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LOS ULTRACATÓLICOS DE HAZTEOIR SORTEAN LA LEY DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Asistí a una charla online para curar la homosexualidad (y esto es lo que me contó Richard Cohen)

El grupo ultracatólico Hazteoir organiza una charla online con Richard Cohen, en la que este pseudoterapeuta da una serie de pautas sobre cómo curar la homosexualidad. Estas charlas, de ser en un lugar físico, no por internet, estarían prohibidas por la legislación contra la LGTBfobia de la Comunidad de Madrid.

-Richard Cohen, en su charla online para curar la homosexualidad

Richard Cohen, en su charla online para curar la homosexualidadYouTube

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Recuerdo, en el pasillo del instituto, a un amigo de clase al borde de las lágrimas. Con voz temblorosa, me confesó la solución que su psicóloga le había dado a su angustia por sentirse atraído por los hombres: que se esforzase por masturbarse pensando en mujeres.

Mi amigo me lo contaba casi emocionado, como si esa noche todos sus quebraderos de cabeza fueran a evaporarse. Aún no tenía la determinación suficiente para sobreponerse a la sociedad y ser quien era, y ya había tenido la mala fortuna de toparse con una descerebrada que le había cortado las pocas esperanzas de poder ser.

Había sido informado de que el Bien estaba en un lugar al que se accedía negándose a sí mismo. No sé qué fue de aquel chico, pero pienso en que debe haber millones de personas como él que, en un momento u otro de su vida, vieron en ser otros la única oportunidad de ser aceptados y amados por la sociedad.

Quizás muchos estén ahora mismo frente a sus ordenadores, sintiéndose miserables o esperanzados, o quizás las dos cosas al mismo tiempo, justo antes de que comience la charla online en directo de Richard Cohen.

Richard Cohen (Philadelphia, 1952) es un escritor, conferencista y expsicoterapeuta estadounidense. Es conocido por ser uno de los máximos exponentes en materia de terapias para reorientación de la sexualidad.

En 1990 creó la International Healing Foundation, a través de la cual ha organizado conferencias, talleres y terapias con el fin de que personas homosexuales y bisexuales disconformes cambien su orientación sexual por la heterosexualidad. Ha publicado varios libros sobre el tema, el último de los cuales fue retirado en España de los estantes de El Corte Inglés, objeto de una encendida polémica.

Hoy, Cohen dirige una sesión formativa online organizada en España por el grupo ultracatólico Hazte Oír, titulada "Comprender y ayudar a los homosexuales". La charla, retransmitida por YouTube con inscripción previa, guarda bajo el candor buenista de su título una tentativa de cura hacia lo que Cohen denomina AMS (Atracción hacia el Mismo Sexo).

Tras una breve presentación por parte del que supongo que es un miembro de Hazte Oír, Cohen aparece en pantalla. Sonriente y locuaz, lo primero que hace es desnudarnos las que supongo que él considera sus debilidades: nos muestra su gran nariz judía (así mismo la llama él) y nos cuenta su historia como joven descarriado, despreciado por papá y sobreprotegido por mamá, que cayó en garras de la homosexualidad y que incluso llegó a tener novio estable, pero que finalmente, tras una dura terapia, se dejó abrazar por el cristianismo y el matrimonio heterosexual.

Hoy parece un poco demasiado satisfecho de sus tres hijos, a los que nos presenta de forma un tanto impúdica, como el que vende éxito de puerta en puerta.

Orador simple pero eficaz, Cohen ocupa la primera hora de charla en alabar el amor y la comprensión que debemos tener hacia las personas homosexuales. Poco a poco, sus palabras van resbalando hacia la tesis principal: la homosexualidad se cura.

Richard Cohen va fabricando un tejido frágil, pero con un entramado más elástico de lo que podría suponerse, que va poniendo en equilibrio nombrando el amor y la comprensión cada dos o tres pensamientos intolerantes, sosteniendo las simplezas científicas con sonrisas y tolerancia hacia los pobrecitos gays.

Ante todo, sostiene, es un defensor de la libertad. "¿Acaso -nos pregunta- no son libres los homosexuales de dejar de serlo, si así lo desean?". Según Cohen, simplemente pretende ofrecer ayuda a esas personas que deseen cambiar. La puerta de la manipulación se nos aparece engalanada con un velo de inocencia y tolerancia multidireccional.

Al mismo tiempo, esta frase levanta un minúsculo dedo acusador que nos dice: "¡Eh, tú, que te crees tan guay y tolerante! ¿Acaso no permites que alguien quiera dejar de ser gay?".

Incide en que la palabra 'sanar' le parece mal, porque la homosexualidad no es una enfermedad, pero luego se mete en el barro hasta la cintura al sostener que lo natural es la heterosexualidad, que el cuerpo del hombre y la mujer encajan a la perfección. Y aquí -redoble de tambor- es cuando Cohen hace por primera vez su gesto estrella, que muestra con una mueca de sensatez, de Gran Verdad que cae por su propio peso.

Tras intentar convencernos de lo absurdo y antinatural de la homosexualidad, en el preciso instante en el que alaba las bondades de la heterosexualidad, Cohen mueve sus manos para hacer un gesto básico e inconfundible: el índice de una mano estirado, la otra mano formando un circulito, el índice insertándose en el agujero.

Para un adolescente gay a su pesar, con los ojos de Jesusito puestos sobre el cogote, esta puede resultar una razón flagrante del triunfo de la heterosexualidad sobre la homosexualidad. Para alguien con un mínimo de capacidad crítica, Cohen ya parece mirar rebozado en el fango del escarnio, con los ojos chalados de los líderes de secta.

