela Wienner | Paul Vallejos

Hablas con total transparencia de tu relación poliamorosa, un modelo de relación que solo hace poco ha empezado a sonar al ciudadano de a pie. ¿Qué reacciones has tenido a tu poliamor?

Bueno, lo de siempre, yo hago algo de política para que se sepa que esto existe y que vamos a más, pero nos siguen viendo como un ‘freak show’. Lo malo es la exotización pero lo peor peor son los ultras. Los trolls conservadores siempre hablan de los niños, pobres niños (tenemos dos hijos), que son usados para justificar sus miedos basados en la ignorancia. También está el colega que felicita a Jaime con palmaditas: ese mi machote, con dos mujeres, tú sí que sabes.

No saben hasta qué punto se equivocan. He visto cómo en mi entorno más cercano algunas personas a las que les confundía profundamente la cuestión han terminado por abrazarnos con toda la fuerza de la empatía y el amor, más bien conquistados por nuestra adorabilidad. Y he visto como, contra todo pronóstico, llegado el momento nos han normalizado e invitado a sus bautizos, bodas y comuniones, cuando nosotros teníamos en la cabeza la película de los transgresores antisistema, expulsados a los márgenes, allende el otro lado del Manzanares. No hay quién se resista a la carita de nuestro bebecito del poliamor.

¿Qué dificultades plantea este tipo de relaciones? ¿Hay referentes que seguir o es una ‘terra incognita’ de los sentimientos?

Las mismas de todas las relaciones y algunas más. Todo se multiplica por el número de miembros, lo bueno y lo malo. En nuestro caso por tres. Los referentes son escasos y sobre todo efímeros, las uniones no duran mucho, se transforman o vuelven a la casilla de inicio. Sí que caminas por momentos a ciegas. Los libros y manuales son muy malos en general, y la retórica de la autogestión de los afectos puede ser muy cansina cuando te das cuenta del abismo que a veces hay entre teoría y práctica. Yo ya no hago promoción del poliamor, solo intento hacer lo mío lo mejor posible, cagándola más que frecuentemente. Somos supervivientes pero no estamos invictos, hemos ganado y perdido en este esfuerzo. Y claro, el poliamor en sí es la misma mierda que la monogamia si no lo atraviesas todo hasta las cejas de feminismo.

No dudas en pedirle a tus entrevistados que comenten las, a su juicio, partes más oscuras de ti misma. ¿Ha sido un proceso doloroso? ¿Tiene alguna finalidad?

Bueno, es la finalidad de cualquier búsqueda de verdad o investigación a fondo, pasar por los lugares más incómodos y vergonzosos de cualquier cosa, aunque duela un poco. La finalidad siempre es más conocimiento pero no todo el mundo quiere saber. Yo siempre quiero saber, saberlo todo, la verdad. He sido la oveja negra de la familia pero sobre todo la CSI, la investigadora de crímenes impunes en el hogar, adoro estrellar las verdades en la cara de la gente, dormir entre mis trapos sucios.

Algo de masoquismo supongo, o ‘bullyng’ nunca superado, me empuja a hacerlo y a hacer algo con ello, como por ejemplo libros para gente a la que todo este proceso le diga algo. ¡Psicoanalizadme! Lo haría si no fuera tan caro. Una psiconalista me dijo el otro día que le vendría bien a mi “universo literario” ponerme en terapia… Ya no por mí, por mi universo literario mato... En fin, el experimento no es ni más ni menos que ese: proponer un método de acercamiento al otro, un poco borde, un poco extremo.

Tuviste coqueteos con las drogas que llegaron a preocuparte aunque, como dices, nunca llegaste a la adicción. ¿Crees que pasar por fases de ese tipo proporciona una visión diferente de las cosas? ¿Un amueblado mental diferente?

Bueno, no seré yo la que niegue la experiencia como parte de un aprendizaje. Pero también es cierto que la yo de ahora entiende mejor los motivos, carencias y necesidades de mi yo adolescente. La putada es que ya no puedo hacer nada por ella. Y en un punto, y esto lo pienso ahora que tengo una hija casi adolescente, es inevitable, incluso necesario, equivocarse tanto. Sí, te proporciona un “amueblado mental diferente” como dices. Pero es como recoger muebles de la calle, a veces montas algo original y a veces simplemente juntas muebles viejos e inservibles. Lo malo es que la alternativa es tirar de Ikea y eso no seduce.

Gabriela Wienner
Gabriela Wienner | Paul Vallejos

En uno de los textos del libro hay un acercamiento con una ex pareja que en su día te agredió hasta lesionarte. ¿Qué sacaste en limpio de ese encuentro?

