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ENTREVISTA

Así es ser una mujer negra en España

Aunque solo califiquemos como racismo las agresiones más extremas y violentas, en España hay un racismo subrepticio que puede que no sepamos ver. La activista Desirée Bela-Lobedde española con orígenes en Guinea Ecuatorial, ha escrito el libro ‘Ser mujer negra en España’ (Plan B), donde relata sus experiencias vitales y la práctica del ‘activismo estético’.

-La activista Desirée Bela-Lobedde española con orígenes en Guinea Ecuatorial

La activista Desirée Bela-Lobedde española con orígenes en Guinea EcuatorialBela Lobede (Cedida)

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“¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Por qué hablas tan bien español? ¿Ya has ido a tu país? ¿Me enseñas tus papeles? ¿De dónde es una belleza tan exótica como tú? ¿Es verdad eso de que las mujeres negras sois unas fieras en la cama?”. Estas son algunas de las preguntas recurrentes a las que se tiene que enfrentar una mujer negra e España, según informa Desirée Bela-Lobedde.

Bela-Lobedde (Barcelona, 1978) es una mujer negra y española de orígenes guineanos. Comenzó practicando lo que llama “activismo estético” a través de vídeos en Internet en los que daba consejos sobre la piel y el cabello de las personas negras. Su grado de concienciación fue creciendo, y se ha convertido en activista antirracista, divulgadora de la cultura africana y afrofeminista, a veces bajo el seudónimo digital de Negra Flor (http://www.negraflor.com/).

En 2013, una mujer negra estadounidense, bajo el ‘nickname’ Ntasha7189, pidió en un vídeo a las internautas que relataran su experiencia como mujeres negras en España. De esta respuesta sale el libro ‘Ser mujer negra en España’, que Beda-Lobedde publica ahora en la editorial Plan B.

Lo que llama la atención de tu historia es cómo se va formando tu activismo a través de cuestiones aparentemente superficiales, como el cuidado del pelo o de la piel, pero que no lo son tanto.

El pelo para las mujeres negras en entornos blancos es un caballo de batalla. No ves alrededor personas con tu pelo, no tienes referentes. En la época en la que fui niña y adolescente el movimiento por el pelo natural (a veces reivindicado bajo el hashtag #gonatural) no existía. Si tu madre te lo alisaba y ella y tus tías lo llevaban alisado era algo que no te planteabas. Te llevaban al peluquero y el proceso era horroroso, te echan productos, hay tirones, te queman el cuero cabelludo. Si no te lo alisas siempre hay alguien que te preguntan por qué no te lo haces.

¿Y cuáles son los pocos referentes que encuentras?

Las chicas de tu edad que ves en la tele, como en ‘La hora de Bill Cosby’, llevan el pelo liso, y así en casi todas las series donde aparecían familias negras.

‘La hora de Bill Cosby’, ‘Cosas de casa’, ‘Vivir con Mr. Cooper’… ¿qué importancia tenían para ti aquellas series protagonizadas por familias negras?

Eran el ratito en el que podía sentirme algo representada en la tele, cuando aparecían personas que se parecían en algo a mí, aunque también fuéramos muy diferentes. Había pocas personas negras en la tele, también estaba Francine Gálvez, presentando informativos.

Y ahora vuelve el pelo más afro. Supongo que dada la modernidad actual, siempre en busca de nuevos estilos de moda, los pelos más afros también generarán mayor interés.

Sí, desde el año 2000 vuelve el pelo afro, el pelo natural, y se empieza a ver como algo transgresor, también los ‘dreadlocks’ [hay quien los llama ‘rastas’ aunque ese término es más preciso para designar a los miembros de la comunidad rastafari]. La gente se interesa, pregunta cómo se hace, cómo se lava, si huele…

¿Qué me dices del tema candente de la apropiación cultural? ¿Puede un blanco llevar rastas? ¿Se banaliza así la cultura negra?

