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OJOS ROJOS, DUCHAS COMPARTIDAS, LAS TEXTURAS MÁS HUMEDAS

Así es la acuafilia, el fetiche más fresquito

Duchas, bañeras, jacuzzis, piscinas, mares, mangueras, fuentes, salpicones de todo tipo. La acuafilia es una afición muy popular, sobre todo en verano, y no va sólo de mojarse o sumergirse. Hablamos con gente que adora mezclar el sexo y el agua para qué nos expliquen las particularidades de su atracción.

-Póster de la película 'La Forma del Agua'

Póster de la película 'La Forma del Agua'Archivo

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Las virtudes estéticas del líquido elemento han sido apreciadas por artistas de todas las épocas y se han explotado ampliamente en la pintura, la fotografía, el cine y, por supuesto, el porno, si es que esta categoría se puede separar de las anteriores.

En 1995 el mundo colapsó ante la escena de la piscina de ‘Showgirls’ que protagonizaron Elizabeth Berkley y Kylie MacLachlan, exagerada y vistosa como pocas, alcanzando un impacto épico, sobre todo en la generación que había crecido viendo ‘Salvados por la campana’. Alberto la recuerda perfectamente: “Me marcó para siempre, pero a mí y a un montón de gente, ha salido este tema en muchas reuniones y todo el mundo se acuerda. Cuando la vimos muchos chicos y chicas nos obsesionamos con follar en piscinas. He oído historias de decepción por incomodidad, y lo entiendo (el agua no es el mejor lubricante), pero a mí me siguió gustando”.

Lo que más aprecia Alberto es que, incluso si está fría, el agua parece embellecer cualquier escena, hace que la textura de la piel resulte muy tersa al tacto y, en el caso de sitios de cierta profundidad, la forma en que el cuerpo se comporta y flota hace posibles posturas y resistencias imposibles en tierra firme: “Me encanta tocar la piel bajo el agua, mojada me vale pero si está sumergida mejor.”

Jorge se siente fascinado por la inmersión, sobre todo en entornos naturales: “Cuando empiezo a salir con una chica, una de las primeras cosas que quiero saber es si le gusta bucear. Es muy importante para mí porque mi tipo de cita perfecta es bajo el mar preferiblemente. Ponerme las gafas de bucear y ver sus movimientos bajo el agua me resulta irresistible, mágico, los besos, las expresiones de la cara, cómo se mueve el pelo, todo. También me fijo, si vamos sin gafas, en cómo se enrojecen los ojos, lo encuentro muy tierno y favorecedor. Al salir, el efecto dura un rato, con los ojos enrojecidos y las pestañas y el pelo mojado. Ese tiempo también lo disfruto mucho y estoy deseando tener sexo lo antes posible antes de que se pase”.

Emi también se siente fascinada por los efectos que aprecia en su cuerpo tras haber estado sumergida: “La mayoría de la gente se siente muy erotizada al nadar desnuda o con la ropa de baño lo más ligera posible. A mí me gusta mojarme en bañador o incluso con ropa de calle y sentir cómo se va secando después poco a poco. Me gusta que me llueva, por ejemplo.”

Su película preferida en los noventa era ‘Romeo y Julieta’, donde Leonardo DiCaprio y Claire Danes compartían una preciosa escena de romance acuático, ambos vestidos dentro de una piscina. “La forma en que la ropa se pega al cuerpo me pierde. Y hay un juego de contrastes de temperatura que me fascina. También me gusta orinar en el agua, aunque sea en la ducha, y notar las diferencias de frío y calor. Me encanta sentir la piel fresca y el aire caliente, la piel ardiendo contra el agua fría, esas cosas. Después de bañarme donde sea siempre estoy deseando masturbarme antes de que se pase el efecto.”

“A mí nunca me había atraído la idea y pensaba que había mucho flipe con el tema, lo encontraba incluso un poco hortera. Veía a los chavales frotándose en piscinas comunitarias o en la playa y me parecía gracioso, cómico, pero nada erótico para mi gusto”, cuenta Magda, que pese a los prejuicios siempre fue aficionada a masturbarse en la bañera y la ducha, “pero porque me faltaba la perspectiva de estar en una piscina privada. Ducharme en pareja sí que me gustaba muchísimo, y desde que mi chico me invitó a la casa de sus padres, que tiene su propia piscina y jardín, lo entendí. Ahora estoy siempre deseando que se vayan de viaje para que nos quedemos solos allí. Podemos bañarnos desnudos y hacer lo que nos dé la gana, es muy divertido, me motiva un montón”.

Javier y Cristina también tenían prejuicios del mismo tipo: “Nos parecía una horterada, el típico lujo de mal gusto. Pero luego resulta que si lo haces a tu estilo es un gustazo. Al aire libre, sin sudar, con el pelo mojado que queda tan bien…”

Cristina reconoce que cuando vio ‘Showgirls’ a los catorce años le impactó la famosa escena de la piscina pero le dio vergüenza reconocerlo: “A ver, yo creo que me daba corte porque la escena era muy falsa, muy irreal, y ya a aquella edad me daba cuenta, pero era verdad que lo del agua me atraía, me gustaba la textura de mi propio cuerpo y solía jugar con los chorros de las depuradoras".

"En todas las películas donde lo he visto me ha gustado. Y de más pequeña, en verano, cuando nos poníamos a jugar con los aspersores, las fuentes de la calle y del patio del colegio, las mangueras… Yo creo que empezó ahí. No sólo era diversión para mí. Los niños que me gustaban me parecían más guapos mojados, por ejemplo, y yo no lo era la única que lo pensaba.”

Julia tenía dieciséis años cuando vio ‘Criaturas salvajes’ y quedó encandilada ante la escena en que Neve Campbell y Denise Richards, grandes musas noventeras, tenían un encuentro lésbico en una piscina.

“Creo que aquella escena despertó en mí no sólo el interés por el sexo en el agua sino los primeros instintos bisexuales. Sentí muchas cosas viéndola, me compré la película original y la puse mil veces. Pasaron cinco años hasta que pude cumplir mi fantasía completa, que fue en una bañera pero me gustó igual. Quisiera probar en un jacuzzi, claro, pero no sé si tendré la oportunidad”.

Experiencias estéticas, diversión refrescante, dedos arrugados y mucho chapoteo. La acuafilia es el fetiche más veraniego que hay.

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