Comprobé con satisfacción que no se había movido del mismo punto en el que lo dejé. Con satisfacción porque a nivel de ajuste de cuentas personal no hay peor castigo que el ahí te quedas. Y ver a alguien que te hizo daño como un puntito lejano. Aunque claro, pobre humanidad: Si en 20 años un tipo no puede formular que propinarte un golpe porque se cagaba de celos es machismo puro y duro, que se llama violencia de género, dime cómo no nos vamos a querer ir a fundar la comuna feminista no mixta en Tarragona.

Y no solo eso, para colmo era capaz de seguir perfeccionando sus justificaciones desde la fría lógica, desde la puta ciencia, desde la biología y todo lo que le viniera bien a su negacionismo. Fue jodido reconocer que me picaba y me retaba tanto como entonces, que me devolvía a la mujer joven que era, cayendo en la trampa de una competición con su ego, en la que por supuesto no tenía opción de ganar, pues todo el entramado argumental era una trampa. En limpio lo único que saqué fue ese texto. Fue la entrevista más pesada del libro: volver a aguantar el ego de este tipo, y volver a sentirme culpable, furiosa, impotente, vulnerable... lo cuento ahí.

Estás involucrada en el auge del feminismo que estamos viviendo y sobre cuya naturaleza se discute bastante. Me gustaría que comentaras en qué corriente dentro del feminismo actual te inscribes, cómo lo entiendes.

No puedo reconocer una adhesión o algo así como encajarme en una corriente, las etiquetas sirven para la reflexión y el autoempoderamiento, sirven para nombrar realidades que no existen, pero rehuyo las categorizaciones cerradas. Me siento muy cercana a muchas compañeras, feministas que encuentran caminos propios para la lucha común. Pero si algo no dudo es de que el feminismo contemporáneo es aquél que pone en el centro la cuestión del orden socioeconómico, puedes llamarlo feminismo de clase si quieres poner etiquetas.

Por otro lado, considero indispensables los feminismos que nos hablan desde mi tribu de allá, desde el sur, desde la no blanquitud, desde el antirracismo y la teoría (y práctica) decolonial. Podemos poner todos los nombres que necesitemos pero al final las cuestiones son esenciales: clase, raza, género. Por supuesto, también me siento afín al feminismo que irradia de la disidencia sexual y de género, el feminismo que defiende la tierra y el territorio de las mujeres, al feminismo que se organiza, al feminismo de las trabajadoras sexuales... Ahora que lo pienso creo que me vale casi cualquier corriente feminista excepto la del neoliberalismo. Lo siento, por ahí no paso.

Desde tus comienzos en el periodismo y la literatura has dado gran importancia a lo autobiográfico, muchas veces sin filtros. Como cuentas en el libro, ya cuando entraste por primera vez en una redacción tirabas hacia lo gonzo antes que a lo neutral informativo. ¿A qué crees que se debe este rasgo de carácter literario?

Cuando recitaba poemas de Vallejo en las funciones escolares descubrí el lenguaje más allá de función comunicativa, se me reveló un juego sadomasoquista con mi propio miedo escénico (que persiste), esa idea tan poderosa de que pronunciando cosas (o escribiéndolas, que es casi lo mismo) podemos generar reacciones en los demás...

¿En plena era de las redes sociales, crees que el ‘yo’, lo autobiográfico, es el género llamado a copar el espacio central dentro de lo literario y en la existencia en general?

Lo autobiográfico es mucho más antiguo que las redes sociales, aunque ahora parezca que son lo mismo. Y hay escritores del yo que abominan de las redes sociales. La relación entre una cosa y la otra, en realidad es más bien de contexto. No creo que Instagram determine el futuro de la literatura autobiográfica pero es cierto que esa y otras redes sociales, en conjunto, forman un nuevo medio ambiente con el que esta tiene que lidiar. Un medio ambiente que, a diferencia de lo que pudiera parecer, no siempre es el más cómodo: antes estaba el pobre escritor del “yo” solo con su papel y la imagen de sí mismo en su cabeza, ahora puede estar desdoblado, filtrado, posteado, tuiteado, etc. Nos volvemos más elusivos con nosotros mismos.

¿Qué poso te ha dejado la escritura de este libro?

La idea de que mi hija es más brillante, divertida y sarcástica que yo. Ya lo sabía pero ahora lo puede saber todo el que lea la divertidísima entrevista que me dio. No solo tener una buena comunicación, entrevistar a tu hija debería ser una obligación para cualquier madre o padre confundido.

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