Flooxer Now» Noticias

ASÍ SON LOS ANFITRIONES NÓMADAS, LA ÚLTIMA PERVERSIÓN DE LA BURBUJA INMOBILIARIA

Alquilan su piso el fin de semana. Duermen en el sofá de un amigo. Solo así evitan el desahucio

Tienen trabajos precarios o están en paro. Cada fin de semana, hacen la mochila, abandonan su piso y se van a dormir al sofá de un amigo. Si no alquilan su casa esos días en AirBnB, no llegan a fin de mes. También puede ser la única manera de evitar que los desahucie su casero. Así son los anfitriones nómadas. La última perversión del mercado inmobiliario.

Publicidad

Estamos en un barrio periférico de Madrid. Un joven con trabajo temporal vive en un estudio de apenas 22 metros cuadrados. Cada viernes hace su mochila, subalquila su infravivienda en AirBnB y se va a dormir a casa de sus padres el fin de semana.

***

Hablamos, esta vez, de una pareja. El novio recibe una oferta de AirBnb y llama a su novia. “Esta noche tengo que ir a dormir a tu casa”. Lo que, al principio, parece acelerar la convivencia entre ambos, se convierte en un infierno. Un año después, la chica le espeta: “Me gustaría dormir contigo cuando yo quiero, no cuando te lo dice AirBnb”.

***

Otro joven, que acaba de alquilar su piso en la plataforma, todavía no sabe dónde dormirá esta noche. El viernes será en el sofá de un amigo. El sábado en el de otro colega. Sin embargo, el domingo no tiene quien le acoja. Tendrá que pedir permiso a su huésped para arrellanarse en su propio sillón, en su propia casa, justo mientras está alquilada a un turista. No le queda otra.

***

Son tres ejemplos que describen lo que es un anfitrión nómada. Jóvenes que viven con sueldos precarios, cuya única manera de llegar a fin de mes es subarrendar su piso en AirBnB, hacer el macuto y pedir alojamiento a amigos, a sus parejas o incluso sus padres.

“Tienen muchas dificultades económicas, ya sea por un trabajo precario que les impide llegar a fin de mes y tienen que complementarlo, o porque están en paro y alquilar su vivienda habitual en AirBnb es su única fuente de ingresos”, explica Javier Gil, investigador doctorando de la UNED.

“En otros casos, se trata de una respuesta a la subida de los precios de los alquileres. Para no perder la vivienda, para no sufrir un desahucio invisible, tienen que arrendar su propia habitación y poder pagar esta subidas abusivas de los alquileres”, remacha Gil.

Es la figura perversa de un mercado del alquiler donde plataformas como AirBnB, fondos de inversión bruites y grandes propietarios están creando una nueva burbuja en la que estas personas de vida precaria también sobreviven temporalmente.

Sin embargo, lo que podría parecer un salvavidas no deja de ser un yugo que los hunde aún más en la precariedad, esta vez no solo laboral, sino vital.

Depender de que cada fin de semana puedas subarrendar tu propia casa, y mientras encontrar un sofá o ‘cama caliente’ de un amigo o familiar, no es fácil de soportar durante mucho tiempo.

Además, los anfitriones nómadas saben que son reos que alimentan a su propio verdugo. Alquilan en una plataforma que es una de las principales causantes del problema.

¿Cuánto puede durar algo así? ¿Cuántos meses puede una persona hacer la mochila cada fin de semana y buscar dónde dormir como vía de subsistencia?

Según las investigaciones de Javier Gil, un anfitrión nómada no quiere estar en AirBnb, pero no le queda alternativa económica. Habitualmente, esta práctica de alquilar, pirarte de tu propia casa y regresar el lunes antes de irte a trabajar suele durar “unos seis meses”.

“Es la mercantilización de tu intimidad. Y nadie aguanta tanto. En el mejor de los casos, un anfitrión nómada logra un trabajo mejor y lo deja o tiene que irse de su piso a otro más barato en otro barrio que puedan pagar. O, en el peor supuesto, simplemente sufren un desahucio invisible por no poder afrontar la subida de la renta por parte del casero [cuando vence el contrato]”, explica Gil.

Así, los anfitriones nómadas no son más que otra de las perversiones de un mercado inmobiliario sobre el que se está especulando desde hace más de tres décadas en nuestro país.

Primero, los desahucios sin dación en pago, luego los desahucios invisibles y ahora esta nueva figura, híbrido entre inquilino y casero (anfitrión), pero en precario.

El drama personal de estos inquilinos -o propietarios- se suma a los miles de afectados por los desahucios –unos 500 cada día- desde que el estallido de la crisis económica en 2008 hizo que los bancos ejecutaran las hipotecas no pagadas.

Aquellos desahucios dejaron sin techo a miles de personas que, además, tuvieron que seguir con la carga de la deuda a cuestas, en muchos casos, hipotecas de bancos rescatados.

Actualmente, con la nueva burbuja, centrada la especulación sobre los alquileres, los desahucios también se ceban en los inquilinos que no pueden pagar a sus caseros.

“Ahora mismo, en Madrid, siete de cada diez desahucios son por impago del alquiler; nueve de cada diez, en Barcelona. Se están dando desahucios invisibles, situaciones donde un inquilino no puede afrontar subidas de la renta del 50, 60 o 70%”, recuerda Javier Gil.

El miedo a este tipo de desahucios o simplemente el hecho de una brutal subida del alquiler cuando se te vence el contrato es el contexto donde se engendra el anfitrión nómada, una perversa versión del mochilero urbano.

“La intensidad, el estrés, la angustia que les crea cada fin de semana este tipo de vida es muy elevada; sobre todo, porque en la mayoría de casos estos subalquileres son ilegales por contrato; y su casero, si se entera o son los vecinos quien lo denuncian, puede echarlos de una casa que ahora es su única fuente de ingresos”, finaliza Gil.

Publicidad