Eso, o un niño que acaba de aprender cómo se hacen los bebés y no puede ocultar su fascinación, haciendo el gesto estrella una y otra vez en un rincón del patio de la escuela.

Richard Cohen acompaña su charla con diapositivas que, lejos de darle algo de profesionalidad al asunto, inciden sobre los temas con una simpleza casi pueril, girando alrededor de unas pocas ideas que se repiten una y otra vez:

- El homosexual no nace, se hace.

- Esta desviación está motivada por conflictos con los padres.

- La homosexualidad no es natural.

- La homosexualidad puede ser reorientada.

Para la eliminación del problema, según Cohen, sólo hacen falta motivación personal, un tratamiento efectivo (con un terapeuta que considere que la homosexualidad debe ser sanada, claro está), el apoyo de otros y el Amor de Dios.

Esta receta infalible, si se sigue al pie de la letra, dará como resultado al estupendo hombre heterosexual con esposa, tres hijos, perro y monovolumen, o a la dócil mujer heterosexual, congraciada con su feminidad, que sonríe a su marido y engendra hijos.

En varias ocasiones, a lo largo de la charla, se dice que "los homosexuales están en su derecho de querer dejar de serlo", pero en ningún momento se menciona el hecho de que, en un entorno no hostil ni infectado por la herencia de un catolicismo castrador y homófobo, casi ningún homosexual elegiría dejar de serlo.

En ningún momento hay una exigencia de cambio hacia la sociedad. Al contrario. Cohen clama por una tolerancia hacia sus charlas y sus métodos que le está siendo negada, pero ese es el único cambio en materia de flexibilidad que le exige al mundo.

"Se está perdiendo la libertad, que prohíban mi charla en España va en contra de los Derechos Humanos", dice, con lo que sólo podríamos denominar una cara dura impresionante.

La Ley de Protección Integral contra la LGTBifobia de la Comunidad de Madrid impide que se celebren este tipo de actos, bajo pena de multas que podrían ascender a los 45.000 euros. La promoción de la charla ha sido llevada con extrema discreción, todo rodeado de misterio, inscripciones, mails de acceso, como si estuviésemos entrando en una cripta secreta.

Los que, soliviantados por este aura de secretismo, nos entregamos a la charla con morbosa curiosidad, esperando encontrar un sofisticado entramado psicológico para hacernos sentir mal con nuestras preferencias sexuales, no podemos más que caer en la decepción. No hay caída posible.

Cada detalle de la charla rezuma una cutrez triste e insostenible. Cohen intenta ampararse en la ciencia para defender su discurso, pero cada flecha científica que lanza se hunde más y más en el barro. Cuando suelta perlas como "La ciencia nunca se va a encontrar un gen gay. Los genes humanos son demasiado complicados para formar una ecuación tan simple" uno desearía que este hombre tuviese un poco de pudor, algo de dignidad que mantener.

Las diapositivas del Power Point están llenas de errores, mal maquetadas. Las traductoras simultáneas, al verlo escrito mal en las diapositivas, traducen 'transgénero' como 'transgénico' una y otra vez.

En los comentarios del chat de las personas que siguen la charla apoyando a Cohen van apareciendo joyas como: "La homosexualidad será natural, pero la miopía también es natural". Una persona con un seudónimo que alaba a Jesús comenta: "Dice la gente que ser homosexual es natural, porque algunos animales son homosexuales. Y digo yo que los animales también se comen su caca. ¿Tú te comerías tu propia caca?"

Si tras una charla de Richard Cohen no has caído de rodillas con lágrimas en los ojos clamando por tu heterosexualidad perdida, lo más probable es que acabes agotado, con el cerebro bullendo tras esa mezcla de informaciones absurdas y maniqueas. En el chat en el que la gente va comentando, algunos de los usuarios aprovechan el final de la charla para recomendar sus canales de Youtube. Recorro los vídeos, pinchando aquí y allá.

En casi todos veo a jóvenes apocados, fingiendo naturalidad, ocultando su amaneramiento y diciendo que ahora son felices y que antes no lo eran, relatando el mal que les hizo la homosexualidad y el bien que les hace la heterosexualidad. Supongo que a ninguno se le ocurre que, antes de montar una batalla interna para derruir todo lo que los sostiene por dentro, deberían dudar y comprobar la calidad de los cimientos de la sociedad y el entorno que tan mal les hacen sentir consigo mismos.

Pasada una hora, el recuerdo de la charla es algo lejano y absurdo, como un sueño en el que se mezclan elementos sin sentido. Lo que más permanece es esa insistencia infantil a centrarse en la compatibilidad biológica del hombre y la mujer, en un "diseño" genital que indica que claramente están hechos para estar juntos.

La tesis de la charla se reduce a eso: Richard Cohen haciendo gestos simplones con una sonrisilla, hablando de polos opuestos que se atraen y los iguales que se repelen. Primero, junta las manos con los dos índices extendidos, hasta que estos chocan, simulando dos penes chocando, después hace lo propio poniendo las manos en el gesto de formar dos agujeritos que simulan dos vulvas y las hace chocar en un gesto torpe.

Finalmente, muestra el modelo perfecto, la ingeniería diseñada por Dios para perpetuar al ser humano: el dedo índice entrando en el agujerito de la otra mano. Sonríe encantado de la vida, su rostro resplandece.

Entiendo que su satisfacción y la casi obscena autocomplacencia de la que ha hecho gala a lo largo de la charla se basan en algo tan sencillo como ese gesto: la tranquilidad de estar respondiendo al modelo correcto, de estar adaptándose perfectamente en el lugar en el que se espera se encaje.

Y de pronto siento cierta lástima por ese niño de Philadelphia de nariz enorme al que le gustaban los chicos y sufría tanto por ello.

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