Existe esta cuestión: lo negro sin las personas negras. Nos ‘supergusta’ la cultura, el reggae, el afrobeat, nos ‘supergusta’ hablar wolof, pero la gente negra nos da igual. Esa no es una buena actitud y se saca un rendimiento económico que no beneficia a la comunidad originaria. A partir de aquí, siempre lo digo, que la gente haga lo que quiera. Pero que también sepa que siempre es positivo conocer los orígenes de las cosas y entenderlos. Que sepan que se exponen a que alguien les critique por ello y que en ese caso deben de ser humildes.

Y, en fin, a través de estos asuntos llegas a lo que has llamado ‘activismo estético’.

No es que yo llegue, es que igual eso ya era activismo, desde el momento en el que estoy compartiendo en Internet estos contenidos y las mujeres negras me dicen cuanto están aprendiendo a conocer más su cabello, a replantarse su identidad, a realizar búsquedas históricas, identitarias, etc… El cuerpo también es política, el cuerpo de las mujeres sobre todo. Me rebelo contra unos estándares de belleza, los cuerpos también son instrumentos de resistencia.

¿Qué es la ‘exotización’?

Es esa curiosidad, ese morbo, que les genera muchas veces a las personas blancas el estar con una persona no blanca, sobre todo en contextos sexuales. Hay quien quiere hacer el ‘check’ de haber estado con personas no blancas. “Me gusta la piel que tenéis”, “siempre he querido tener una pareja de color”, ese tipo de cosas. Luego está el comportamiento sexual que se nos presupone a las mujeres negras, esa leyenda urbana sobre cómo somos en el sexo…

¿Y el afrofeminismo?

Es tener en cuenta la intersección del racismo y del machismo. Dada mi condición de mujer y, además, negra, me encuentro en situaciones por las que una mujer blanca no va a pasar. Y eso tienen que ver con mi raza, con ser una mujer racializada. Se nos intenta descreditar y se dice, cuando protestamos por situaciones racistas, que no es para tanto. También hay intersección con la cuestión de clase, se sospecha desde el momento en que tienes más estudios, más acceso a medios o a la academia, que está copada principalmente por mujeres blancas. Hay un techo de cristal.

En tu libro cuentas que en el colegio no tuviste problemas de racismo, y eso que los niños suelen ser crueles con estas cosas… aunque algún día empezaron.

Mi colegio era muy pequeñito y femenino. Me sentía muy unida con mis compañeras y si hubo algún episodio racista no lo recuerdo. Luego llega el momento en el que te empiezan a decir cosas por la calle: te llaman negra, te gritan que te vayas a tu país, que vuelvas a la selva. Eran voces que muchas veces no sabías ni de dónde salían.

En los años noventa, además, hubo un fuerte brote de neonazismo y muchos jóvenes se hicieron skinheads nazis.

Sí, había chicas que, de pronto, se había rapado la nuca y empezaban a utilizar las prendas típicas de los skinheads, las botas Dr. Martens, la ropa de Ben Sherman… En el instituto había grupitos de varias tribus urbanas, tenía que evitar cruzarme con ciertas personas, evitar el contacto visual, evitar ciertas discotecas. Los fines de semana los skinheads salían a ‘cazar’ negros y grupos de negros, en reacción, salían a por los nazis. Se montaban grandes peleas, por ejemplo, en la puerta del club Jamboree, en la Plaza Real de Barcelona.

¿Es España racista? Me da la impresión de que la población española no se considera racista, sobre todo en comparación con otros países.

Tengamos en cuenta cual ha sido la base del avance y el progreso en el que España deviene imperio: las colonias, el expolio y el machaque sistemático de otros pueblos. Eso es lo que hace un imperio. En el colegio se pasa muy de puntillas sobre la colonización, se pinta como algo muy beneficioso para los colonizados, pero hubo expolio y esclavitud. Una sociedad que viene de esto, de este sistema que permaneció durante siglos, conserva tintes racistas. Guinea Ecuatorial se independizó hace solo 50 años. Lo que pasa muchas veces es que asociamos el racismo solo a los actos extremos de violencia, cuando eso es solo la punta del iceberg. Y creemos que surge de la nada, pero está alimentado por un complejo sistema de prejuicios y estereotipos.

