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La alternativa al Monopoly se llama Commonspoly

El juego de mesa en el que tienes que cooperar (y no competir) para ganar

Tú también tienes esa estantería en casa en la que apilas los juegos de mesa esperando la ocasión adecuada para desempolvarlos, normalmente en cenas entre amigos o reuniones familiares. Esa estantería suele contar con grandes clásicos como el Trivial, el Scrabble, el Risk o el Monopoly. Pero pocas veces nos planteamos los valores y las dinámicas que se ponen en juego mientras jugamos.

-Commonspoly

CommonspolyJulio Albarrán

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Como ejemplo paradigmático, el Monopoly va de competir individualmente por hacerse con el monopolio inmobiliario mundial a través de la especulación con los precios del suelo. Vale la pena recordarlo porque es un juego de mesa tan clásico que muchas veces una ni se plantea de qué va realmente el fondo de la cosa y qué es lo que está movilizando nuestras emociones mientras jugamos. Pero el famoso juego no siempre fue un mecanismo para instruir en las bondades del capitalismo salvaje.

Si echamos la vista atrás, podemos rastrear sus orígenes a principios del siglo XX. En The Landlord’s Game, un juego creado por Elizabeth Magie. Esta diseñadora de juegos desarrolló una versión primitiva con un objetivo pedagógico: advertir de las dinámicas monopolísticas de un modelo económico desarrollado en aquellos años, conocido como georgismo. Más tarde, la empresa Parker Brothers compró los derechos de The Landlord’s Game y lo adaptó, comercializándolo bajo el nombre Monopoly y con las reglas y movimientos que hoy conocemos.

Pero ¿qué habría pasado si Elizabeth Magie hubiera desarrollado el juego hoy? Probablemente, se parecería mucho a Commonspoly, un juego de mesa en el que sólo se puede ganar cooperando, en vez de compitiendo.

Tras desdoblar las cuatro hojas del tablero se encuentra un camino formado por 48 casillas que cada jugador puede recorrer en cualquier dirección. Hay cinco tipos: bienes medioambientales, con casillas como agua, parque o bosque; bienes urbanos, con casillas como tranvía, librería o skatepark; bienes intangibles, como escuela, servidor o centro cultural; bienes relacionados con la salud y los cuidados, como hospital, piscina o sauna; y bienes comunes inalienables, con casillas como huertos urbanos o cooperativas.

Tras un sorteo inicial, cada recurso adquiere un modelo de gestión público -por ejemplo, el de una institución-, privado -como el de una empresa- o común -gestionado por una comunidad de personas- señalados con diferentes fichas que se ponen sobre el tablero.

A partir de ese momento, la dinámica del juego es tratar de convertir todos los recursos presentes en el tablero de privado a público, y de público a común en veinte rondas. Commonspoly propone a los participantes cooperar con el objetivo de convertir el máximo número posible de recursos a común jugando contra el tiempo.

Los participantes juegan con un personaje distinto que se sortea al principio del juego. Cada uno está definido a través de cuatro categorías: género, clase social, si es o no una persona racializada y si tiene o no la ciudadanía donde vive. Así, podemos encontrar entre las fichas a Beatrice, una mujer blanca heterosexual de clase media; o a Martin, un hombre negro homosexual de clase baja.

Este conjunto de características determinará la capacidad para transformar las diferentes casillas de privado a común. Pero para iniciar la partida, hay un último rol dentro del juego que tiene que encarnar uno de los participantes: el del Especulador o Especuladores.

A modo de troll, su función no es más que intentar frustrar las intenciones de cambiar el estatus de las casillas del tablero que los participantes llevan a cabo.

Al jugar, los participantes pondrán en común estrategias de cooperación que les permitan avanzar más rápido hacia el estado utópico en el que todos los recursos son gestionados colectivamente, eludiendo al especulador y corriendo contra el tiempo.

Y he aquí uno de los rasgos característicos del Commonspoly: frente a otros juegos que potencian la alegría individual de un jugador frente a la ruina de los demás, en este juego de mesa las victorias se celebran colectivamente, y esa alegría es contagiosa, inspiradora y movilizadora, más allá de los límites del propio juego.

El desarrollo de este juego además responde a una forma de trabajar y de entender la cultura muy cercana a la filosofía de cooperación que sustenta la dinámica de juego. Fue una propuesta que un grupo de personas desarrolló durante la última edición del Festival ZEMOS98 en 2015.

A partir de ahí, la cooperativa del mismo nombre ha seguido trabajando en la idea del juego, y será después de este verano cuando se edite la última versión del Commonspoly con una licencia ‘peer production’ que permite a cualquier persona descargar, imprimir y modificar los recursos para producir sus propias versiones del juego. En la página web oficial del juego puedes encontrar más información, realizar una reserva de la nueva versión y descargar los imprimibles para probar en casa.

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