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The Scarlet Letter: Angélica Liddell estrena obra teatral sobre la Letra Escarlata

El viernes fui al teatro: vi penes, felaciones, #MeToo y proyecciones sobre Foucault

El acontecimiento teatral de la temporada ha sido el montaje de Angélica Liddell sobre la Letra Escarlata, sobre una sociedad puritana que inicia una caza de brujas desbocada ante cualquier mensaje de “ofensa” (atentos ofendiditos) y que no es capaz de digerir quienes somos realmente como sociedad y hacia dónde vamos. Sí, en el montaje de Liddell vi muchos penes, y coreografías maravillosas. También se habló de Foucault.

-Angélica Liddell sobre la Letra Escarlata

Angélica Liddell sobre la Letra EscarlataThéâtre de la Colline

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Esto de la cultura es algo muy, muy extraño. El viernes fui al teatro y vi como una actriz sujetaba ocho penes, luego se metía uno en la boca, y hacía que un actor le metiera dos dedos en la vagina, frente a un patio de butacas 843 localidades en las que no cabía un alfiler.

Y todo pagado con dinero público. Mientras, en la calle había varias decenas de personas que pedían, o más bien suplicaban, una entrada para poder entrar a ver este espectáculo irrepetible. Angélica Liddell nunca deja indiferente.

Y era cultura, puro arte

Dicho así es una provocación. ¿Porqué hablo de los penes y la vagina y no hablo de otras tantas cosas que allí ocurrieron? Es tendencioso por mi parte descubrirlo a bocajarro, pero lo cierto es que eso ocurrió en el escenario de uno de los teatros más importantes de Madrid, de titularidad pública. Y era cultura, puro arte.

Y salí de allí maravillado, dolorido por el mensaje y con una sensación desagradable de amar el arte que me pone frente al espejo y descubre que no soy tan bueno como me creo. Que me plantea preguntas. Eso es la cultura, algo muy, muy extraño.

Angélica Liddell sobre la Letra Escarlata
Angélica Liddell sobre la Letra Escarlata | Théâtre de la Colline

Querida Lina Morgan

Angélica Liddell es la autora y actriz principal de este montaje, y muchas de las personas que conozco, que van al teatro con asiduidad, no la conocen ni remotamente, pese a que Liddell es una artista muy reconocida internacionalmente. Porque aquello a lo que habitualmente llamamos teatro, no es arte, es entretenimiento. Hablemos de etiquetas.

Cuando trabajas con “productoras de teatro comercial”, que son (a ojo) el 95% de las productoras privadas de este país, se utiliza de vez en cuando una etiqueta para referirnos a lo que se busca, al objetivo de la empresa, a como se hacen BIEN las cosas.

Esa etiqueta es “Lina Morgan”. Con todos mis respetos a Morgan, cuando en la industria del teatro se busca un buen proyecto, se está buscando algo muy popular, cómico, para olvidar, para pasar un buen rato, para decírselo a los amigos.

Y se dice “Esto es Lina Morgan”, y se aplaude, porque da pasta y no hace más preguntas. Pero no es arte, no es cultura, y por mucho que pase el tiempo no lo va a ser. Como no lo son las obras de Lina Morgan, por mucho que pase el tiempo y le recordemos con cariño.

Hay comedias “Lina Morgan” la cartelera de Madrid que llevan más de 10 años representándose ininterrumpidamente, seis días a la semana y en dos pases diarios. ¿Hay sed de teatro, pero no hay sed de cultura? Cuando los Teatros del Canal (de la Comunidad de Madrid) lanzan su programación, se agota en cuestión de horas.

Angélica Liddell sobre la Letra Escarlata
Angélica Liddell sobre la Letra Escarlata | Théâtre de la Colline

La propuesta de Liddell es progresista, pero alabada por los medios conservadores

A los medios conservadores de este país les ha encantado el montaje de Liddell porque no lo han entendido. Les encanta que la propia Liddell diga desde el escenario que la mujer debe amar al hombre, y que a las mujeres cuando llegan a los 40 les empieza a apestar la vagina a orina y se vuelven mezquinas e indeseables, porque pierden belleza, que es su más preciada moneda de cambio, y porque no aguantan volverse irrelevantes.

Y entonces esas cuarentonas y cincuentonas se ponen a despotricar sobre todo y todos, y a pedir venganza por lo que sufrieron de jóvenes, pero les hizo prosperar. Hablemos de otra etiqueta, #MeToo.

La razón por la que la prensa más conservadora ha entendido que Liddell está en contra del #MeToo es porque quien habitualmente aplaude los montajes “Lina Morgan” posee una pautas de análisis literales.

Es decir: si en la obra se dice blanco, entienden blanco. Y esto es la diferencia entre entretenimiento y cultura. No busques el arte en el teatro, búscalo en Liddell y en los teatros valientes de titularidad pública.

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