¿Cómo vive una persona negra en España cuando hay problemas en la valla de Melilla con africanos que intentan cruzar o cuando hay conflictos con los vendedores africanos ambulantes en las grandes ciudades (los llamados manteros)?

Los medios de comunicación crean una alarma importantísima, una reacción de racismo en la sociedad de acogida. Yo intento no leer demasiado sobre eso porque me produce mucha ansiedad y angustia. A veces en las redes se leen cometarios de un racismo y de una violencia que dan miedo. El planteamiento de los medios, hablando de las oleadas que llegan, genera mucha alarma.

El estereotipo del negro, como señalas, está muy presenta en la cultura popular, en productos como el Cola Cao, el helado Negrito de Frigo o los Conguitos.

Cola Cao sigue haciendo un anuncio que es una mierda. En el anuncio del nuevo Cola Cao Shake, una bebida que hay que agitar: en él la espuma que sale del vaso se transforma en el pelo afro de un chico. De verdad, ¿esto qué es? ¿Seguimos con esos esterotipos de equiparar una espuma de una bebida oscura con nuestro pelo? Así, sacamos en Twitter el hashtag #ColaCaoNosInsulta. El helado Negrito ya no existe y los Conguitos han cambiado un poco, pero es de traca: el negrito, el Congo, el conguito. Al menos creo que ya no llevan una lanza, como los de la tribu.

Tengo la impresión de que ciertos lugares de Internet son el lado oscuro de la sociedad, la charca maloliente donde salen las peores cosas, por ejemplo en cuestiones de racismo.

Internet pone la luz en un montonazo de personas que nos rodean y que tienen esos pensamientos. Si no fuera por Internet y por esa sensación de anonimato no sabríamos que hay gente que piensa esas barbaridades. Yo, por salud emocional, no leo estos comentarios para así poder seguir teniendo la presencia que tengo.

¿Hay racismo institucional?

Sí. Su máximo exponente es la Ley de Extranjería, una trampa mortal para las personas migrantes. Para tener un permiso de trabajo se necesita un permiso de residencia. Y para tener un permiso de residencia se necesita uno de trabajo. Es un pez que se muerde la cola. Luego están los Centros de Internamiento de Extranjeros (los CIE) o las paradas racistas, que es cuando te piden la documentación por la calle por el mero hecho de ser negro.

¿Te ha pasado?

Algunas veces. La primera con 13 años: vino, en plena calle, una pareja de la Guardia Civil y me pidieron los papeles. Yo iba a clase de baile y no tenía “los papeles”, porque yo soy de aquí, y lo que tenía era el DNI, pero me lo había dejado en casa. Lo pasé mal, al final me dijeron que, por esa vez, me dejaban continuar. Que a la próxima me llevaban al calabozo. Recuerdo una vez, ya con veintitantos, después de cenar con unos amigos negros fuimos a coger el coche que teníamos aparcado en la calle de Barcelona, por la zona alta, y un coche de policía frenó y merodeó hasta que vieron que teníamos las llaves y que no lo íbamos a robar.

¿Qué es ser negra en España?

Cuando escribía el libro tenía muy presente el poema de Victoria Santacruz donde se pregunta qué es eso tan malo que tiene ser negro para que nos griten, cuáles son los atributos negativos de los negros para que nos tengan que insultar. Yo quiero ser positiva, cada día resignifico en positivo la experiencia que tengo de ser mujer negra en España. Soy una mujer como cualquier otra, que trabaja, que sale adelante y que tiene dos hijas a las que educar. Pero siempre tenemos que estar demostrándonoslo y poniendo el foco en lo positivo para neutralizar el imaginario de inmigración, delincuencia, etc.

¿Qué queda por hacer?

Nos queda mucho por hacer a como sociedad en conjunto. Cuantos más espacios de dialogo generemos más rápido irán remitiendo los prejuicios y estereotipos, porque todo está fundamentado en el desconocimiento y en el miedo. Entonces, a partir de establecer estas conversaciones, de escucharnos las unas a las otras y tender puentes, pueden mejorar las cosas. Teniendo en cuenta el pasado de España y de Europa más que de un sprint se trata de una carrera de fondo. Yo no sé si veré los cambios, espero que los vean mis hijas.

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