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UN NUEVO GOLPE DE ESTADO A LA FALOCRACIA

La chica del metro de San Petersburgo que rocía con lejía a los hombres que hacen manspreading

Hace unas semanas. la joven activista y estudiante de derecho rusa, Anna Dovgalyuk, decidió rociar con agua y lejía la entrepierna de los hombres que estaban sentados con las piernas totalmente abiertas, hombres que, con este gesto, anulaban cualquier tipo de movimiento de las mujeres que estaban sentadas al lado.

-Manspreading

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¿Qué es machismo?, ¿qué es micro-machismo? ¿Dónde están los límites? Estas son algunas de las preguntas que afortunadamente tienen cada vez más peso en nuestra sociedad. Preguntas que le interesan o deberían interesarle absolutamente a todo el mundo, aunque tengo mis dudas con respecto a unos cuantos especímenes, a algunos de ellos los conozco personalmente. Especímenes para los que el 'manspreading' es simplemente una estupidez, por utilizar un lenguaje apto para todos los públicos.

Pongámonos en situación. Hace unas semanas, Anna Dovgalyuk, una estudiante de Derecho y activista rusa que ya se hizo viral gracias a una protesta contra el upskirting (o acoso callejero consistente en grabar y fotografiar a mujeres por debajo de sus faldas), mezcló el agua de una botella con lejía y arrojó dicha solución líquida en la entrepierna de un hombre que estaba sentado con las piernas abiertas, o mejor dicho, muy abiertas, en el metro de San Petersburgo.

Los machistas y ogros a los que me refería antes con el término: especímenes nunca entenderán ni querrán entender este tipo de acciones. Nunca verán, lo social, lo reivindicativo, lo simbólico o lo poético de este tipo de acciones.

'Manspreading'
'Manspreading' | Agencias

¿Manspreading?, ¿de qué **** me estás hablando?, para ellos esto es sólo basura feminista o feminazi. Mujeres aburridas, amargadas o mafolladas desperdiciando su tiempo en lugar de estar haciendo cosas de mujeres.

La intención de Anna, puesto que la lejía se come los colores de la tela y deja manchas indelebles, es que esa acción pueda visibilizarse, obviamente, en las entrepiernas de todos esos hombres. Y no estamos hablando de un par de hombres precisamente, la propia activista muestra a través de un vídeo cómo al menos 70 entrepiernas han sido víctimas del anti-manspreading.

Hay quienes afirman que todo esto es un fake, un montaje. Por ejemplo, un hombre, Stanislav Kudrin, quien aparece en uno de los vídeos como víctima de uno de los ataques anti-meanspreading de Anna, afirmó en sus redes sociales que todo fue un paripé pactado con la activista y que incluso le pagaron por hacer dicho vídeo.

Más allá de que sea verdad o una performance, estas acciones activan la polémica y ocupan un espacio importante en los medios de comunicación. Todo no hace sino provocar una reflexión en la población sobre nuestra responsabilidad frente a las agresiones machistas.

Para empezar, sólo en Madrid, el grupo 'Mujeres en lucha' ha juntado más de 12.000 firmas a favor de esta campaña, algo que se ha hecho extensible a otras ciudades de España. Fuera de nuestro país, en ciudades tan importantes como Nueva York, hay pantallas en el metro en las que pueden leerse frases del tipo: “Dude… Stop the Spreade, Please”. Frases similares a las que también pueden leerse en el transporte público de países tan tradicionalmente machistas como Japón, frases que pronto podrán leerse en países como el nuestro.

Lo que está claro es que gracias a personas como Anna Dovgalyuk, al antimanspreading, al #MeeToo, y a un montón de valientes y determinantes iniciativas, no sólo el manspreading, sino también otros términos como el manterrupting, el bropriating, el mansplaining o el gaslighting, por citar sólo algunos, ya están en la calle, generando debate, motivando acciones y señalando y denunciando a todos aquellos especímenes que ven en la lucha feminista y en el progreso social, algo estúpido y negativo.

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