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CÓMO PROTEGER A QUIEN SUFRE ACOSO

Algunas posibles razones por las que existen los machitrolls

Un día, hace mucho tiempo, se abrió el primer foro en la web. El mundo estaba maravillado por poder hablar y compartir impresiones con otras personas que estuviesen en cualquier otro lugar del mundo. Parecía un sueño conocer a otros con los mismos intereses aun cuando vivían a miles de kilómetros. Sin embargo, el deseo de comunicación se oscureció y dio paso al más profundo odio. En cualquier rincón de Internet, es un ingrediente común.

-MachiTrolls

MachiTrollsKarisma.org.com

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No hay punto abierto a la participación en el mundo digital que se libre de esta lacra. Y si lo hay es porque hay una persona dedicada a las labores de moderación detrás de esa inmaculada limpieza. Entre la variedad de especies que podemos encontrar en este ecosistema, los más cansinos son los comúnmente llamados ‘machitrolls’. Son aquellos haters que derraman su bilis hacia todo lo relacionado con lo femenino. Es lo que se conoce como violencias hacia las mujeres en entornos digitales. Pero ¿qué les mueve?

El medio que más especímenes de este tipo aúna es Twitter. Debido a su inmediatez, cada vez que un contenido feminista es lanzado por una mujer, tardan una media de 0.3 segundos en dar su opinión. Aunque nadie se la haya pedido. #notallmen es una de sus consignas más repetidas. También suelen practicar muy a menudo el mansplaining. Ocurre cuando comienzan a explicar a una usuaria algo como si fuesen los reyes del campo sobre el que hablan, tratándola a ella de manera paternalista. En ocasiones se han documentado casos en los que un usuario random se las daba de conocer la inspiración del vestuario de Indiana Jones mejor que la propia diseñadora. Bendito saber.

Eso cuando la cosa se queda en “palabras”; porque las cosas pueden ir a más. Hace algo más de una semana, Barbijaputa denunciaba públicamente a través de un tuit: “Un tipo me puso una mención con fotos de sus testículos (varias fotos, varias perspectivas, para que no me perdiera nada)”.

Las amenazas directas tampoco se quedan atrás en la red social. En septiembre, la periodista Cristina Fallarás difundía un mensaje que recibió en el que le advertían que sabían donde iban sus hijos, acompañado de la foto de una pistola. Algo más reciente: entre los comentarios, esta vez en Facebook, de una noticia, un espécimen dejaba un “y qué tal si te echamos un poco de gasolina en el coño y te metemos fuego HP [...]”, dirigido a Paula Vázquez, protagonista de la pieza.

Son solo tres ejemplos. Pero si llevas tu deambular a este ecosistema particular, te recomiendo que prestes atención a los replies, no son una rara avis; verás cuantos quieras en su hábitat natural.

¿Hay más odio en él que en el medio, digamos, no virtual? Según el psicobiólogo Ignacio Morgado, en una entrevista y en referencia a su nuevo libro, 'Emociones corrosivas', no. Sin embargo, aseguraba algo que estamos hartos de escuchar y no por ello deja de ser menos cierto: “la gente no se comporta igual detrás de una pantalla de un ordenador que frente al rival”. Es fácil hablar, acosar, cuando lo que se tiene delante es un objeto inanimado. Además, otra cosa llamativa que reseñaba el texto, es que el odio que se genera en grupo se percibe como moralmente superior “o al menos los linchadores lo sienten así”, matizaba Morgado.

Entonces, en el contexto del caso al que nos ceñimos, véanse ‘machitrolls’, el grupo que forman los hombres se considera superior a las mujeres. Sorpresa: ahí está el sistema patriarcal. Sus principales objetivos son claros: usuarias que defienden los derechos de las mujeres. Y cuánto más mediático el perfil, más abundan. Obvio.

Esta especie ve a las mujeres como objetos, y luchan por su deslegitimación sistemática. Hacen ahínco en su aspecto físico y los insultos y amenazas tienen que ver con la sexualización que sufren endogámicamente. Los machitrolls hacen ruido, y si ya de por sí cuesta más que la voz de la una mujer se oiga respecto a la de un hombre, un enjambre como este detrás no hace más que agravar la situación.

Por otro lado, las leyes de los que reinan las redes sociales no ayudan. O al menos hasta ahora. En el tuit de Barbijaputa se veía la respuesta de Twitter ante las fotos de genitales que había recibido. Pero el pasado viernes 13 de octubre, se iniciaba una campaña de boicot hacia la plataforma con el hashtag #WomenBoicottTwitter. La iniciativa se inició tras la suspensión de la cuenta de Rose McGowan, una de las principales voces contra los abusos de Harvey Weinstein.

La campaña se convirtió en trending topic mundial, forzando una respuesta del cofundador y máximo responsable de Twitter, Jack Dorsey. Mediante un hilo, explicó las consecuentes medidas que (por fin) iba a tomar la red para proteger a las víctimas que sufren abusos como los del caso de Weinstein.

Así que por fin, Twitter toma cartas en el asunto: “habrá nuevas reglas sobre: insinuaciones sexuales no deseadas, desnudos no consentidos, símbolos de odio, grupos violentos y tuits que glorifiquen la violencia”, tuiteó. Una gran conquista colectiva que ha tenido que esperar hasta que una polémica de las magnitudes de Hollywood se visibilizase.

Los ‘machitrolls’ se dedican a esparcir violencia especialmente contra LAS que opinan. Las que opinan contrariamente al sistema patriarcal y hegemónico. Contra las que se cuestionan las desigualdades imperantes. Contra las que reclaman un mundo más justo haciendo frente a los privilegios de los hombres.

Dejemos de mirar el fenómeno como si de un documental se tratase. Son actitudes que están naturalizadas en nuestro día a día. Y no, no tiene que ser así. Y llamemos a las cosas por su nombre: no son ‘machitrolls’, son acosadores y pueden estar en todas partes.

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